Foto tomada de agendapu.blogspot.com |
El baloto viviendista
De la invasión, la piratería y la autoconstrucción pasamos a la
especulación. En la mayoría de ciudades colombianas la tierra urbanizable quedó
en manos de carteles y grupos económicos que se enriquecieron, comprando
herencias y a propietarios quebrados.
Por Carlos Victoria (*)
El hiperministro de vivienda anunció
que los capitanes de la política local
no serán los beneficiarios de las 100 mil viviendas. Que todo dependerá de una rifa. De un sorteo.
Vargas Lleras instaurará, según eso, un nuevo derecho: el derecho a ser
suertudo. Con ello, dijo, pretendería eliminar la talanquera clientelista que por décadas ha sido uno de los motores
electoreros por excelencia. A la postre unos buenos potes de perfume bendicen
el arranque de esta locomotora que alista baterías y urnas para cosechar votos,
finalmente. La exclusión, en últimas, se tramitará bajo el azar.
La vivienda social ha sido la carnada
que alimenta la simbiosis entre pobreza y clientelismo. Es el caldo de cultivo
para que la corrupción política y comunitaria sea eficiente. Lo que es un
derecho se vuelve un contrato parasitario. La mediación politiquera reproduce
un espiral de inequidad y exclusión por la vía de la institucionalización de la
necesidad. No es, por tanto, resultado de un contrato democrático, ni mucho
menos de justicia social. Responde al cálculo de tener contento a los pobres,
aunque sufran. Esta es una de los logros de las redes privadas de dominación
social. El problema es que son 20 millones!
La prueba de esta transacción pasa por
varios escenarios. La baja calidad de la construcción es una. Las recientes
denuncias sobre el deterioro de las viviendas levantadas en el proyecto de El
Remanso y Tokio en Pereira, es la prueba fehaciente que la vivienda para los
pobres, además, es tan pobre como la política misma que la inspira. El otro
escenario pasa por la secuela de desalojos en distintos puntos de la ciudad,
como en La Cascada y los que se anuncian en El Danubio. Ahí si que hay tela de
donde cortar: estas familias deberán adquirir el Baloto de Santos? o hacerle
antesala a los Honorables dueños del señuelo? Pregunto: ¿Cuántas veces le
prometió el Senador Soto a las familias de El Danubio su anhelada escritura?
De la invasión, la piratería y la
autoconstrucción pasamos a la especulación. En la mayoría de ciudades
colombianas la tierra urbanizable quedó en manos de carteles y grupos
económicos que se enriquecieron, comprando herencias y a propietarios
quebrados. Impotentes para pagar impuestos. Los departamentos y municipios
dejaron en manos del mercado inmobiliario la suerte de los planes de vivienda.
Los bancos de tierra desaparecieron. Los barrios que impulsaron solo se
quedaron en cemento y ladrillo. Ahora son territorios donde gobierna la
ilegalidad armada. No hay tierra para la gente pobre. El negocio ya está hecho,
de todos modos: las tierras para vivienda social están exentas de impuestos. El
negocio es jugoso.
“El modelo neoliberal que se ha venido
gestando, ha transformado el estado como garante del derecho a la vivienda, en
un oferente y constructor de la misma, un facilitador que actúa desde la
demanda, dejando como en otros sectores del país el tema de lo habitacional, en
manos de especuladores que se mueven en el mercado inmobiliario”, sostiene una
de las conclusiones los Administradores Ambientales, Estefany Soto y Santiago
López Jiménez, en su tesina de grado de la UTP.
Estos vaivenes solo fueron posibles
gracias al escamoteo politiquero del llamado viviendismo y el desarrollo
comunitario, bajo la sombrilla de la autogestión. En fin, ni desarrollo ni
comunidad. Lo que construyeron fueron redes de clientela al servicio de
políticos profesionales, expertos en el trámite de licencias, permisos, y
regateos ante las propias colocas en puestos claves de la administración
pública, y un seudo ambiente de participación democrática a través de consejos
y asambleas comunitarias para repartir galletas (cemento y ladrillo). En
resumen: vivienda social –ahora con apellido nuevo: prioritaria- es sinónimo de
discursos, votos y fidelidad banderiza. Los pobres lo disfrutan y los políticos
lo maximizan.
Es en este contexto en el que hay que
sopesar el anuncio de las cien mil viviendas ofrecidas por Santos. Pura
munición electoral para ser usada a casi dos años de elecciones al Congreso y
la Presidencia. Combustible perfecto para impulsar la locomotora electorera. La
maquinaria viviendista impondrá su ritmo mediante una bien aceitada maniobra,
como siempre ha sucedido a lo largo de
la historia. Ah, y a rezar se dijo para salir favorecido. La parafina que
produce Ecopetrol se agotará: millones de velas serán encendidas tras el milagro
de salir “favorecido” en el baloto viviendista.
10 de junio de 2012
(*) Editor del portal
Agenda Ciudadana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario