lunes, 20 de abril de 2015

Análisis. A propósito de la crisis actual del proceso de paz


Los medios de comunicación como actores  del conflicto

Por Milton Fabián Henao (*)
A raíz de los últimos acontecimientos relacionados con el Proceso de  Paz, generados    por la muerte de los once militares en el departamento del Cauca, fue notorio cómo medios los medios de  comunicación asumieron  posturas  duras frente a los diálogos de La Habana.

Los enfoques editoriales giraron en torno a la inconveniencia del proceso, de su suspensión y de la ventaja militar que se le estaba otorgando a la insurgencia.

Según el periodista Antonio Morales,  los medios de comunicación han sido actores del conflicto. “En ese sentido se han comportado como un elemento  más. En ocasiones por acción y otros por omisión. Por ejemplo, en el caso de la UP.  Por acción, cuando potenciaron fenómenos paramilitares, que no sólo lo desarrollan en las noticias, sino también en series de televisión y pues son culpables como actores del conflicto”.

En RCN Televisión, por ejemplo, se le vio muy insistente a Jessica de la Peña en la emisión del medio día del 15 de abril interrogando al ex presidente Álvaro Uribe,  respecto a  si se debían suspender los diálogos de La Habana. Sorprendentemente, Uribe respondió que no se debían suspender, aunque si reorientar.

No obstante, frente a los planteamientos y críticas del ex mandatario al proceso, la periodista preguntó de nuevo: “¿Entonces, según usted, hay que acabar los diálogos?”

A reglón seguido, su compañero de set,  Felipe Arias, le preguntó al ex presidente: “Ex presidente Uribe, el presidente Santos ha dicho que se deben acelerar los diálogos. ¿Hay que acelerarlos, o hay que  acabarlos?”

En la otra emisión, del noticiero en mención, Felipe Arias, ante la decisión del Gobierno del presidente Santos de reanudar los bombardeos, dijo en el lead de una nota periodística: “El vicepresidente Germán Vargas Lleras dijo estar de acuerdo con acelerar los diálogos y aplaude reanudar los bombardeos”. No obstante, en la nota periodística que rodó a continuación, el vicepresidente de verdad dijo estar de acuerdo con lo primero, pero respecto a lo segundo dijo que valoraba “la decisión presidencial de desplegar toda la fuerza pública y reanudar los bombardeos”.

Me pregunto: ¿un bombardeo donde mueren personas se  debe aplaudir?
Nada distinto pasó en el otro lado. Caracol abrió su emisión del día 17 abril con su periodista Vanessa de la Torre diciendo: “Mientras se reanudan los bombardeos y se intensifican las acciones en contra de las Farc, los colombianos despiden, despedimos, a nuestros militares caídos”.

Sin embargo, ese mismo día de la muerte de los militares, en el departamento del Cauca se dio a conocer un comunicado por parte de la Asociación de Cabildos Indígenas, Acin, que daba cuenta de cinco  indígenas que fueron detenidos por hombres de civil armados y quienes se movilizaban en camionetas blancas.

Tres de los indígenas   fueron encontrados posteriormente  asesinados con disparos en la cabeza, cuatro kilómetros más arriba de la vereda Agua Clara, en los límites entre los municipios de Buenos Aires y Suárez  Cauca, muy cerca del lugar donde murieron los once soldados de la Tercera Brigada del Ejército. Los otros dos aún se encuentran desaparecidos.

No obstante la gravedad de estos hechos, los medios ignoraron por completo esta información, haciendo parecer que en Colombia existen colombianos de distintas categorías. La misma  actitud del presidente Santos da cuenta de ello, porque por situaciones menos  graves, como la retención del general Alzate, se suspendieron los diálogos de La Habana.

En todo caso, parece que el objetivo de los medios fue  exacerbar  el dolor y la rabia de los colombianos frente a la muerte de los militares y al contrario de ser apaciguadores de ese momento tan doloroso, echaron gasolina a la hoguera que estaba encendida por la pérdida de estos colombianos.

Esta postura de los medios ha sido  constante  y  ha caminado históricamente de la mano de la confrontación.  El comunicador  Javier Darío Restrepo lo recordaba hace  varios meses  en una exposición  que se realizó en el Museo Nacional de Bogotá sobre algunos objetos y personajes de la Guerra de Los Mil Días.

“A mí me corrió un estremecimiento cuando vi los periódicos que se publicaban en la época y ahí entendí mucho de los por qué de la guerra. Los periódicos estaban invitando a matarse”, sostiene el comunicador. Agrega que se daba a entender que “matar liberales era normal y consecuente con la lucha política”, distinto si por ahí de pronto los que morían eran conservadores.

Si traemos la observación del maestro Restrepo a esta realidad que nos convoca,  podríamos decir entonces que en nuestros tiempos se repite lo  mismo. Si mueren guerrilleros bombardeados, o indígenas o líderes sociales, es “normal” en el marco del conflicto que vivimos. Pero si mueren soldados y se detienen generales, eso sí causa toda la indignación.

Por ello es que la guerra resulta ser tan perversa. Se ha  llegado al punto de que en el marco de la lucha contrainsurgente por parte del Estado y los grupos paramilitares que sembraron la violencia en los años noventa, los medios de comunicación hicieron suya esta causa, con sendas entrevistas y reportajes, como la elaborada por Claudia Gurisatti, o los productos  elaborados por la periodista colombo-española Salud Hernández, quien redactó el prólogo del libro Mi Confesión, del paramilitar Carlos Castaño

Por  situaciones como estas, el Tribunal Superior de Bogotá acusó a varios medios de comunicación por haber sido complacientes frente  el auge del  paramilitarismo, agregando que estos medios “cumplían con un rol fundamental en la propagación y legitimación de  discursos llenos de odio”.

Qué fácil ha sido desarrollar la guerra, pero qué difícil es entender que  la paz es una necesidad inequívoca para la preservación de nuestras futuras generaciones y que en ella deben participar todos los sectores de la sociedad.

Para estos mismos medos, también ha sido histórico establecer la premisa de que  la lucha armada desarrollada por la insurgencia en este país se reduce a un grupo de “terroristas” que se quieren tomar el poder a la fuerza, desconociendo  las desigualdades sociales existentes  que se convirtieron en causas estructurales  del conflicto y que aún permanecen.

Como dice el maestro Javier Darío Restrepo, “en este momento los medios de comunicación deben asistir a la información, así como cuando vamos a un hospital a visitar un enfermo grave con dos preocupaciones: no  perturbarlo, en lo más mínimo. Segundo, si puedo, ayudar para que ese enfermo no se nos muera, que son las dos condiciones para hacer comunicación e información en este momento del país, un enfermo en cuidados intensivos”.

Bogotá, domingo 19 de abril de 2015.

(*) Periodista vallecaucano, corresponsal del Canal Telesur en Colombia.

viernes, 17 de abril de 2015

Reflexión. A propósito de los hechos del Cauca

Un mar de gente durante la marcha del 9 de abril en Bogotá y otras ciudades del país, defendiendo el proceso de paz de La Habana y exigiendo un cese bilateral del fuego en todo el territorio nacional.
No perdamos el horizonte, defendamos lo construido

Por Luis Alfonso Mena S.
En las horas que transcurren cunden las maldiciones. Se solazan los partidarios de mantener el país en otros 50 o 60 o 70 años más de guerra. Se frotan las manos con sangre ajena los que quieren mantener sus inmensos privilegios a balazos o con bombardeos.

Los hipócritas lamentan tantas muertes, pero por dentro ríen a carcajadas porque creen tener nuevos argumentos para que otro intento de paz se vaya a la basura. No les importa. Así ha sido siempre.

La clase dirigente colombiana es experta en ello. Y muchos caen en su trampa. Olvidan que no es la oligarquía la que pone el pecho en la guerra. Los muertos, de un lado y del otro, siempre son del pueblo. No son banqueros, ni empresarios, ni políticos profesionales, ni terratenientes, y tampoco generales. Es el pueblo el que derrama su sangre, mientras aquellos consolidan su poder. Así que es la hora de no caer en su juego.

Sin respeto por la dignidad humana, muchos uribistas, de viejo y nuevo cuño, se disputan los muertos: buscan capitalizar, pletóricos de politiquería, anegados en cinismo, los lamentables sucesos del 14 de abril en el Cauca. Inundan las redes, irrigan veneno. Son paradigmas del oportunismo, adalides del odio. Producen náusea.

Uribe, el jefe del gobierno cuyos más altos funcionarios están hoy en la cárcel (y otros esperan el turno), condenados por corrupción y persecución a sus opositores, usufructúa con desfachatez el dolor ajeno. Aúpa la guerra.

