Análisis a tres meses del golpe en Honduras. La dictadura no ha podido aplastar la resistencia del presidente Zelaya ni la de su pueblo. Tampoco pudo evitar el regreso del mandatario, quien volvió para liderar la lucha contra la tiranía. Sólo el poder de chequeras multimillonarias y la doble actitud de EE.UU. explican la arrogancia de los usurpadores. Micheletti decretó la suspensión de las libertades públicas y cerró los medios que informaban sobre Zelaya y las protestas sociales.
Por Luis Alfonso Mena S.
La oligarquía hondureña parece añorar a los fascistas que derrocaron el gobierno constitucional de Salvador Allende, el 11 de septiembre de hace 36 años. Contra su propio pueblo y contra la comunidad internacional que los repudia, los usurpadores del poder en Honduras persisten en mantener un régimen plutocrático basado en las bayonetas con las que dieron el golpe de Estado el pasado 28 de junio, hace ya tres meses, y no dudan en violentar los derechos humanos y el derecho internacional.
Como en la Chile del 73, la dictadura dispuso un estadio, en este caso uno de béisbol llamado ‘Chochi’ Sosa, para concentrar allí a centenares de personas detenidas, y decreta el toque de queda de manera arbitraria en Tegucigalpa, con lo cual somete al estado de sitio a toda la población de la capital, calculada en un millón de habitantes.
En la represión desatada en la madrugada del martes 22 de septiembre contra miles de personas reunidas frente a la embajada de Brasil, donde fue recibido el presidente Manuel Zelaya, los militares y policías causaron heridas a más de 80 personas. Incluso se habla de que dos seguidores de Zelaya murieron como consecuencia de la arremetida violenta de las fuerzas de la dictadura.
Toda el área donde se encuentra la sede de la embajada está rodeada por centenares de militares encapuchados (¿a quiénes le temen para no mostrar sus rostros?) y la dictadura ordena cortar periódicamente los servicios de agua y energía, lo mismo que boicotear el acceso de alimentos. Típicas medidas fascistas.
Violando la soberanía brasileña, las fuerzas represivas destruyeron ventanales y lanzaron gases contra quienes se hallan refugiados en la embajada, al tiempo que instalaron enormes altoparlantes para torturar con sonidos bestiales, al estilo de las sirenas hitlerianas, al presidente Zelaya y a quienes lo acompañan.
Además, los medios de comunicación independientes, como el Canal 36 (‘Cholosut’) y la emisora Radio Globo, padecen constantes cortes de energía eléctrica, son sacados del aire y sus trabajadores son hostigados por distintos organismos de seguridad.
La última medida fue tomada en la madrugada del lunes 28 de septiembre, cuando, en cumplimiento de un decreto draconiano de la dictadura que proscribe la operación de los medios opositores, las sedes del Canal 36 y de la emisora Radio Globo fueron allanadas de manera violenta y clausuradas por militares. Así lo denunció David Romero, periodista de la emisora. Y los medios y gremios de las los grupos de poder en el continente (tipo SIP, por ejemplo) no dicen ni mu sobre esta violación flagrante de la libertad de prensa.
Mientras tanto, los medios de la élite gobernante persisten en tratar de invisibilizar la magnitud de los acontecimientos que sacuden a Honduras y la dictadura transmite mensajes para endilgarle la responsabilidad de lo que sus militares y paramilitares hagan a la acción valiente y digna de Zelaya.
Durante los días 25 y 26 de septiembre el presidente Zelaya y sus seguidores denunciaron graves violaciones al derecho internacional por parte de los usurpadores, especialmente por la aplicación de gases tóxicos que, según reveló la canciller Patricia Rodas, habían sido suministrados por empresas israelíes. Como consecuencia de los gases falleció el domingo 27 de septiembre la joven universitaria Wendy Elizabeth Ávila.
De igual manera, fue detectado en un árbol aledaño a la sede de la embajada del Brasil un moderno aparato de interceptación de comunicaciones y se afirmó que en las casas aledañas, que fueron desalojadas y tomadas por los golpistas, hay instalados más de esos equipos, que también son de marca israelí.
