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martes, 6 de noviembre de 2012

Reportaje. Otra mirada a una de las tradicionales galerías de Cali

Aspecto de la Galería Santa Elena con toda su diversidad de alimentos en plena actividad comercial.
Santa Elena: el hipermercado de todos

“En el supermercado se habla con los precios. Con el cartón. Aquí el trato es más humano, aquí se siente atendido por amigos”, dice Miguel Ángel Muñoz Pino, administrador de la Galería Santa Elena. Las galería reciben el embate de las multinacionales dueñas de las llamadas grandes superficies y la ciudad parece no valorar la cultura inmersa en ellas.

Por Daniel Herrera Urreste (*)
Es un lugar en donde los sonidos, las formas y los olores son sus dueños, y lo enriquecen cultural y comercialmente. ‘Asprilla’, un cotero, mira con tristeza cómo el olvido ha ido deteriorando cada parte de este libro de historias: la Galería de Santa Elena.

Los valores del día y de la noche, parecen una ilusión, se mezclan de tal manera que la única forma de diferenciarlos es por la iluminación que es arrebatada por la penumbra de las seis de la tarde. Tiempo que es indispensable para la supervivencia de muchas personas, que al igual que ‘Asprilla’, aprovechan para ganar algunos ‘pesitos’ descargando bultos que son traídos de diferentes partes del país en grandes camiones.


“Aquí el ‘camello’ empieza desde las dos de tarde, pero lo bueno empieza desde las seis de la tarde, ahí uno puede hacer más. Puede ganar más. Por lo que uno ya tiene como su clientela, entonces es más fácil, ahí le pagan a uno desde $500 a $1.000 el bulto, dependiendo”, dice ‘Asprilla’ mientras sostiene una cerveza en la mano.

Después de cada bocanada de cerveza escupe una historia nueva. Por ejemplo, la que cuenta con cierta gracia y orgullo en su rostro, de aspecto ‘somálico’, la cicatriz que tendrá que cargar por el resto de su vida, en su pectoral derecho, después de casi morir por una puñalada que le propino un amigo. Puñalada que no tuvo repetición por personas del lugar que intervinieron y lo salvaron.

Le pregunto por el microtráfico o por las bandas de extorsión del lugar y me responde que “es mejor no saber de esa gente, si se los encuentra y le sacan ‘fierro’, no se vaya a asustar, sólo se levanta la camisa, para mostrar que no tiene nada, y les explica qué está haciendo por acá, no vaya a correr, porque lo matan, como pasó la otra vez con un ‘pelao’ que se ‘paniquió’”.

Y de hecho sí, me di cuenta que el fenómeno de la extorsión es el nuevo cáncer que se apodera de la Galería de Santa Elena, como lo confirma el boletín N° 343 de la Policía Metropolitana Santiago de Cali, en el cual dice que fueron capturados seis integrantes de la banda ‘Santa Elena’ o ‘El Planchón’, los cuales cobraban a comerciantes desde $5.000 hasta $30.000 diarios, amenazando con quitar la vida a quienes se opusieran o pagar la ‘vacuna’.

Esto lo confirma Miguel Ángel Muñoz Pino, administrador desde hace doce años de la plaza de mercado, “los comerciantes de afuera crearon unos grupos de limpieza social, para protegerse de los atracos, pero eso después se les salió de las manos y eso ahora es un problema de extorsión”.

El rompe calzoncillos
Aunque el microtráfico y la extorsión parecen ser los dueños de este lugar, es imposible no encontrarse con personas como ‘Mamá Eva’, ganadora del II Festival de Chefs, que se realizó en el Centro Comercial Palmetto Plaza, con su caldo peligroso.

Una sustancia que es reconocida por las personas de la galería como el caldo rompe calzoncillo, que tiene entre sus componentes el viril de toro y la leche de cabra. Es el mismo caldo que causa impresión y una risa morronga cuando se pregunta por él.

“Este sí es peligroso, si usted se toma esto no va a alcanzar a llegar donde la novia – exclama ‘Mamá Eva’ en medio de risas-- le va tener que decir a el administrador que le preste el baño”.

