Jaime
Viafara, cuando hablaba del trasegar durante su vida. (Foto: Ana María
Ramos O).
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“De la Beneficencia del Valle
nunca he recibido ni una aspirina”
Hablamos con un vendedor de lotería y padre de familia
oriundo de Puerto Tejada, Cauca, quien asegura el día a día de su familia con
la venta de billetes de diferentes juegos de azar. “Gracias a Dios nunca me ha
faltado la sal en la mesa, pero ahora se está poniendo difícil”.
Son las 5 de la
tarde y por todo el sector del supermercado Olímpica de la Avenida Pasoancho se
pasea el único vendedor de lotería de la zona, Jaime Viafara Polo, quien a sus 53 años de vida aún trabaja y, junto
con su esposa, con la cual vive en unión libre y tiene tres hijos, mantiene una
familia de bajos recursos.
Viafara trabaja
desde los nueve años, cuando empezó su trabajo en la venta de juegos de azar.
“Éramos once hermanos de madre cabeza de familia, muy pobres y llenos de
necesidades, por eso salí a buscar la papa desde tan temprano”, cuenta Viafara Polo.
Siendo uno de
los niños más grandes salió con otros dos de ellos en busca de una manera de ayudar
a sostener su casa y suplir las necesidades. “Nos encontramos con la
Beneficencia del Valle del Cauca, que sin preguntarnos la edad siquiera nos
proporcionó el cartón y el gancho para sostener los billetes con los que hoy
por hoy alimento a mi familia”, recuerda.
“Gracias a Dios
nunca me ha faltado la sal en la mesa, pero ahora se está poniendo difícil”, dice
Viafara, después de preguntarle sobre la situación económica de su familia que
desde hace algún tiempo se está tornando bastante precaria y, además, hace
parte del fenómeno del ‘rebusque’.
“A mi edad ya no
tengo expectativas”, afirma Viafara con una mirada llena de tristeza y
desolación, ya que toda su vida ha vivido sumido en la más profunda pobreza y
esperando que el día que sigue sea mejor que el anterior.
Viafara reconoce
que nunca tuvo la iniciativa de buscar otra alternativa de empleo y además de
ello afirma: “De la Beneficencia del Valle nunca he recibido ni una aspirina y
cuando necesito conseguir el cartón de colgar la lotería hay que hacer
demasiadas vueltas, todo eso para que le digan a uno que no hay, que vuelva
otro día”.
“Yo ya tengo los
pies en la tierra y no voy a seguirme ilusionando con ayudas que no van a
llegar”, afirmó Polo con un tono de voz reprimido por las lágrimas que contenía.
Él siempre tuvo
un sueño, montar una tienda en su propia casa, sueño que hasta el sol de hoy
sigue frustrado por las condiciones en las que vive y la falta de recursos para
realizarlo. “Sería bueno tener una tiendita en la misma casa de uno, pero para
eso se necesita un capital, y eso es lo que no tengo”.
Jaime Viafara no
considera a sus hijos como una ayuda futura, él piensa que los hijos solo son
traídos al mundo para criarlos y dejarlos ir, ya que en una relación anterior
tuvo dos hijos de los cuales hoy solo sabe el nombre. “Uno no debe poner sus
expectativas en los hijos, porque ellos cuando ya crecen se van y se olvidan de
los padres”, añadió.
Su trasegar ha
sido doloroso y con infinidad de necesidades, la venta de lotería nunca fue lo
que él quiso hacer. “Yo empecé con este oficio por física necesidad, además de
que no había nada más para hacer”, subraya.
Con toda su
experiencia de vida, él ha logrado educar a sus hijos con buenas bases morales.
Ahora, ellos saben que deben aprovechar el estudio que con tanto esfuerzo les
Proporciona. “Yo espero que mis hijos sean personas de bien, como lo he sido
yo, que con el sudor de su frente se ganen la vida y con honestidad consigan
sus cositas”, dijo con lágrimas en los ojos.
En verdad es
admirable la forma como este lotero y su esposa, que se dedica a la venta de
productos por catálogo, hacen todo lo posible por suplir lo fundamental para su
familia, que no es poco. Con tesón y templanza han logrado darle una vida digna.
Con orgullo
Viafara admite que en medio de la pobreza desea lo mejor para su familia y todavía
aspira que la lotería sea protagonista de ello.
(*) Estudiante de Comunicación
Social de la Universidad Santiago de Cali, USC
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