Álvaro Uribe, cuando intervenía en la llamada Cumbre Concordia de las Américas, realizada en Miami, EE.UU., entre el 12 y el 13 de mayo de 2016. (Foto: nuevoherald.com). |
El ventrílocuo de la
extrema derecha continental
extrema derecha continental
Por Luis Alfonso Mena S.
(*)
No es invención de
afiebrados izquierdistas: el expresidente colombiano Álvaro Uribe pidió, de
manera desembozada y cínica, la intervención militar extranjera en la República
Bolivariana de Venezuela, en declaraciones de prensa formuladas en Miami al
finalizar una oscura reunión de la extrema derecha americana y española
realizada allí y denominada, paradójicamente, “Cumbre Concordia de las
Américas”.
Clamando apoyo a la
degradada oposición venezolana, el exmandatario colombiano no dudó en mover su
dedo inquisidor y en recomendar la invasión: “… pensar qué país democrático es capaz de poner sus fuerzas armadas
democráticas al servicio de la protección de la oposición de Venezuela… Esa
tiranía no escucha retórica, a esa tiranía hay que enfrentarla con toda
energía…”, dijo a los periodistas aludiendo a su defensa de la derecha
venezolana y a su confrontación con el Gobierno constitucional de Nicolás
Maduro. (Video de la
declaración).
Más claro no canta un
gallo: lo que engañosamente llama “país democrático” tiene nombre propio, se
llama Estados Unidos.
Esta declaración torpe,
pero muy peligrosa y retardataria, que remite a las peores épocas de la
historia mundial contemporánea signada por las invasiones imperialistas y las
dictaduras fascistas, seguramente no es sólo el pensamiento del expresidente
colombiano: experto en poner a decir a otros lo que él piensa, hace ahora las
veces de ventrílocuo de poderes mayores, agazapados en los cuarteles de la CIA,
el Pentágono, el Partido Republicano y las entidades de más alto calado
intervencionista de Estados Unidos.
Uribe, no cabe duda, debe
estar obrando como portavoz de la extrema derecha gringa e iberoamericana
congregada en Miami.
La agenda de la reunión y
los asistentes
El objetivo del encuentro
en el Miami Dade College fue, según un despacho de la Agencia Española de
Noticias EFE, “analizar el impacto internacional de las elecciones en Estados
Unidos, la crisis en Venezuela, el proceso de paz en Colombia, la normalización
de las relaciones cubano-estadounidenses” y hasta “los Juegos Olímpicos en un
Brasil convulso”, valga decir, luego del golpe de Estado contra Dilma Rousseff.
¡Qué tal la agenda! Nada
escapó a las preocupaciones hemisféricas del cónclave oscuro de Miami, en el
que Uribe estuvo acompañado por su futuro candidato presidencial y actual
procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, y por su excandidato
presidencial en 2014, Óscar Iván Zuluaga, una triada azul de metileno, acorde
con el recinto y los comensales en la ciudad de la conspiración americana.
Otro de los ítems de la
agenda, según Matthew Swift, director ejecutivo de la organización, en
declaraciones a EFE, era estudiar “el cambio de signo político en Argentina y
el impacto de los Papeles de Panamá”.
Concordia es una
organización política que tiene como uno de sus objetivos promover las llamadas
alianzas público-privadas, tan de moda en Colombia y de tan negativos
resultados, sobre todo en el sector de la salud, pues han redundado en el usufructo
de los presupuestos estatales por voraces negociantes privados, en detrimento
de los intereses de la sociedad.
La entidad fue fundada en
2011, ha realizado cinco cumbres globales y la que se cumplió entre el
jueves 12 y el viernes 13 de mayo de 2016 fue la primera continental. Ésta
contó con la colaboración de Americas Socierty-Council of the Americas.
Ahora demos un vistazo a
los comensales del encuentro, orientado por el muy cuestionado expresidente del
Gobierno español José María Aznar.
Según EFE, estuvieron,
además del trío colombiano ya mencionado, Paula J. Dobriansky, enviada del
Presidente de EE.UU.; Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano
de Desarrollo, BID; los expresidentes Luis Alberto Lacalle de Uruguay,
Sebastián Piñera de Chile y Jorge Quiroga de Bolivia, junto a Guillermo Lasso,
del partido Creo de Ecuador, y a ejecutivos de compañías como Cisco, Airbus,
AES, Related Group y el Grupo Argos.
También comparecieron Luis
Almagro, secretario general de la OEA, y, como no, Lilian Tintori. María Corina
Machado y Mitzy Capriles, las vedettes de la derecha venezolana, expertas en
shows de falsas víctimas; Andrés Oppenheimer, periodista adalid de la
contrarrevolución continental, y José Toro Hardy, exdirector de Petróleos de
Venezuela, Pdvsa, a los cuales se les separó la jornada previa a la clausura,
el viernes 13 de mayo, para que despotricaran del Gobierno de Nicolás Maduro.
