Escenificada en Honda, Tolima, la película El soborno del cielo tiene como referente el municipio de Sevilla, en el norte del Valle del Cauca. (Foto: www.elsobornodelcielo.com). |
UNA PROCLAMA CONTRA LOS DOGMAS CADUCOS
Por Alberto Ramos Garbiras
(*)
A esta película se le está reseñando como una comedia
dramática por la tragedia que vive la familia Zapata a partir del suicidio de
Aymer, el mayor de los hermanos. En mi concepto es una película en la categoría
de comedia-político-satírica bañada por el humor negro desde el principio hasta
el fin. Maneja dos discursos paralelos: 1) el político, expresado por las
percepciones de militantes o simpatizantes de izquierda en los años sesenta,
desde un pueblo inconforme con la situación del país; 2) el discurso religioso,
impregnado en la conducta de los habitantes de un municipio como Sevilla, Valle
del Cauca, donde la religión católica mayoritaria ubicaba al párroco como
personalidad al lado de las autoridades urbanas, pero filmada en Honda (podría
ser cualquier otro municipio de Colombia en la sexta década del siglo XX).
El eje del guion es la intransigencia religiosa, las
posturas rígidas que han hecho anquilosar a la iglesia católica por no
flexibilizar sus criterios y tratar de obligar a los feligreses a acatar lo que
se vuelve obsoleto ante la dinámica de la sociedad que cambia con el paso
de los años. En la trama de la película la víctima de la intransigencia,
paradójicamente, es una familia católica que recibe ese mismo día la unción de
la ceniza y se preparan a participar de la Semana Santa, pero el suicidio del
hijo mayor los coloca en la confrontación que hará participar a gran parte de
la población por los efectos colaterales que tiene no impartir los sacramentos
(bautismo, confirmación matrimonio, eucaristía, penitencia, orden y
extremaunción), al declarar en entredicho a esa parroquia, es decir cesar las
actividades, hasta que retiren el cadáver a otro cementerio. En la práctica, un
auto-paro anunciado por el cura párroco para que la comunidad presione a la
familia a acatarlo.
Aparentemente un tema que no produciría una conmoción
social porque se refiere a una sola familia pero en la película adquiere una
dimensión general y se convierte en una situación compleja para todo el pueblo
y en un bumerang para el mismo cura medieval porque se queda sin ingresos,
limosnas, clientela, la Semana Santa puede paralizarse y comienzan los
mercachifles a aflorar con turismo religioso, matrimonios en parroquias
vecinas, bautizos, y llegan los pastores de otras iglesias a captar adeptos. Es
una comedia con un humor refinado que retrata la vida social a partir de un
hecho multiplicado en una serie de subhechos que devienen de esa decisión. El acierto fue convertir un
hecho aislado en un asunto colectivo, en un problema social atravesado por la
conciencia religiosa.
Lisandro Duque ha decantado aquí su carga humorística
y ha elaborado un
manifiesto o proclama anticlerical para romper las taras que atan a la gente
con lo extraterrenal, los que pretenden ganar el cielo acatando la
catequesis y los sermones. El soborno del cielo es un
análisis detallado del suicidio y sus consecuencias. El guion disecciona en
cada secuencia las implicaciones del suicidio desde diferentes ángulos. Su
relación con la moral, la religión, los derechos humanos, la vergüenza que se
cierne sobre los familiares de los determinadores y la carga emocional que
lleva a construcciones argumentales falaces hasta a los discursos incendiarios,
por haber suprimido la existencia que solo Dios podía autorizar, según la frase
sentenciosa de los curas ultramontanos.
Tiene un tinte anticlerical que nos retrotrae al cine
del director aragonés Luís Buñuel, con sarcasmos contundentes y frases
corrosivas. Los diálogos del sacerdote (Germán Jaramillo) están cargados de
frases fanáticas para defender una posición ideológica extrema con una
interpretación que no da cabida a la conciliación para permitir la permanencia
del cadáver en el cementerio católico. Sus interlocutores tratan de persuadirlo
hasta con una fórmula de transacción de algunos sacramentos. El cura los elude
y el clima tenso crece. Por fuera de la casa cural los ataques de los dolientes
son directos para llevar la confrontación desde la acusación de simonía en el
entierro inconsulto, pasando por la confección de una lista de suicidas
apócrifos, hasta el soliloquio resaltando la construcción de una república atea.
El director, Lisandro Duque Naranjo, logró una
película de narración y factura impecable. En todas sus películas ha destilado
porciones de humor (Visa USA, Los niños invisibles, Los actores del conflicto…),
pero con esta realización se concentra para hacer reír sin tregua al
espectador. Se basa en una historia real y podría ser un reflejo del cine
neorrealista de los años cincuenta por la ambientación en exteriores y con
interiores de época. Utiliza expresiones y acciones sardónicas a la manera del
cine satírico italiano de los años setenta. Montada por Ramiro Fierro, con una
edición reposada con cortes y empalmes exactos para narrar sin
sobresaltos a la manera del cine francés intimista. Y tiene una escena de
suspenso y expectación a la manera de Hitchcock, en el parque del pueblo
frente a la iglesia, cuando se va a leer la lista de los suicidas que también
deberían abandonar el cementerio católico; los primeros planos de los rostros
de los familiares y la música hacen pensar en el cine de Alfred Hitchcock, como
en la película, Treinta y nueve escalones”. Y tiene El soborno
del cielo un plano corto con un desnudo imaginario al estilo de Bruno
Barreto, en Doña Flor y sus dos Maridos. Es la mejor comedia del cine colombiano producida
hasta hoy. Es una película sobre religión, política y unas dosis de sexo,
insinuado no explícito, con la coquetería de la actriz (Nicole Quintero) y las
frases libidinosas de los dos amigos sobre ella y acerca de la peluquera
(Milady Dau), y la picante escena dentro de la peluquería donde el sacerdote se
encuentra al punto del éxtasis, pero se contiene por guardar las apariencias.
De otro lado, la película tiene actualidad. El film
que ganó el Oscar, Primera Plana, se centra en la
religión y la conducta indecorosa de curas pederastas. Las posiciones
religiosas extremas, radicales o fundamentalistas siguen vigentes en el planeta
tierra, lo vemos con el fundamentalismo islámico que lleva a algunos al
terrorismo; las teocracias coránicas en algunos países donde gobiernan a partir
del libro sagrado y no de la Constitución, y hasta en la campaña presidencial
de los EE.UU., con pastores incendiarios como Ted Cruz. En Colombia los
privilegios a la Iglesia Católica se disminuyeron con la Constitución de 1991,
pero la mal entendida libertad de cultos ha llevado a una explosión de
iglesias con telepastores, embustes y la presión por los diezmos. El papa
Francisco quiere modernizar la iglesia, pero muchos lastres permanecen como
dogma de fe. El soborno del cielo sirve para reflexionar
sobre lo caduco de esos dogmas y la necesidad de la renovación del discurso y
las liturgias.
(*)
El autor de este comentario se desempeñó como crítico de cine del
periódico El País de
Cali durante diez años, realizó estudios de historia del cine en Suecia (1982)
y de edición cinematográfica, en España (1983), becado por Focine.
Cali, sábado 19 de
marzo de 2016.
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