Hace solo una semana más de un millón de colombianos se volcó a las calles del país a respaldar los diálogos de La Habana. Es el momento entonces de defender todo lo construido. De exigirle a Santos el cese bilateral del fuego y de que mantenga el proceso diálogo, porque para eso fue reelegido. Es la hora de no perder el horizonte y de seguir en la búsqueda de la paz con democracia y cambios sociales.

martes, 14 de abril de 2015

Análisis. Los logros del Frente Amplio por la Paz en las marchas del 9 y lo que sigue

Mensaje claro por parte de los marchantes en Cali el pasado jueves 9 de abril: se necesita un cese bilateral del fuego ya.

De abril a octubre

Por Luis Alfonso Mena S.
Las grandes marchas del pasado jueves 9 de abril en todo el país constituyeron una contundente respuesta política a los sectores de ultra derecha que buscan el fracaso del proceso de paz y la prolongación de la guerra en Colombia, al tiempo que evidenci aron que la unidad amplia de la izquierda es posible, a pesar de las sectas divisionistas que se quedarán viajando en el vagón de cola de la “burguesía nacional”.

Aunque el Gobierno de Santos se montó a última hora en la jornada y trató de desviar la atención de los grandes medios, lo cierto es que el eje fundamental de las manifestaciones estuvo en las calles de Bogotá, Cali, Medellín, Neiva y otras ciudades capitales del país definidas de manera previa por los organizadores como epicentros de las demostraciones masivas de respaldo a los diálogos entre las Farc-EP y el Gobierno Nacional.

Se trató de una demostración de unidad de fuerzas de la izquierda social y política reunidas en el Frente Amplio por la Paz, que debe continuar y fortalecerse con miras a su participación coaligada en las elecciones regionales de octubre de 2015, que permita empezar a cambiar el espectro político nacional y a generar poder local.

Particularmente importante fue la participación del Movimiento Social y Político Marcha Patriótica, que movilizó a miles de sus integrantes desde múltiples zonas de la geografía campesina y urbana hasta las ciudades donde se realizaron las manifestaciones.

Quedó demostrado, de nuevo, su capacidad de convocatoria ya vista en la jornada nacional cumplida el 9 de abril de 2013 y en el paro agrario, étnico y popular del mismo año, y dejó en claro que Marcha Patriótica es ya un sujeto político decisivo a la hora de las soluciones de fondo que urge el país.

El Frente Amplio por la Paz congrega, además de Marcha Patriótica, al Partido Comunista, la Unión Patriótica, a sectores de Alianza Verde, de Progresistas y del Polo Democrático, así como a los movimientos Mais, Poder Ciudadano, Fuerza Común, Poder y Unidad Popular, Congreso de los Pueblos, Clamor Social por la Paz y organizaciones sociales y sindicales nacionales.

La exigencia de un cese el fuego bilateral, de la apertura de conversaciones con el ELN y de la realización de una asamblea nacional constituyente, que asuma el diseño de cambios sustanciales en materia económica, social, cultural y política como culminación de los diálogos con las Farc-EP, fueron consignas que se escucharon a lo largo y ancho de la nación, a pesar de las maniobras del Gobierno y de la desinformación de los medios de comunicación de la burguesía, que querían restringir los alcances de la jornada a la conmemoración del Día de las Víctimas del conflicto en Colombia.

Especialmente destacadas fueron las movilizaciones realizadas en Cali, una desde el sur y otra desde el norte, en las que participaron obreros, campesinos, estudiantes, desempleados, activistas sociales procedentes del Cauca y de municipios del Valle, en un ambiente de combatividad que finalmente congregó a más de 30.000 hombres y mujeres del pueblo.

La persistencia en dar vida al Frente Amplio por la Paz ha demostrado que es la política correcta para la coyuntura, la cual requiere de una masiva movilización de la izquierda social y política para la defensa del proceso histórico de La Habana en marcha, ante la arremetida cada vez más virulenta de la extrema derecha uribista, militar y mediática que se palpa en Colombia a medida que avanzan las conversaciones en Cuba.

Ahora se requiere la profundización estratégica de los pasos dados en materia de unidad, que se recojan las experiencias históricas, las de las épocas de Camilo (Frente Unido), de Gerardo Molina y Firmes (Frente Democrático) y del Frente por la Defensa de los Derechos Humanos (contra el autoritarismo de Turbay) hasta ejercicios similares más recientes, y se proyecten en procura de un salto cualitativo de la luchas sociales por poder político en las regiones.

Es la hora de la coherencia en las fuerzas mayoritarias en la izquierda, de su unidad de acción en procura de la consolidación de un bloque histórico contra la hegemonía de la oligarquía y en pos de democracia y cambios sociales en octubre.


Cali, lunes 13 de abril de 2014.