John Negroponte, quien
fungiera como secretario de Estado y jefe de inteligencia de la Administración
de George Bush, también hizo su aparición en el certamen del que, como se ve al
revisar esa pléyade de representantes de la oligarquía continental y española,
no podía salir nada positivo.
Las tres vías de la
ultraderecha
Los participantes parecían
reunidos para anticiparse a impartir el acta de defunción al Socialismo del
Siglo XXI, que creen ellos está “derrotado” luego de recientes y coyunturales
resultados electorales en Venezuela, Bolivia y Argentina y del derrocamiento
parlamentario de la Presidenta del Brasil.
Pero
ellos saben también que no la tienen tan fácil, y que actúan todavía más con el
deseo de sus nefastos intereses, que con la realidad, pues los procesos
políticos progresistas latinoamericanos, aunque atraviesan dificultades serias,
no están liquidados y dependerá de sus conductores y, sobre todo, de los
pueblos en las calles y en los campos la recomposición de los caminos.
Por eso
se congregan para estudiar cómo poner en práctica las maquinarias de la
conspiración y combinar sus formas de derrocar gobiernos.
En
efecto, cuando por la vía electoral han sido derrotados por fuerzas
alternativas, y han fracaso los intentos de golpes violentos como en Venezuela
(2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010), las oligarquías, usando las
herramientas de la democracia burguesa y con procedimientos fraudulentos de por
medio, asestan golpes parlamentarios como los perpetrados contra José Manuel
Zelaya en Honduras (2009), Fernando Lugo en Paraguay (2012) y Dilma Ruosseff en
Brasil (2016).
Finalmente,
cuando esa segunda vía falla, entonces, a pesar del cambio de los tiempos, no
dudan en pedir la tercera vía: la de la intervención militar extranjera, valga
decir, gringa, sobre todo si ésta se disfraza, como lo reclamó Uribe en Miami,
de "democrática". Y todo, ante el silencio de muchos gobiernos y
medios de comunicación del hemisferio, y el estupor de quienes creían que las
invasiones eran cosa del pasado.
Cruzada
contra la paz en Colombia
Un factor
adicional, pero concatenado: Uribe trata de concitar la reacción de la extrema
derecha americana y europea en su propósito de dar al traste con el proceso de
paz en Colombia, usando para ello la falacia y la maledicencia que le
caracterizan. Por eso no es gratuito que el tema haya estado en la agenda de
Miami.
Él trata
de volverlo un asunto internacional, a pesar del rechazo que su posición contra
la paz en Colombia origina en gobiernos, organizaciones y pueblos de todo el
mundo.
En
consecuencia, el respaldo masivo a los acuerdos de La Habana será la mayor
derrota que los colombianos podremos infligir a la extrema derecha, que bajo
una fementida "resistencia civil" lo que está haciendo en realidad es
convocando a la guerra, a continuar con el desangre, a generar nuevos grupos
paramilitares, como los que surgieron con las llamadas Convivir durante la
Gobernación de Uribe en Antioquia.
El camino
ahora es aislar a quienes, sedientos de sangre, buscan más guerra. Esa debe ser
la política del momento.
Uribe,
sus borregos en el Congreso, sus patrocinadores del empresariado del campo y de
la ciudad y sus mensajeros en los medios de comunicación no oyen ni ven ni
entienden: a todo lo referente a la paz se opondrán, sólo quieren la
claudicación de la insurgencia --que no pudieron derrotar en ocho años de
bombardeos y confrontación sin tregua-- o la continuación de la guerra.
Prueba de
ello es que la inteligente carta
que Timoleón Jiménez, el comandante de las Farc-Ep, le dirigiera el sábado 14
de mayo al expresidente invitándolo al diálogo, sin prevenciones ni odios, fue tratada
por el expresidente con evasivas. Ese es su estilo: cuando no hay argumentos,
surgen el insulto, la injuria o la elusión.
La
reunión de las derechas extremas de Iberoamérica en Miami es una nueva
campanada de alerta para las fuerzas progresistas y alternativas de todo el
continente, pero especialmente para las de Colombia y Venezuela, que tienen
retos por delante demasiado importantes para sus pueblos: aquí, sacar adelante
el proceso de paz sin otorgar más importancia a los guerreristas enceguecidos,
y allá, unirse para salvar el proceso político iniciado por el presidente Hugo
Chávez, amenazado por la guerra económica empresarial y una intervención
militar extranjera latente y solapada.
El
momento político en Latinoamérica demuestra que las oligarquías no duermen, que
aprovechan los errores de las fuerzas revolucionarias y que siempre estarán al
acecho para retomar el poder donde lo han perdido o para defenderlo a
dentelladas, donde aún lo ostentan.
(*)
Periodista independiente, editor del periódico PARÉNTESIS.
Jamundí,
Valle del Cauca, Colombia, domingo 15 de mayo de 2016.
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