¡Cuál libertad de prensa!
El derecho de la sociedad a la información veraz queda reducido a los intereses del capitalista que necesita, ante todo, ganancias y complacer al poder que se las garantiza. El caso del periódico El Tiempo es el más demoledor ejemplo de ello.
Por Luis Alfonso Mena S.
En Colombia, en vez de libertad de prensa lo que existe es libertad de empresa, siempre y cuando ésta sirva al sistema político excluyente y discriminatorio imperante.
Y, además, en tanto satisfaga las ganancias de los grandes empresarios de la industria editorial, entroncada con grupos familiares oligárquicos.
Hace pocos días ocurrieron dos hechos que corroboran en forma demoledora el anterior aserto: los cierres de la revista Cambio y del periódico Hoy.
Ese fue el regalo que les prodigó la Casa Editorial El Tiempo, copropietaria de las dos publicaciones, a sus periodistas a escasas horas de conmemorarse el 9 de febrero.
La explicación de los dueños para tal medida es que Cambio no daba réditos económicos, que la ecuación costo-beneficio era deficitaria.
Asimismo, que el periódico Hoy, el hijo amarillo de la familia Santos, tampoco proporcionaba los resultados esperados.
Es decir, ante todo la lógica del capitalista: primero las ganancias. El medio de comunicación circula si da ganancias.
Pero la decisión de la familia Santos, arrogante y prepotente como siempre, esconde un hecho más grave: la censura disfrazada en el caso de Cambio.
En realidad, Cambio se les había salido de las manos, contradecía la línea editorial de los Santos y los ponía en aprietos frente a Álvaro Uribe, de quien son incondicionales.
Fue esta revista una de las pocas publicaciones que se atrevió a denunciar graves casos de corrupción del Gobierno.
El año anterior en sus páginas se revelaron, entre otros, los escándalos de Agro Ingreso Seguro y las chuzadas del DAS a opositores y periodistas críticos.
De igual manera, el caso de la zona franca que favoreció a los hijos del Presidente y el escándalo de corrupción en Etesa, que salpica a uno de los aliados de Uribe en el Senado.
Así, las denuncias de Cambio se habían vuelto una piedra en los zapatos de los Santos, que no estaban dispuestos a soportar más, pues afectaban en dos direcciones su empresa.
El derecho de la sociedad a la información veraz queda reducido a los intereses del capitalista que necesita, ante todo, ganancias y complacer al poder que se las garantiza. El caso del periódico El Tiempo es el más demoledor ejemplo de ello.
Por Luis Alfonso Mena S.
En Colombia, en vez de libertad de prensa lo que existe es libertad de empresa, siempre y cuando ésta sirva al sistema político excluyente y discriminatorio imperante.
Y, además, en tanto satisfaga las ganancias de los grandes empresarios de la industria editorial, entroncada con grupos familiares oligárquicos.
Hace pocos días ocurrieron dos hechos que corroboran en forma demoledora el anterior aserto: los cierres de la revista Cambio y del periódico Hoy.
Ese fue el regalo que les prodigó la Casa Editorial El Tiempo, copropietaria de las dos publicaciones, a sus periodistas a escasas horas de conmemorarse el 9 de febrero.
La explicación de los dueños para tal medida es que Cambio no daba réditos económicos, que la ecuación costo-beneficio era deficitaria.
Asimismo, que el periódico Hoy, el hijo amarillo de la familia Santos, tampoco proporcionaba los resultados esperados.
Es decir, ante todo la lógica del capitalista: primero las ganancias. El medio de comunicación circula si da ganancias.
Pero la decisión de la familia Santos, arrogante y prepotente como siempre, esconde un hecho más grave: la censura disfrazada en el caso de Cambio.
En realidad, Cambio se les había salido de las manos, contradecía la línea editorial de los Santos y los ponía en aprietos frente a Álvaro Uribe, de quien son incondicionales.
Fue esta revista una de las pocas publicaciones que se atrevió a denunciar graves casos de corrupción del Gobierno.
El año anterior en sus páginas se revelaron, entre otros, los escándalos de Agro Ingreso Seguro y las chuzadas del DAS a opositores y periodistas críticos.
De igual manera, el caso de la zona franca que favoreció a los hijos del Presidente y el escándalo de corrupción en Etesa, que salpica a uno de los aliados de Uribe en el Senado.
Así, las denuncias de Cambio se habían vuelto una piedra en los zapatos de los Santos, que no estaban dispuestos a soportar más, pues afectaban en dos direcciones su empresa.
Primera dirección: de todos es conocido el compromiso de la Casa Editorial El Tiempo con el régimen uribista, al que defiende a capa y espada.