De acuerdo con Susan Lee, directora de la sección América de Amnistía Internacional, “La situación en Honduras sólo puede ser calificada de alarmante. Los ataques contra defensores y defensoras de derechos humanos, la suspensión de medios de comunicación, las palizas a manifestantes por la policía y los informes cada vez más numerosos de detenciones masivas indican que los derechos humanos y el Estado de derecho en Honduras corren grave peligro”.
Otro despropósito de la dictadura, en su locura arrogante y típica de los regímenes fantoches, fue “conminar” al gobierno de Brasil a “definir” la situación de Zelaya y para ello “le otorgó” un plazo diez días. El presidente Luiz Inacio Lula da Silva afirmó con contundencia que su país no atiende “exigencias” de ninguna dictadura e instó a los periodistas que lo abordaron el domingo 27 de septiembre en Caracas, donde estuvo participando en la II Cumbre América del Sur-África, a llamar a Micheletti y su grupo como lo que son: “unos usurpadores no un gobierno provisional”.
La ira de la plutocracia
Pero es que los diez mandamases del empresariado hondureño que patrocinan el golpe, y de quienes Roberto Micheletti no es más que un mandadero, como lo son también los jefes de las Fuerzas Armadas de ese país, no soportan la ira que les produce el haber sido burlados por el presidente legítimo del país, Zelaya, quien a pesar de los miles de controles establecidos por los usurpadores para evitar su regreso a Honduras no pudieron detectarlo y llegó a Tegucigalpa luego de caminar valles, de subir montañas y de cruzar ríos sólo acompañado por cuatro baquianos.
Ninguno de los miles de militares formados en la base gringa de Soto Cano, en Palmerola (territorio hondureño), lo pudo detectar y Zelaya llegó para aguarles a los golpistas la fiesta que tienen montada con la farsa de una campaña presidencial entre compadres que se pelean el papel de nuevos mandaderos de los ricos.
Cuando el rumor de la presencia de Zelaya empezó a recorrer las calles de Tegucigalpa, Micheletti y su corte de áulicos comparecieron ante periodistas con sonrisas fingidas para desmentir la noticia. Según el dictador, lo de Zelaya, convertido en fantasma y dolor de cabeza de la oligarquía hondureña, era una invención, y hasta se tranquilizó a sí mismo diciendo que aquel debería estar rumbo a Nueva York para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero el imitador de Pinochet pensaba con el deseo.
Resulta que el fantasma de carne y hueso sí estaba recorriendo las calles de Tegucigalpa y la risa fingida se le transformaría a Micheletti --pocas horas después, cuando por fin los servicios de “inteligencia” de la dictadura lo pudieron confirmar--, en intensa ira: el Presidente cuyo cargo está usurpando sí estaba en la capital y ni Micheletti ni su ejército de encapuchados lo habían visto llegar.
Desde el lunes 21 de septiembre Zelaya permanece protegido en la embajada de Brasil, asumiendo con dignidad y valentía su liderazgo, respaldado por gran parte del pueblo de Honduras, que reclama el fin de la tiranía y que ha sido brutalmente reprimido por militares y policías aventados por los empresarios para alejarlos de las inmediaciones de la sede diplomática.
Ganas no les faltan a los neofascistas de violentar la embajada y de invadirla para secuestrar, otra vez, como lo hicieron el domingo aciago de finales junio, al mandatario legítimo del país de Francisco Morazán, pero no se han atrevido todavía porque saben que terminarían por aislarse más de lo que están en el plano internacional.
Hoy en día la dictadura hondureña se sostiene con el dinero de los multimillonarios de ese país, que han asumido el golpe como una venganza muy particular de su grupo de ricos privilegiados (la plutocracia) contra el liderazgo democrático de Zelaya. Además, otros multimillonarios de la oligarquía continental y de transnacionales estadounidenses seguramente están detrás de ellos, oxigenándolos financieramente. De otra forma Micheletti y su grupo no se podrían sostener en el poder.
