miércoles, 2 de diciembre de 2015

Entrevista. Habla Yvette Marie Apsit Díaz, artista plástica caleña


Yvette Marie Apsit Díaz, con El Color del Paraiso, una de sus pinturas, en la exposición realizada en la Biblioteca Departamental del Valle, en momentos previos a la entrevista. (Foto: Luis Alfonso Mena S.
“El acto de crear es como una oración”

Por Luis Alfonso Mena S.
Hasta hace algunos días estuvo en exposición en la Biblioteca Departamental, al sur de Cali, parte del trasegar pictórico de Yvette Marie Apsit Díaz, una obra que, como ella misma dice, refleja “la fuerza creativa femenina, el poder de la vida…”.

Para Yvette Marie su obra “son árboles, son agua, son peces, que son la misma tierra, y es un llamado a ese reconocimiento de la fuerza interior femenina. No es una fuerza de acción de tipo masculino, no, es una fuerza interna, centrada, que tiene que ver con la gestión de la vida”.

La encontramos en un costado de su exposición, titulada Universo Verso Uno, orientando en una larga mesa llena de pinceles y tarritos con pinturas a una veintena de jóvenes y algunos adultos con dificultades cognitivas, vinculados a la Fundación Progresar, con quienes realizaba un taller de colores organizado por la artista.

Yvette Marie hace parte de ese conjunto de seres sensibles que en Colombia se la juegan por abrir espacios para su creación, por hacer valer su amor al arte, por no claudicar ante las dificultades, por no sucumbir ante los portazos que les cierran espacios en Proartes, