domingo, 12 de julio de 2009

América Latina, un volcán en erupción



Por Luis Alfonso Mena Sepúlveda (*)

Latinoamérica es un volcán en erupción: bullen sus pueblos, cae lava con las viejas oligarquías, fluye portentosa la incandescencia de gobiernos surgidos desde abajo.

El continente empieza a dejar de ser el sempiterno solar del imperio estadounidense y exige trato de iguales, respeto a sus soberanías, se planta con dignidad.

El continente empieza a dejar de ser el sempiterno solar del imperio estadounidense y exige trato de iguales, respeto a sus soberanías, se planta con dignidad.

Así se lo hicieron saber varios de sus líderes a Barack Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago, a la que el presidente gringo tuvo que llegar pisando pasito.

El camino fue abierto por Venezuela, hace exactamente diez años, cuando arribó al gobierno el mulato Hugo Rafael Chávez Frías.

Luego se desgranó la mazorca y fueron asumiendo el mando otros de los de abajo, como en Bolivia, con el indio Evo Morales, ratificado en referendo.

Y en Ecuador, con el estudioso Rafael Correa, a quien su pueblo también acaba de ratificaren el mando, después de dos años y medio en él.

En estos tres países los cambios van en serio y por eso lo primero que hicieron los nuevos líderes fue convocar asambleas para reformar sus constituciones caducas.

Por ese mismo camino va Nicaragua, con el regreso de Daniel Ortega, el comandante del Frente Sandinista que derrotó al dictador Anastasio Somoza en 1979.

No son constituciones para perpetuar en el poder a sus líderes, como de mala fe dicen las élites y repiten sus áulicos académicos y mediáticos en Colombia.

Cuando se busca transformar las estructuras económicas con el fin de sacar de la miseria a la mayoría, hay que cambiar las constituciones.

Si se pretende abrir espacios para que el pueblo sea quien decida políticamente, y no grupúsculos privilegiados, hay que cambiar las constituciones.

Venezuela, Bolivia, Ecuador lo están haciendo, y seguramente lo hará también Nicaragua, pues se trata de resarcir al pueblo, no de burlarse de él.

Y, lo más importante, lo están haciendo por la vía pacífica, sin el uso de la violencia, con el empleo de la razón, con el poder de los votos.

Pero hay algo más que identifica a estos gobiernos: escogieron, definidamente, la opción del socialismo, en su reelaboración contemporánea, el Socialismo del Siglo XXI.

El camino de los cuatro tiene un antecedente con 50 años de historia: Cuba, cuya revolución se mantuvo incólume en las barbas del imperio y hoy ya no está sola.

Vivimos, como dijo Correa, no sólo una época de cambios, sino un cambio de época, y entonces eclosionan, aunque con menos intensidad que los anteriores, otros países.

Brasil, con el obrero Lula da Silva; Uruguay, con el médico Tabaré Vásquez; Paraguay, con el obispo Fernando Lugo, y Honduras, con Manuel Zelaya, hacen parte de esa erupción.

Erupción que no para, pues El Salvador tiene ahora un presidente de izquierda, el periodista Mauricio Funes, con el que se abren esperanzas de rumbos profundos.

Funes llegó al poder a nombre del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, la guerrilla de los años 80 que firmó la paz en los 90.

Además, se abre paso el Alba, grupo en el que Venezuela, Cuba, Honduras, Dominica, Nicaragua y Bolivia se integran económicamente en pie de igualdad.

La Organización de Estados Americanos, por su parte, es cada vez más cuestionada, y no está lejano el día en que haya un órgano parecido, pero sin la égida del imperio.

Y mientras todo lo anterior ocurre, en Colombia miles cierran sus ojos, tapan sus oídos para no ver, para no oír que estamos en presencia de procesos históricos, no de meras coyunturas.

Obnubilados, prefieren seguir dándole la espalda a la historia, que indica que Latinoamérica gira y toma la senda de los excluidos, de la digninidad y de la soberanía.

(*) Artículo de opinión publicado en el periódico universitario Paréntesis No 12, mayo-junio de 2009. http://virtual.usc.edu.co/parentesis/