Después uno se da cuenta de las escasas personas que frecuentan la plaza de mercado. “Santa Elena, es un micro ejemplo de lo que pasa en toda la ciudad, están hablando de globalización, pero lo que hay es un monopolio. Se supone que en la supuesta globalización se pensó en todo, pero no se pensó en la necesidad de las personas, nuestra necesidad era la del transporte público”, argumenta el administrador del lugar.

Carolina Villegas, arquitecta (e) de Espacio Público, Ordenamiento y Colectivo, dice: “Los de Metrocali necesitan desarticular todos estos buses de servicio público, para así poder sacar todos estos buses que tienen guardados”.

Camino a la galería
Para llegar a la Galería de Santa Elena se debe tomar la ruta P47B, que hace su parada a dos cuadras de la galería por la calle 25, que se demora desde la estación Plaza de Toros aproximadamente media hora. Para devolverse es necesario abordar la ruta P50A, que dura aproximadamente dos horas en llegar a la estación Centro.

Aunque hay un proyecto solo en el plano ideal, llamado Corredor Verde, que consiste en volver a reactivar la vía férrea, articulándose con el MÍO y con los municipios vecinos, Jamundí, Yumbo y Palmira, no se está garantizando, en este momento, las condiciones de las personas de Santa Elena.

María Ignacia de López, con 47 años trabajando en la galería vendiendo quincallerías, tiene 82 años de edad y afirma: “Del arriendo del local, pago lo que puedo, y pues ahora me demoro mucho en venir hasta aquí”.

Desde el Departamento de Bienestar Social de la Alcaldía de Santiago de Cali, el encargado de los temas de mujer, niñez, familia, víctimas del conflicto, lgtbi, juventud, indígenas, asuntos afrocolombianos, discapacitados y adulto mayor, dice Adriana Afanador, trabajadora social del lugar: “Por el momento en la Galería de Santa Elena no se está haciendo nada y a nivel ciudad se están desarrollando los proyectos del gobierno pasado”.

Nancy Bautista, una egresada de derecho de la USC y técnico operativo de convivencia de la Alcaldía, da más desanimo con las situaciones que se presentan en Santa Elena. “No, no se está haciendo nada, hay un proyecto macro, pero hasta el momento nada”.

Y Magnolia Franco, técnico operativo de la Oficina de Planeación Económica y Social, cuenta: “Una vez se hizo algo, en el periodo 2007, como por un mes, se prestó seguridad y se tapó el caño, pero ahí cuando llegó toda esa gente a extorsionar y todo eso, y pues ahora no se hace porque sale muy costoso. Cuesta mucho”.

Para Leyder Ramírez Parra, uno de los mayoristas de choclo, de la parte externa de la galería: “Ahora lo del transporte me está afectando las ventas, a eso súmele el estigma que se ha generado por la culpa de la violencia y los drogadictos que dan un mal aspecto a la galería”.

Mientras esta problemática social sigue, unos cuantos se reparten el poder y otros organizan la ciudad para el consumo, como las estaciones del MIO que están ubicadas de tal manera que para llegar a los centros comerciales solo toca cruzar una calle.

Pero ante todo esto hay personas como Harold Ruiz, reciclador, profesor de inglés y pastor, que vivió 18 años en Estados Unidos. El bazuco, que se consigue desde $500, se ha apoderado de su cuerpo, dejándole cicatrices como la de un balazo en la pierna derecha, venas que parecieran que fueran a explotar y un rostro al que el vicio le absorbió cada gramo de carne.

“A las personas de la calle no nos sirve para nada la crítica, muchos pastores hablan de fe, pero es mejor hablar de fe con acciones. Yo doy charlas a las personas que trabajan en la calle, para que se rehabiliten. El otro día me encontré con un muchacho muy bien vestido y me dijo: ‘¿Usted se acuerda de mí?’ Yo le respondí que no, y él me dijo: ‘Yo escuché una de sus prédicas y desde ahí decidí salirme de este maldito mundo. Muchas gracias’, relata Harold.

Si, aquí en Cali, los ciudadanos siguen ignorando este “hipermercado de todos” como lo denomina Miguel Ángel, y siguen llenando los bolsillos de los grandes almacenes, mientras el transporte urbano les cierra las entradas, pequeñas historias hacen la diferencia en este lugar.

(*) Estudiante de periodismo de la Usaca.

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