A pesar de que el movimiento popular y la izquierda en Honduras tradicionalmente no han sido fuertes, el golpe los ha ido cohesionando y les ha hecho ganar niveles de organización y de movilización importantes, y lo cierto es que durante los 91 días que ha durado el golpe (hasta el lunes 28 de septiembre cuando se publica este análisis) han resistido día a día. La oligarquía no contaba con esa respuesta.
El asedio inmisericorde al que han sido sometidos por parte de la dictadura el presidente Zelaya, su familia, varios de sus seguidores y el personal diplomático de la embajada de Brasil constituye una violación al derecho internacional, que obliga a los gobiernos a garantizar la seguridad de las sedes diplomáticas y de quienes en ellas permanezcan. Y ello impone reformulaciones en relación con la salida de la crisis.
Sigue la ambivalencia de Obama
A la arrogancia de la dictadura contribuye sin duda la actitud vacilante del gobierno de Estados Unidos, que parece jugar en dos terrenos, porque mientras cancela las visas de Micheletti y otros de su corte, sigue promoviendo la gestión “mediadora” del presidente de Costa Rica, Óscar Arias, que les da largas a los golpistas.
Todo indica que, aunque no lo dice abiertamente, el gobierno de Barack Obama y Hilary Clinton le apuesta a dejar que la inercia anestesie la crisis hasta las elecciones de noviembre, cuando diría que lo importante es que hubo comicios y fue elegido un presidente “democráticamente”.
El miércoles 23 de septiembre, en su discurso ante la 64 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, Obama no incluyó ni una sola palabra sobre el golpe de Estado, mientras la mayoría de los presidentes latinoamericanos que intervinieron volvieron a condenar el hecho y a reclamar respeto para los refugiados en la embajada de Brasil.
La propuesta de pacto entre Zelaya y los golpistas para una salida al problema, formulada en la capital de Costa Rica en el mes de julio y denominada Acuerdo de San José, no fue aceptada por los usurpadores y hoy ya no tiene vigencia, pues ha sido rebasada por los acontecimientos cambiantes y dinámicos.
La reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la Organización de Estados Americanos, OEA, cumplida dos días después del regreso de Zelaya a Honduras, aprobó una resolución de nuevo respaldo al presidente legítimo, pero añadiéndole su acatamiento al famoso Acuerdo de San José.
Cuando ya se había aprobado la resolución, con reparos de Venezuela y Nicaragua, el embajador de este último país reveló que el presidente Zelaya, en diálogo con el jefe del Estado de Nicaragua, Daniel Ortega, había informado de su no acatamiento a ese acuerdo por considerarlo extemporáneo.
El hecho que menciono, que pasó casi inadvertido en las informaciones internacionales, es sintomático de la inoperancia de la OEA, que va a la zaga de los acontecimientos y cuya capacidad mediadora en la búsqueda de solución a la actual crisis en Honduras ha resultado un verdadero fracaso. Como lo ha sido también el de la ONU.
El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, firme al principio, ha ido flexibilizando su posición y se ha dejado golpear por la arrogancia de la dictadura, que le ha tirado la puerta en sus narices en varias oportunidades. Ahora, cuando anuncia que irá de nuevo a Honduras para procurar el diálogo entre Zelaya y los golpistas, Micheletti se alista a lanzarle un nuevo portazo.
Y, en otra prueba de su desenfreno, también “conmina” a los gobiernos de Argentina, España y Venezuela a que no intenten volver con sus misiones diplomáticas. Una delegación preliminar de la OEA que alcanzó a llegar al aeropuerto de Toncontín el viernes 25 de septiembre ni siquiera pudo salir de la sala de espera: fue expulsada por los déspotas.
Para rematar, un portavoz del gobierno de Obama en la OEA calificó el lunes 28 de septiembre como improcedente el regreso de Zelaya e insistió en la ardid del Acuerdo de San José. Está claro el doble juego gringo.
El pueblo tiene la palabra
Así las cosas, con organismos internacionales que brindan solidaridad, pero que no tienen poder coercitivo (y parece que político tampoco), sometidos increíblemente a la arrogancia de la dictadura, el futuro de Honduras está en manos de su pueblo.
