De la encrucijada a lo errático
La nominación de ola verde solo podía permear la playa de las posibilidades, no se aludía entonces a un proyecto de largo aliento, al punto que en vez de causar el efecto de esperanza que se asimila con el verde, proyectó la falta de madurez que nos muestran con ese color algunas frutas.
Por Armando Palau Aldana (*)
Habíamos reflexionado sobre la incertidumbre que generaba el espectro electoral de estas justas presidenciales, toda vez que parecía que el electorado colombiano asistía a una especie de consulta uribista, ante la manipulada proyección de las firmas encuestadoras, pero no teníamos en cuenta que en esa limitada contienda un escenario de aparente renovación política, también estaba inscrito en la defensa de la prolongación de las políticas neoliberales, es decir en los terrenos del capitalismo salvaje, que es hoy día el centro de la crisis mundial, de cuyo debate no participa el grueso de quienes ejercen el sufragio electoral para definir el camino gubernamental o mejor para aceptar al protagonista de gobierno, como tampoco los nuevos movimientos, que más que otra cosa son aciagos aparatos electorales.
La constitucional caída del referendo reeleccionista animó un despliegue de balances por columnistas de periódicos y revistas, que mayoritariamente expusieron la caótica situación en la que ha dejado postrada a nuestra atribulada patria el sofisma de la “seguridad democrática”, plagada de escándalos por violación a los derechos humanos, vínculos al paramilitarismo, crímenes de Estado, políticas de favorecimiento a los cerrados círculos de poder empresarial y empobrecimiento de las clases medias que pasaran a engrosar los niveles de desempleo, con la absurda realidad de continuar con derroches en el gasto militar que ya alcanzan anualmente los 20 billones de pesos del presupuesto nacional, mientras los problemas estructurales del país relacionados con salud, educación, vivienda, empleo y medio ambiente pierden vitales partidas estatales para ser debidamente atendidos, puesto que el afanoso propósito es seguir privatizando las empresas estatales que antes prestaban servicios esenciales para el bienestar de la comunidad nacional, ahora para el lucro de los más ricos.
No obstante, la perversa estrategia de consolidar un falso asistencialismo, el apoyo de sectores como el bancario, que desangrando el bolsillo de los usuarios del sistema financiero obtuvieron el año pasado 8.5 billones de pesos de usureras utilidades, así como de los grandes grupos empresariales a quienes se favoreció con el desmonte de beneficios laborales del horario nocturno y las horas extras, además del grueso del clientelismo enquistado en buena parte de funcionarios y contratistas estatales que dilapidan y hurtan los recursos públicos, constituye una poderosa maquinaria que ha arrojado sus gananciosos resultados electorales, en los que participan quienes a nombre de falsas ideologías, buscan beneficios personales en el poderoso monstruo del capitalismo salvaje, para convertirse en turbios voceros del neoliberalismo, eso precisamente es lo que encarna Juan Manuel Santos y su fórmula vicepresidencial, una de las claros ejemplos de lacayo sin vergüenza.
Paralelo a este infortunio, emergió una propuesta virtual que deslumbró a buena parte de la franja de opinión, esa en la que se sitúan aquellos que sin pertenecer propiamente a una expresión política partidista pueden definir en último momento con su espontáneo sufragio el resultado de unos comicios, sin que existan parámetros ciertos para la ocurrencia o provocación de este fenómeno de opinión ciudadana.
Su irrupción fue desde el principio errática. Tratemos de descifrar el lenguaje utilizado, el que en manos de su exponente fue particularmente un galimatías, por la impropiedad de las frases o por la confusión de las ideas: en principio digamos que la nominación de ola verde solo podía permear la playa de las posibilidades, no se aludía entonces a un proyecto de largo aliento, al punto que en vez de causar el efecto de esperanza que se asimila con el verde, proyectó la falta de madurez que nos muestran con ese color algunas frutas; en segundo término, la poética y un tanto mística figura del girasol terminó siendo la seguidilla de donde brille el astro rey, pues terminaron develando su identidad con el sol del neoliberalismo gubernamental de turno, ese mismo que anhelan tener en trío los generales en sus charreteras.
Veamos también los erráticos juicios o espontáneos pensamientos de Mockus: señalar a los voceros del Polo Democrático en imprecisos juicios sobre uno de los actores de la violencia en Colombia no solo le quitó la simpatía de muchos intelectuales, sino que generó una razonable solidaridad electoral hacia Gustavo Petro que se reflejó en las urnas en la primera contienda; sus reiteradas admiraciones sobre el decadente Álvaro Uribe abrieron sospechas sobre su cacareada pulcritud política, al punto más absurdo de estimar que el saliente Presidente era el árbitro del debate (otra muestra de su ignorancia legal, la que sirvió de mero remoquete a su propuesta de legalidad democrática), a quien además le suplico que podría depositar sus más caros huevos en la incubadora de los girasoles, dejando estupefactos a los seguidores de la marea verde que ya había empezado a mostrar el declive de su ola por la simple fuerza de la gravedad.
Lo sagrado no puede ser los dineros públicos, sino la vida en sí misma, por ello la adhesión de Mockus a los inhumanos rescates de los secuestrados, así como la fatídica aceptación de la fumigación de los cultivos ilícitos, el mayor atentado contra la biodiversidad colombiana (distante de una propuesta sostenible o un pensamiento ambientalista), al igual que la aceptación de las bases norteamericanas en territorio nacional; darle ese carácter al dinero así sea este estatal, es el subliminal mensaje de aceptación al modelo, que sigue aumentando la brecha entre el reducido club de los cada día más ricos y la creciente generalización de los cada vez más pobres, con la desaparición de la clase media, propósito que se consolidó, en el fallido camino de las alianzas para la segunda vuelta presidencial, al negar el democrático y humanista propósito de estatizar la salud y la educación, como un garantía fundamental para todo nuestro pauperizado pueblo. Fue burlada o si se quiere engañada una importante franja de opinión con un confuso lenguaje que se fue desnudando en el decurso de los debates.
Así las cosas y ante la inexistencia de una propuesta coherente, sensata y democrática, sin hacerle eco a la decadente fórmula de escoger de los males el menos malo, anunciamos e invitamos a quienes creemos que el camino de la dignidad de los demócratas libre pensadores, a marcar y depositar el voto en blanco, ese que han querido deslegitimar creando la confusión popular de que se suma para el candidato ganador, cuando es la expresión en las urnas de quienes no queremos perdernos en crecientes guarismos del abstracto abstencionismo, sino que sencillamente queremos dejar constancia de nuestro rechazo a cualquiera de las expresiones del neoliberalismo, animando además a que crezca la audiencia.
(*) Director Fundación Biodiversidad
La nominación de ola verde solo podía permear la playa de las posibilidades, no se aludía entonces a un proyecto de largo aliento, al punto que en vez de causar el efecto de esperanza que se asimila con el verde, proyectó la falta de madurez que nos muestran con ese color algunas frutas.
Por Armando Palau Aldana (*)
Habíamos reflexionado sobre la incertidumbre que generaba el espectro electoral de estas justas presidenciales, toda vez que parecía que el electorado colombiano asistía a una especie de consulta uribista, ante la manipulada proyección de las firmas encuestadoras, pero no teníamos en cuenta que en esa limitada contienda un escenario de aparente renovación política, también estaba inscrito en la defensa de la prolongación de las políticas neoliberales, es decir en los terrenos del capitalismo salvaje, que es hoy día el centro de la crisis mundial, de cuyo debate no participa el grueso de quienes ejercen el sufragio electoral para definir el camino gubernamental o mejor para aceptar al protagonista de gobierno, como tampoco los nuevos movimientos, que más que otra cosa son aciagos aparatos electorales.
La constitucional caída del referendo reeleccionista animó un despliegue de balances por columnistas de periódicos y revistas, que mayoritariamente expusieron la caótica situación en la que ha dejado postrada a nuestra atribulada patria el sofisma de la “seguridad democrática”, plagada de escándalos por violación a los derechos humanos, vínculos al paramilitarismo, crímenes de Estado, políticas de favorecimiento a los cerrados círculos de poder empresarial y empobrecimiento de las clases medias que pasaran a engrosar los niveles de desempleo, con la absurda realidad de continuar con derroches en el gasto militar que ya alcanzan anualmente los 20 billones de pesos del presupuesto nacional, mientras los problemas estructurales del país relacionados con salud, educación, vivienda, empleo y medio ambiente pierden vitales partidas estatales para ser debidamente atendidos, puesto que el afanoso propósito es seguir privatizando las empresas estatales que antes prestaban servicios esenciales para el bienestar de la comunidad nacional, ahora para el lucro de los más ricos.
