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domingo, 27 de marzo de 2016

Crítica de cine. El Soborno del Cielo, película de Lisandro Duque

Escenificada en Honda, Tolima, la película El soborno del cielo tiene como referente el municipio de Sevilla, en el norte del Valle del Cauca. (Foto: www.elsobornodelcielo.com). 
UNA PROCLAMA CONTRA LOS DOGMAS CADUCOS

Por Alberto Ramos Garbiras (*)
A esta película se le está reseñando como una comedia dramática por la tragedia que vive la familia Zapata a partir del suicidio de Aymer, el mayor de los hermanos. En mi concepto es una película en la categoría de comedia-político-satírica bañada por el humor negro desde el principio hasta el fin. Maneja dos discursos paralelos: 1) el político,  expresado por las percepciones de militantes o simpatizantes de  izquierda en los años sesenta, desde un pueblo inconforme con la situación del país; 2) el discurso religioso, impregnado en la conducta de los habitantes de un municipio como Sevilla, Valle del Cauca, donde la religión católica mayoritaria ubicaba al párroco como personalidad al lado de las autoridades urbanas, pero filmada en Honda (podría ser cualquier otro municipio de Colombia en la sexta década del siglo XX).


El eje del guion es la intransigencia religiosa, las posturas rígidas que han hecho anquilosar a la iglesia católica por no flexibilizar sus criterios y tratar de obligar a los feligreses a acatar lo que se vuelve obsoleto ante la dinámica de la sociedad que cambia con el  paso de los años. En la trama de la película la víctima de la intransigencia, paradójicamente, es una familia católica que recibe ese mismo día la unción de la ceniza y se preparan a participar de la Semana Santa, pero el suicidio del hijo mayor los coloca en la confrontación que hará participar a gran parte de la población por los efectos colaterales que tiene no impartir los sacramentos (bautismo, confirmación matrimonio, eucaristía, penitencia, orden y extremaunción), al declarar en entredicho a esa parroquia, es decir cesar las actividades, hasta que retiren el cadáver a otro cementerio. En la práctica, un auto-paro anunciado por el cura párroco para que la comunidad presione a la familia a acatarlo.

Aparentemente un tema que no produciría una conmoción social porque se refiere a una sola familia pero en la película adquiere una dimensión general y se convierte en una situación compleja para todo el pueblo y en un bumerang para el mismo cura medieval porque se queda sin ingresos, limosnas, clientela, la Semana Santa puede paralizarse y comienzan los mercachifles a aflorar con turismo religioso, matrimonios en parroquias vecinas, bautizos, y llegan los pastores de otras iglesias a captar adeptos. Es una comedia con un humor refinado que retrata la vida social a partir de un hecho multiplicado en una serie de subhechos que devienen de esa decisión. El acierto fue convertir un hecho aislado en un asunto colectivo, en un problema social atravesado por la conciencia religiosa.

Lisandro Duque ha decantado aquí su carga humorística y ha elaborado un manifiesto o proclama anticlerical para romper las taras que atan a la gente con lo extraterrenal, los que pretenden ganar el cielo acatando la catequesis y los sermones. El soborno del cielo es un análisis detallado del suicidio y sus consecuencias. El guion disecciona en cada secuencia las implicaciones del suicidio desde diferentes ángulos. Su relación con la moral, la religión, los derechos humanos, la vergüenza que se cierne sobre los familiares de los determinadores y la carga emocional  que lleva a construcciones argumentales falaces hasta a los discursos incendiarios, por haber suprimido la existencia que solo Dios podía autorizar, según la frase sentenciosa de los curas ultramontanos.

Tiene un tinte anticlerical que nos retrotrae al cine del director aragonés Luís Buñuel, con sarcasmos contundentes y frases corrosivas. Los diálogos del sacerdote (Germán Jaramillo) están cargados de frases fanáticas para defender una posición ideológica extrema con una interpretación que no da cabida a la conciliación para permitir la permanencia del cadáver en el cementerio católico. Sus interlocutores tratan de persuadirlo hasta con una fórmula de transacción de algunos sacramentos. El cura los elude y el clima tenso crece. Por fuera de la casa cural los ataques de los dolientes son directos para llevar la confrontación desde la acusación de simonía en el entierro inconsulto, pasando por la confección de una lista de suicidas apócrifos, hasta el soliloquio resaltando la construcción de una república atea.

El director, Lisandro Duque Naranjo, logró una película de narración y factura impecable. En todas sus películas ha destilado porciones de humor (Visa USA, Los niños invisibles, Los actores del conflicto…), pero con esta realización se concentra para hacer reír sin tregua al espectador. Se basa en una historia real y podría ser un reflejo del cine neorrealista de los años cincuenta por la ambientación en exteriores y con interiores de época. Utiliza expresiones y acciones sardónicas a la manera del cine satírico italiano de los años setenta. Montada por Ramiro Fierro, con una edición reposada  con cortes y empalmes exactos para narrar sin sobresaltos a la manera del cine francés intimista. Y tiene una escena de suspenso y expectación a la manera de Hitchcock, en el parque del pueblo frente a la iglesia, cuando se va a leer la lista de los suicidas que también deberían abandonar el cementerio católico; los primeros planos de los rostros de los familiares y la música hacen pensar en el cine de Alfred Hitchcock, como en la película, Treinta y nueve escalones”. Y tiene El soborno del cielo  un plano corto con un desnudo imaginario al estilo de Bruno Barreto, en Doña Flor y sus dos Maridos. Es la mejor comedia del cine colombiano producida hasta hoy. Es una película sobre religión, política y unas dosis de sexo, insinuado no explícito, con la coquetería de la actriz (Nicole Quintero) y las frases libidinosas de los dos amigos sobre ella y acerca de la peluquera (Milady Dau), y la picante escena dentro de la peluquería donde el sacerdote se encuentra al punto del éxtasis, pero se contiene por guardar las apariencias.

De otro lado, la película tiene actualidad. El film que ganó el Oscar, Primera Plana,  se centra en la religión y la conducta indecorosa de curas pederastas. Las posiciones religiosas extremas, radicales o fundamentalistas siguen vigentes en el planeta tierra, lo vemos con el fundamentalismo islámico que lleva a algunos al terrorismo; las teocracias coránicas en algunos países donde gobiernan a partir del libro sagrado y no de la Constitución, y hasta en la campaña presidencial de los EE.UU., con pastores incendiarios como Ted Cruz. En Colombia los privilegios a la Iglesia Católica se disminuyeron con la Constitución de 1991, pero la mal entendida libertad de cultos ha llevado a una explosión de iglesias  con telepastores, embustes y la presión por los diezmos. El papa Francisco quiere modernizar la iglesia, pero muchos lastres permanecen como dogma de fe. El soborno del cielo sirve para reflexionar sobre lo caduco de esos dogmas y la necesidad de la renovación del discurso y las liturgias.

(*) El autor de este comentario se desempeñó como crítico de cine del periódico El País de Cali durante diez años, realizó estudios de historia del cine en Suecia (1982) y de edición cinematográfica, en España (1983), becado por Focine.


Cali, sábado 19 de marzo de 2016.

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