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viernes, 2 de enero de 2015

Análisis. Balance de la Feria de Cali


Lo que los medios “no vieron”

Por Luis Alfonso Mena S.
Concluyó una nueva versión de la Feria de Cali, certamen mayoritariamente para los adinerados y los negociantes de buena parte de los escenarios en los que se programan espectáculos.

La exclusión campeó en el llamado Salsódromo, espacio público privatizado para llenar las arcas de unos pocos y taparle la vista a Juan Pueblo, que hasta para observar el recurrente desfile de carros viejos (pasatiempo de unos cuantos solventes del capital) tenía que pagar.

(A propósito: se acabó el jolgorio y ¿qué pasó con la demanda contra el cierre y la privatización de las vías públicas?).

Conciertos costosos y llenos de problemas e improvisaciones, prolijos en quejas, porque allí los privilegiados de puestos millonarios eran los único bien atendidos.

Y una feria taurina en decadencia, que ya no concita como en otras épocas. El circo de la tortura y de la sangre poco a poco se va quedando sin los auditorios de antes. La apología del tormento animal se debe mandar al rincón del olvido.

Rescatable el encuentro de melómanos y coleccionistas, que le sigue mostrando a las nuevas generaciones el valor de la historia de la música, que no nació hoy y no se reduce a reguetón, champeta y ras tas tas, como quieren sus comercializadores.

Además, la salsa continúa teniendo a Cali como uno de sus pocos epicentros en el mundo y ese es un aporte clave en el plano cultural.

Reproduzco algunas de las imágenes que circularon en páginas alternativas sobre la otra cara de la Feria, no difundidas por los medios áulicos de ella.


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