No obstante, la perversa estrategia de consolidar un falso asistencialismo, el apoyo de sectores como el bancario, que desangrando el bolsillo de los usuarios del sistema financiero obtuvieron el año pasado 8.5 billones de pesos de usureras utilidades, así como de los grandes grupos empresariales a quienes se favoreció con el desmonte de beneficios laborales del horario nocturno y las horas extras, además del grueso del clientelismo enquistado en buena parte de funcionarios y contratistas estatales que dilapidan y hurtan los recursos públicos, constituye una poderosa maquinaria que ha arrojado sus gananciosos resultados electorales, en los que participan quienes a nombre de falsas ideologías, buscan beneficios personales en el poderoso monstruo del capitalismo salvaje, para convertirse en turbios voceros del neoliberalismo, eso precisamente es lo que encarna Juan Manuel Santos y su fórmula vicepresidencial, una de las claros ejemplos de lacayo sin vergüenza.
Paralelo a este infortunio, emergió una propuesta virtual que deslumbró a buena parte de la franja de opinión, esa en la que se sitúan aquellos que sin pertenecer propiamente a una expresión política partidista pueden definir en último momento con su espontáneo sufragio el resultado de unos comicios, sin que existan parámetros ciertos para la ocurrencia o provocación de este fenómeno de opinión ciudadana.
Su irrupción fue desde el principio errática. Tratemos de descifrar el lenguaje utilizado, el que en manos de su exponente fue particularmente un galimatías, por la impropiedad de las frases o por la confusión de las ideas: en principio digamos que la nominación de ola verde solo podía permear la playa de las posibilidades, no se aludía entonces a un proyecto de largo aliento, al punto que en vez de causar el efecto de esperanza que se asimila con el verde, proyectó la falta de madurez que nos muestran con ese color algunas frutas; en segundo término, la poética y un tanto mística figura del girasol terminó siendo la seguidilla de donde brille el astro rey, pues terminaron develando su identidad con el sol del neoliberalismo gubernamental de turno, ese mismo que anhelan tener en trío los generales en sus charreteras.
Veamos también los erráticos juicios o espontáneos pensamientos de Mockus: señalar a los voceros del Polo Democrático en imprecisos juicios sobre uno de los actores de la violencia en Colombia no solo le quitó la simpatía de muchos intelectuales, sino que generó una razonable solidaridad electoral hacia Gustavo Petro que se reflejó en las urnas en la primera contienda; sus reiteradas admiraciones sobre el decadente Álvaro Uribe abrieron sospechas sobre su cacareada pulcritud política, al punto más absurdo de estimar que el saliente Presidente era el árbitro del debate (otra muestra de su ignorancia legal, la que sirvió de mero remoquete a su propuesta de legalidad democrática), a quien además le suplico que podría depositar sus más caros huevos en la incubadora de los girasoles, dejando estupefactos a los seguidores de la marea verde que ya había empezado a mostrar el declive de su ola por la simple fuerza de la gravedad.
Lo sagrado no puede ser los dineros públicos, sino la vida en sí misma, por ello la adhesión de Mockus a los inhumanos rescates de los secuestrados, así como la fatídica aceptación de la fumigación de los cultivos ilícitos, el mayor atentado contra la biodiversidad colombiana (distante de una propuesta sostenible o un pensamiento ambientalista), al igual que la aceptación de las bases norteamericanas en territorio nacional; darle ese carácter al dinero así sea este estatal, es el subliminal mensaje de aceptación al modelo, que sigue aumentando la brecha entre el reducido club de los cada día más ricos y la creciente generalización de los cada vez más pobres, con la desaparición de la clase media, propósito que se consolidó, en el fallido camino de las alianzas para la segunda vuelta presidencial, al negar el democrático y humanista propósito de estatizar la salud y la educación, como un garantía fundamental para todo nuestro pauperizado pueblo. Fue burlada o si se quiere engañada una importante franja de opinión con un confuso lenguaje que se fue desnudando en el decurso de los debates.
Así las cosas y ante la inexistencia de una propuesta coherente, sensata y democrática, sin hacerle eco a la decadente fórmula de escoger de los males el menos malo, anunciamos e invitamos a quienes creemos que el camino de la dignidad de los demócratas libre pensadores, a marcar y depositar el voto en blanco, ese que han querido deslegitimar creando la confusión popular de que se suma para el candidato ganador, cuando es la expresión en las urnas de quienes no queremos perdernos en crecientes guarismos del abstracto abstencionismo, sino que sencillamente queremos dejar constancia de nuestro rechazo a cualquiera de las expresiones del neoliberalismo, animando además a que crezca la audiencia.
(*) Director Fundación Biodiversidad
estoy de acuerdo con usted Armando, este texto define mi opinión política en este momento y creo que es porque en Colombia aún no se ha consolidado un legitimo proyecto de democracia. Todo es una gran pantomima.
ResponderEliminarSaludos.