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domingo, 1 de agosto de 2010

8.- Historia. El papel de las juntas provinciales

Apuntes sobre el Bicentenario
de la Independencia

La Junta de Quito, en la redacción del Manifiesto de agosto 1809, dejó constancia de la claridad que tenían sobre la independencia que se avizoraba, manejando hábilmente el lenguaje lleno de dicterios contra el invasor Bonaparte... Queda claro que dentro de la corriente juntista, el movimiento de Quito fue el primero del Virreinato en reaccionar con una visión más acertada.

Por Alberto Ramos Garbiras (*)
El período comprendido entre 1808 y 1810 empezó a marcar el decaimiento del poder de la Corona española para mantener la hegemonía sobre las colonias americanas.

La traducción de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, realizada por Antonio Nariño, marcó la ebullición al conocerse la magnitud de los logros franceses, los derechos humanos elevados a normas constitucionales.

Las diferencias entre criollos y chapetones comenzaron a minar la “superioridad española pura”, los criollos formaron núcleos de activistas y pensadores que cuestionaban ya a las autoridades del Rey y del Virrey.

Los levantamientos populares del movimiento negro en Santo Domingo y Haití entre 1791 y 1804 sirvieron de aliento para las insurrecciones posteriores y de modelo para Simón Bolívar en sus análisis de los antecedentes.

Paralelamente aumentaba la población mestiza, los indígenas y esclavos aumentaban su inconformidad; crecía la población de pardos, mulatos y otros segmentos raciales que acrecían la multiculturalidad, sin que se resolvieran las reclamaciones por la tenencia de la tierra, o al menos se viera beneficiada la mano de obra que participaba en los procesos productivos de cara a las exportaciones hacia Europa.

En el marco de esa ebullición social se produjo la invasión napoleónica a España. Una serie de juntas provinciales, conformadas por líderes criollos inicialmente rechazaron la invasión francesa a la península ibérica, reclamando la libertad del depuesto Rey Fernando VII y solicitando participación en las instituciones de la administración virreinal.

En realidad, estas juntas provinciales difundidas fueron una copia, un calco, de las juntas ibéricas organizadas después de la invasión napoleónica, pero constituyeron en el interior del Virreinato la semilla que fertilizaría las actas de independencia, los actos y las acciones político-militares como antesala a la guerra de independencia que se desdoblaría en antiabsolutista.

La inconformidad dentro de la Colonia comenzó a larvarse por las obvias desigualdades y el trato despótico de los españoles para con los indígenas, mestizos y población afro.

La tardía toma de conciencia y la lenta formación de una clase dirigente criolla autonomista retrasaron el proceso de independencia.

La invasión francesa a España debilitó a la monarquía borbónica que comenzó a perder el control en las colonias americanas por imposibilidad de seguir enviando tropas de refuerzo.

Dentro del Virreinato de la Nueva Granada la conformación de la Junta Suprema de Quito (1809) y su manifiesto da inicio al proceso del llamado juntismo.

La Junta de Quito, en la redacción del Manifiesto de agosto 1809, dejó constancia de la claridad que tenían sobre la independencia que se avizoraba, manejando hábilmente el lenguaje lleno de dicterios contra el invasor Bonaparte, exaltando al Rey Femando VII, cuestionando a los españoles europeos, desconociéndoles por la inacción, fomentando gobiernos autónomos aparatados de las decisiones de quienes no defendieron oportunamente la península, ni tenían planes para enfrentar al enemigo común (los franceses).

El 3 de julio se conoce el Acta de la Junta Extraordinaria de Cali. En Cali también había crecido notoriamente la población mestiza, y como un cuasi-puerto-seco, por la relativa cercanía, era la vía predilecta hacia el Pacífico y conexión hacia los Andes, más que Popayán, de allí la importancia que revestía.

La Junta fernandista de Regencia de Cádiz “gobernaba” (a contracorriente de la invasión francesa), invocando al Rey depuesto y había pedido solidaridad a los grupos destacados de las colonias.

Existía en el imaginario criollo y popular la creencia, como espejismo jurídico, de que esa Junta tenía la autoridad sobre los territorios ultramarinos.

Ese espejismo se despeja en febrero de 1811 cuando el Cabildo de Cali, al no estar conforme ni acatar la Junta de Regencia de Cádiz, creando la junta provisional de las ciudades Confederadas.

La autonomía que reclamaban inicialmente era miope por la obnubilación que tenían respecto a la soberanía Divina del Rey, y por estar imbuidos del primer constitucionalismo monárquico de estirpe inglesa y francesa, esa creencia con visión recortada no es deleznable para la época, teniendo en la cuenta que el ejército realista dominaba el territorio, pero fue otro peldaño para avanzar hacia la guerra de independencia total, como todos los procesos ideológicos de maduración.

La confusión creada en el Valle durante los primeros años de la década de 1810 entre regentistas y autonomistas, como facciones pre-partidistas, no debe servir como tarima descalificatoria para esos grupos de criollos que después aportaron a la guerra de independencia, como el caleño Ignacio Herrera, catedrático de la Universidad del Rosario, humanista que influyó en la mentalidad de los criollos de Cali y Quito.

Queda claro que dentro de la corriente juntista, el movimiento de Quito fue el primero del Virreinato en reaccionar con una visión más acertada.

(*) Miembro de la Academia de Historia del Valle.

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