Los trabajadores, campesinos, estudiantes, profesionales demócratas, amas de casas y tantos otros sectores que hoy se oponen al régimen golpista serán los que con su unidad y respuesta masiva y organizada le den un giro a la crisis a través de la resistencia y las movilizaciones de calle, por encima de la represión y del estado de sitio que de hecho impera, porque los toques de queda son decretados a cualquier hora por la dictadura.
Para ello, seguramente, Zelaya y sus seguidores tendrán en cuenta las contradicciones dentro de los grupos de poder, principalmente en sectores jóvenes de las Fuerzas Armadas, que probablemente no estén de acuerdo con la situación cada vez más grave de su país, pero que no se sienten con suficiente capacidad para expresarlo.
El Frente Nacional contra el Golpe de Estado y otras formas de organización social y política tienen tareas por delante de enorme magnitud. El regreso del Presidente legítimo contribuye a evitar que la dictadura logre su objetivo de meter a una parte del país en una campaña electoral politiquera y clientelar, para lo cual ya había obtenido el apoyo de cuatro de los siete candidatos presidenciales.
De igual forma, el retorno de Zelaya pone el ejercicio de la política en otro terreno y obliga volver a la discusión del problema de fondo, el del restablecimiento de la democracia. La solución ya no pasa por el Acuerdo de San José, que perdona los crímenes de la dictadura, genera un estado de impunidad y dejaría a Zelaya en el gobierno sólo para que administre unas elecciones marcadas por la ilegalidad del golpe de Estado y convertidas en una gran farsa.
Así lo entienden Zelaya y las organizaciones populares, que ahora levantan la bandera de la transformación institucional y la posibilidad de una reforma de la pétrea Constitución que las cúpulas oligárquicas quieren mantener inmodificable, porque así garantizan sus enormes privilegios.
Y a todas éstas, los latinoamericanos estamos obligados a redoblar la solidaridad con el Presidente y el pueblo hondureños, porque su lucha contra la tiranía es la causa de todos los pueblos del continente.
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Zelaya pone en su sitio a la W
En relación con el golpe en Honduras, los medios de las élites continentales siguen cumpliendo un deplorable papel de connivencia con la dictadura. Fue lamentable, por ejemplo, la posición de los periodistas de la emisora colombiana W Radio, quienes, en entrevista realizada en la mañana del 22 de septiembre, insistían en juzgar como “un error” el regreso de Manuel Zelaya a su país, y todo porque, según ellos, Micheletti y sus fantoches tienen el respaldo de las armas. ¡Qué tal!
Ante semejante actitud, que más parecía de defensores de la dictadura en Honduras que de comunicadores comprometidos con la democracia, Zelaya respondió con vigor y dignidad. Una parte del diálogo que ilustra sobre el tono de las preguntas y el carácter de las respuestas es el siguiente:
Félix de Bedout: ¿El regreso suyo no era predecible que provocara esta reacción y que radicalizara aún más la situación? ¿No le preocupa que con su regreso lo que se está llevando es (sic) a poner a Honduras al borde de la guerra civil?
Manuel Zelaya: Los cobardes huyen, los cobardes renuncian a sus derechos, los negocian por unas monedas más. De esa estirpe no estamos hechos los hondureños. Yo he venido a enfrentar, en forma directa, a través del diálogo, a través de la concertación, el problema que vive hoy el pueblo hondureño. Yo sé que a mucha gente no le importa que haya asesinatos y violaciones a los derechos humanos, que se haya interrumpido la democracia en Honduras. Yo sé que existe ese tipo de gente en la humanidad, pero mi deber es defender los intereses del pueblo hondureño y defenderlos pacíficamente como lo estoy haciendo en este momento.
No es rara la actitud de los periodistas colombianos. La desinformación, de un lado, y la manipulación, del otro, en relación con la realidad hondureña son pasmosas. Tanto que el mismo Zelaya tuvo que decirles a los “pontífices” de la W que estaban muy mal informados sobre lo que sucedía en Honduras.
Los invito a escuchar la entrevista completa, tomada de la página de W Radio de Colombia. Resulta interesante para seguir reflexionando sobre cómo manejan los medios de comunicación de las élites la información sobre lo que ocurre en nuestro continente.
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