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El oficio más bello del mundo
Por
José Marulanda (*)
El
periodismo sigue siendo una imperiosa necesidad, mucho más en estos tiempos en
donde la velocidad y la inmediatez se han convertido en el principal valor de
este oficio, alterando el compromiso de denunciar, informar, narrar, analizar y
ayudar a aprender que tenemos todos aquellos que tomamos la decisión de ejercer
esta profesión.
A
pesar de que los dueños de los grandes medios de comunicación han convertido
este trabajo en un lucrativo negocio en donde solo tienen cabida los anuncios
de las oficinas de prensa de los políticos de turno o las muertes producto de
un atraco callejero, el periodismo sirve para luchar contra la superficialidad,
la banalidad y el amarillismo que abundan en las salas de redacción de los
periódicos, revistas y noticieros de hoy.
Es
una labor que nos permite ser testigos para luego contar, aprender sobre la
condición humana, indagar acerca de lo que no sabemos para comprendernos y de
esta manera entender mejor la sociedad en la que vivimos.
Aquí
no se necesita que un pueblo remoto y olvidado por los gobernantes se queme o
sea asaltado por un grupo armado para escribir sobre él.
Hacer
periodismo es mucho más que poner una grabadora al frente de los poderosos para
hacer una noticia. Hay que vencer esa corriente que nos invita al acomodamiento
y a la unilateralidad, defender el derecho de los ciudadanos a saber lo que
está pasando averiguando lo que no le conviene al poderoso y hacerlo visible
para que la gente pueda tomar mejores decisiones.
Ser
tercos, como sostiene el colega Alberto Salcedo Ramos, para “sobrevivir a la
tiranía de ciertos medios que confunden lo urgente con lo importante, y no
necesariamente por desorientados sino porque están más interesados en las
cuentas que en los cuentos”.
El
periodismo exige llenarnos de valor para luchar contra esa forma de escritura
cuyos componentes son los datos, el sensacionalismo, y el lenguaje universal de
los números. Ser capaces de decir no, cuando todos dicen sí.
Nos
exige tener el valor civil de no contentarnos con reproducir comunicados
oficiales sin ninguna investigación, y preguntar sobre lo que incomoda al
funcionario de turno, manteniendo siempre distancia del poder.
Pero, sobre todo, nunca olvidar el consejo del maestro Ryszard Kapúscinski:
"Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos.
Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona
se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus
intereses, sus dificultades, sus tragedias".
Cali, domingo 31 de enero de 2016
(*) Periodista vallecaucano.
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