Esa ha sido la tradición histórica del El Tiempo: es el diario del establecimiento, del statu quo, de la oligarquía colombiana. [1]
Además, dos de sus accionistas son parte del régimen: Francisco Santos es el vicepresidente y Juan Manuel Santos fue ministro de Defensa y sería candidato presidencial del uribismo.
Segunda dirección: de continuar las denuncias de Cambio se generaría un ambiente negativo frente al Gobierno que podría afectar los negocios estratégicos de los Santos.
Y uno de estos, tal vez el más importante y multimillonario, es el del tercer canal de televisión privada, que todo indica le será entregado al Grupo Planeta.
El Grupo Planeta es ahora el socio de los Santos, al que precisamente vendieron la mayor parte de sus acciones para aspirar a ese canal.
Así que está clara la intención de la medida contra Cambio. Los Santos mataron dos pájaros de un tiro: acabaron con una publicación incómoda y apuntalaron sus opciones comerciales.
Los periodistas fueron liquidados laboralmente el miércoles 17 de febrero. El 8 de febrero había ocurrido lo propio con los editores Rodrigo Pardo y María Elvira Samper.
El caso Duque
Pero el caso de esta publicación no es el único ejemplo de mordaza y persecución a los periodistas que se atreven a disentir o a ejercer la investigación.
Durante este Gobierno, que los Santos califican de respetuoso de la libertad de prensa, pululan los casos contra los periodistas críticos.
Uno de esos casos es el de la periodista Claudia Julieta Duque, sometida a la más aberrante persecución por parte del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS.
Ella hizo una intensa indagación en relación con el asesinato de Jaime Garzón, y demostró cómo el DAS había actuado para desviar la investigación oficial de ese crimen.
Lo hizo con el Colectivo de Abogado José Alvear Restrepo, y desde ese momento empezó la persecución del DAS, que es la policía secreta del Gobierno.
El cerco incluyó amenazas contra la periodista y su hija, seguimientos y llamadas diseñadas en un manual que enseñaba cómo abordarlas para causarles pánico.
Todo ello y las chuzadas a sus líneas telefónicas la obligaron a salir del país en varias oportunidades.
Con ocasión del día del periodista volvió a denunciar su caso, que ha tenido poca repercusión en los grandes medios y ninguna en entidades como la SIP. [2]
La Sociedad Interamericana de Prensa sólo se pronuncia para atacar a los gobiernos que no son de las apetencias de los dueños de los oligopolios de la comunicación.
El caso de Claudia Julieta Duque se suma a los de otros periodistas chuzados y perseguidos por el DAS y demás organismos del Gobierno por disentir.
En artículos que presentamos en esta misma edición de ¡PERIODISMO LIBRE! reseñamos informes que documentan las violaciones al ejercicio de la comunicación en el país. [3]
Esos informes, uno nacional y otro del Valle del Cauca, demuestran que estamos muy lejos de lo que los defensores a ultranza del Gobierno dicen en materia de libertad de prensa.
En Colombia la prensa está presa en la tan cacareada libertad de empresa. Esto no es un juego de palabras. Es el círculo en el que se desenvuelven medios y periodistas.
De un lado, los grupos de poder son los dueños de los grandes medios, usados para el sostenimiento del sistema y del régimen políticos que les garantizan sus privilegios.
Y, del otro, esas empresas se encargan de cercenar los derechos de sus periodistas a informar y opinar, argumentando que hacen con sus empresas lo que les da la gana.
Así, el derecho de la sociedad a la información veraz queda reducido a los intereses del capitalista que necesita, ante todo, ganancias y complacer al poder que se las garantiza.
La búsqueda de la verdad es el fin fundamental del periodismo. Y ella no les conviene a los negociantes del periodismo. A los empresarios de la mentira.
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[1] Al respecto recomiendo el libro Exclusión, discriminación y abuso de poder en El Tiempo del Frente Nacional. Una aproximación desde el análisis crítico del discurso, del historiador César Augusto Ayala Diago, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2008, 364 pp. Se trata de un seguimiento minucioso al tratamiento arbitrario y parcializado que el periódico de los Santos hizo de la información relacionada con una época trascendental en la historia de Colombia (1958-1974), durante la cual no sólo defendió el régimen excluyente del Frente Nacional sino que persiguió con saña a las fracciones políticas de los mismos partidos tradicionales que se oponían a él.
[2] Una de las pocas publicaciones hechas sobre este caso fue la de la revista Semana No. 1.441, edición del 14 al 21 de diciembre de 2009, pp. 53 y 55.
[3] Ver en ¡PERIODISMO LIBRE! No. 17 Las Cifras no Mienten y Garrote a Periodistas.
Excelente artículo. Muchas gracias Luis Alfonso por hacer periodismo libre, sin presiones. Por buscar siempre la verdad, lo que debería ser el verdadero periodismo.
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