Manifestaciones contra el golpe de Estado ocurrido en Brasil el 11 de mayo se empiezan a generalizar. (Foto: Jornada de México). |
Las venas de América
Latina siguen abiertas...
Latina siguen abiertas...
Por Ignacio Ramonet (*)
Habrá que preguntarse un día si ese terremoto sistémico que
llamamos “revolución” no fue más que un fenómeno exclusivo de un periodo
histórico preciso y limitado: el que empezó en cierto modo con la revolución
inglesa (1642-1689), siguió con la Ilustración y las Luces en el siglo XVIII,
y se prolongó hasta el fin de la era industrial en los años 1970. Durante
esos dos siglos y medio se produjeron todas las grandes revoluciones: la
americana (1776), las francesas (1789, 1830, 1848, 1871), la mexicana (1910),
las rusas (1905, 1917), la espartaquista de Alemania (1918), las españolas
(1934, 1936), la china (1949) y la cubana (1959).
Desde entonces, o sea desde hace ya unos sesenta años, excepción
hecha de algunos avatares surgidos aquí o allá, no ha habido más
revoluciones sistémicas de ese tipo. ¿Las habrá de nuevo en el futuro? Es improbable,
aunque Fidel Castro, en su reciente intervención en la clausura del VII
Congreso del Partido Comunista de Cuba, pronosticó: “No deberán transcurrir
otros setenta años para que ocurra un acontecimiento como la Revolución rusa,
para que la humanidad tenga otro ejemplo de una grandiosa revolución social”.[1]
Por ahora, digamos que un periodo histórico parece terminarse. En
particular en América Latina, en donde tres sucesos mayores están
transformando el panorama. Por una parte, la propia revolución cubana entra
inevitablemente en una nueva etapa después del restablecimiento de relaciones
diplomáticas con Estados Unidos. Por otra parte, en Colombia, la firma próxima
de un acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc estaría cerrando el “largo
ciclo de las guerrillas” en todo el continente. Y finalmente, las derrotas
electorales recientes de los gobiernos progresistas en Argentina, Venezuela y
Bolivia (además del golpe de Estado parlamentario contra Dilma Rousseff en
Brasil) también parecieran indicar que se acaba el ciclo iniciado en 1999 con
el presidente Hugo Chávez de Venezuela.
El momento era, pues, propicio a un balance. No forzosamente
político, sino narrativo. Es la idea original que tuvo el gran periodista y
escritor Jon Lee Anderson quien, bajo el lema Narrando la Revolución, convocó
el mes pasado en Nueva York[2] a
una treintena de testigos (periodistas, fotógrafos, escritores, cineastas,
académicos, blogueros) de diferentes generaciones –entre los que se hallaban:
Richard Gott, Susan Meiselas, Miguel Littín, Gustavo Petro, Blanche Petrich,
Francisco Goldman, Martín Caparrós y Diego Enrique Osorno– para que dijeran
cómo habían narrado los conflictos latinoamericanos, qué cambiarían
sabiendo lo que saben hoy, qué errores no volverían a cometer.
No fue fácil establecer una línea de separación entre el
análisis del relato y la reflexión sobre los conflictos propiamente dichos
(Colombia, América Central, México) o las dictaduras (Argentina, Chile). Y
tampoco faltaron las expresiones pasionales tratándose de temas (Cuba,
Venezuela) que siguen siendo de una actualidad controvertida.
Fue interesante observar que las nuevas generaciones de
periodistas miran aquellas guerras y aquellas gestas con ojos desapasionados y
no dudan en ser extremadamente críticos. En diversos testimonios y en algunos
debates emergió la constatación de que ciertas experiencias guerrilleras
tuvieron poco de heroico y fueron a su vez pasto de la corrupción y del
autoritarismo. Pero, en general, se constató que, después de 1959, el recurso
a la lucha armada fue “inevitable” porque la vía electoral para proponer
programas de justicia social y de auténtica democracia quedó cerrada por
exigencia de Washington en el marco de la Guerra Fría. Y la experiencia
frustrada de Salvador Allende y su Gobierno de la Unidad Popular confirmó la
regla.
También se constató que esos conflictos tan crueles tuvieron su
reflejo mediático en una “guerra de la información y de la desinformación”
que aún sigue, en particular en lo que respecta a Venezuela.
No se trataba de imponer una lectura sobre la otra. Ni de
trasladar enfrentamientos dolorosos a las salas de la New York University.
Aunque, por momentos, las discusiones se calentaron bastante. Es natural
porque, como diría nuestro amigo Eduardo Galeano, las venas de América Latina
siguen abiertas...
(*) Catedrático y periodista
español residente en Francia, donde dirigió la revista Le Monde Diplomatique.
Es autor del libro Cien Horas con Fidel.
Miércoles 4 de mayo de 2016.
Fuentes:
Le Monde Diplomatique.
Cuba
Debate:
Nota del Editor: el título original
de este texto es Narrando la Revolución.
[1] Cf. “Discurso completo de Fidel Castro en la clausura del
VII Congreso del PCC”, La Habana, 19 de abril de
2016.https://www.cibercuba.com/videos/noticias/2016-04-19-u141144-discurso-de-fidel-castro-en-la-clausura-del-vii-congreso-del-pcc].
[2]
El simposio –cuyo título exacto era Storytelling the Revolution. Narrative and
Latin American Revolutionnary Politics 1959-2016–, tuvo lugar en el Centro
Rey Juan Carlos I de España, de la New York University, los días 21 y 22 de
abril de 2016.
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