Un pendenciero en Cancún
Uribe fue el último en llegar a la cumbre de mandatarios de Cancún, México, el lunes 22 de febrero. Lo hizo prevenido, dispuesto a buscarle pelea al presidente Chávez.
Mientras los mandatarios hacían un receso en las deliberaciones de la Cumbre de Río y almorzaban, él le reclamó a gritos a Chávez por las medidas económicas en la frontera.
Éste respondió denunciando que desde Colombia habían enviado a 300 paramilitares con la misión de asesinarlo, revelación que recrudeció el ánimo pendenciero de Uribe.
Al ver que Uribe les estaba amargando el almuerzo a sus homólogos, Chávez optó por desestimar los gritos del colombiano y se dispuso salir. Quería evitar más escándalos.
Uribe enfureció más, y como cualquier camorrero de esquina le espetó a Chávez una de sus consabidas frases. “Sea varón, no se vaya, dé la cara”, dicen que dijo.
“Vete al carajo”, habría respondido Chávez y se retiró, aceptando las sugerencias de los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de México, Felipe Calderón.
En la noche del lunes los rumores sobre el encontrón inundaron los medios, y en la madrugada del martes ese fue el tema del día en Colombia y en otros países.
Los uribistas, de inmediato, llamaron en masa a la W Radio para, como siempre ocurre, expresar su “orgullo” por las andadas de su presidente.
Muchos son como él, y eso era lo que quería. Que cayeran redonditos y se olvidaran de sus decretos contra la salud y de los escándalos de corrupción que sacuden su gobierno.
Pero la dicha no le duró mucho. Probablemente su gesto pendenciero les gustó a sus incondicionales en Colombia, pero en el resto del continente quedó como un patán.
Y Chávez, a quien los medios pintan como conflictivo, mostró que sabe diferenciar los escenarios y que no podía liarse a insultos con Uribe en una cumbre de presidentes.
Entre otras cosas, porque la provocación de Uribe se le atravesó al tema fundamental del encuentro: crear un órgano latinoamericano y del Caribe unido y sin EE.UU. ni Canadá.
A pesar de Uribe y de su grotesco comportamiento, la Cumbre de Río decidió sentar las bases de esta comunidad, lo cual es un hecho histórico y un golpe a la OEA.
Y, por ahí derecho, al hegemonismo estadounidense. Uribe perdió por partida doble: quedó mal ante sus colegas y no pudo salvar del aislamiento a su ídolo, EE.UU.
Uribe fue el último en llegar a la cumbre de mandatarios de Cancún, México, el lunes 22 de febrero. Lo hizo prevenido, dispuesto a buscarle pelea al presidente Chávez.
Mientras los mandatarios hacían un receso en las deliberaciones de la Cumbre de Río y almorzaban, él le reclamó a gritos a Chávez por las medidas económicas en la frontera.
Éste respondió denunciando que desde Colombia habían enviado a 300 paramilitares con la misión de asesinarlo, revelación que recrudeció el ánimo pendenciero de Uribe.
Al ver que Uribe les estaba amargando el almuerzo a sus homólogos, Chávez optó por desestimar los gritos del colombiano y se dispuso salir. Quería evitar más escándalos.
Uribe enfureció más, y como cualquier camorrero de esquina le espetó a Chávez una de sus consabidas frases. “Sea varón, no se vaya, dé la cara”, dicen que dijo.
“Vete al carajo”, habría respondido Chávez y se retiró, aceptando las sugerencias de los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de México, Felipe Calderón.
En la noche del lunes los rumores sobre el encontrón inundaron los medios, y en la madrugada del martes ese fue el tema del día en Colombia y en otros países.
Los uribistas, de inmediato, llamaron en masa a la W Radio para, como siempre ocurre, expresar su “orgullo” por las andadas de su presidente.
Muchos son como él, y eso era lo que quería. Que cayeran redonditos y se olvidaran de sus decretos contra la salud y de los escándalos de corrupción que sacuden su gobierno.
Pero la dicha no le duró mucho. Probablemente su gesto pendenciero les gustó a sus incondicionales en Colombia, pero en el resto del continente quedó como un patán.
Y Chávez, a quien los medios pintan como conflictivo, mostró que sabe diferenciar los escenarios y que no podía liarse a insultos con Uribe en una cumbre de presidentes.
Entre otras cosas, porque la provocación de Uribe se le atravesó al tema fundamental del encuentro: crear un órgano latinoamericano y del Caribe unido y sin EE.UU. ni Canadá.
A pesar de Uribe y de su grotesco comportamiento, la Cumbre de Río decidió sentar las bases de esta comunidad, lo cual es un hecho histórico y un golpe a la OEA.
Y, por ahí derecho, al hegemonismo estadounidense. Uribe perdió por partida doble: quedó mal ante sus colegas y no pudo salvar del aislamiento a su ídolo, EE.UU.
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