“LUCHAMOS CONTRA
LOS VAMPIROS DE LA SUBCONTRATACIÓN”
Por
Luis Alfonso Mena S. (*)
“Nací en 1943 en la ciudad de Cali.
Mi madre fue una obrera que me enseñó la lucha social. Después estudié hasta
segundo de bachillerato en el Instituto José María Vivas Balcázar. En esa época fui
sacado del colegio por pertenecer a un consejo estudiantil, y ya para el año de
1959 ingresé a la Juventud Comunista de Colombia. De ahí en adelante mi vida
laboral la he desarrollado simultáneamente con las luchas sindicales”.
Así comienza su diálogo con
PARÉNTESIS el dirigente obrero Omar Álvarez, presidente del Sindicato de
Trabajadores Disponibles y Temporales, Sintradit, gremio que aglutina a todos aquellos
a quienes el Estado, el Gobierno y los empresarios privados les han negado el
derecho al trabajo.
Él es, ni más ni menos, líder de desempleados,
de muchos que atraviesan afujías y afrontan el dolor de no tener dónde ganarse
el sustento, quienes también se han organizado sindicalmente y combaten,
precisamente, por emplearse, así suene extraño, pues siempre se ha creído que
para agremiarse se requiere tener un espacio laboral fijo.
“Sintradit aglutina a compañeros
temporales que son explotados por empresas contratistas y también a compañeros
desempleados que han sido sacados de las empresas y nos hemos organizado con el
objetivo de defender el derecho al trabajo en condiciones dignas y,
fundamentalmente, luchar para acabar totalmente con la subcontratación laboral,
que es una de las cosas que está socavando el movimiento sindical”, explica, e insiste: “Nuestra lucha fundamental es por la abolición
definitiva del sistema de subcontratación, que es un sistema de vampiros”.
Con Álvarez nos encontramos para
hablar de sus luchas y de la Cumbre Obrero Sindical del Suroccidente
Colombiano, que tendrá lugar en Cali entre el 7 y el 8 de julio de 2016 “Por
los derechos de los trabajadores y por paz con justicia social, ambiental
permanente y duradera”, como reza su objetivo central.
“En esta cumbre obrera vamos a
sacar unas tareas concretas de movilización, de organización para respaldar
este proceso de paz y que la clase obrera junto a los campesinos, en esa
alianza obrero-campesina, salgamos todos a respaldar no solamente el proceso
sino a ser partícipes”, subraya.
Álvarez terminó su bachillerato mucho
después de estar vinculado a la brega laboral, luego hizo un curso de
periodismo y se dedicó al bello oficio --como lo definiera García Márquez--, el
cual, recuerda, ejerció al lado de figuras emblemáticas de la radio caleña como
Joaquín Marino López y Fernando Franco García, en Todelar, hasta pensionarse,
hace diez años, como trabajador de una emisora local.
Laboró en Radio Cultura, la Voz de
Cali, Armony Récord, la Red Sonora, entre otras estaciones, aunque también
ejerció la mecánica automotriz --que aprendió de manera autodidacta-- en
Carrocerías Superior y se desempeñó como obrero en Cartón Colombia, Productos
Químicos Gama y la Siderúrgica Tisot. El primer sindicato al que perteneció fue
el de impresores y artes gráficas, en 1960, del que fue directivo.
Álvarez es un hombre irreductible
en la defensa de los trabajadores y de las comunidades afectadas por los
problemas y las injusticias, aún a costa de su estabilidad laboral y arriesgándose
a ser censurado cuando ejerció el periodismo.
Para la muestra, dos episodios de
su ya prolija historia: el primero, cuando fue despedido de una de las emisoras
de radio en las que trabajó por denunciar la contaminación que la Industria de
Licores del Valle ocasionaba al río Cali. Y, el segundo, cuando se negó a hacer
parte de la ardid diseñada por un jefe suyo, periodista, dirigida a dejar sin
empleo a dos colegas. “Yo no me iba a prestar para atentar contra mis propios
compañeros”, dice.
A pesar de dificultades de salud
que ha atravesado y del transcurrir de los años, este veterano dirigente obrero
no cesa en sus iniciativas sociales, parece inagotable la pasión que le
impregna a las mismas. ¡Qué bueno que muchos jóvenes del mundo de hoy tuvieran
la energía y la alegría que despliega Omar Álvarez en los actos de solidaridad
por sus congéneres de clase!, pensé, mientras iniciábamos el siguiente diálogo: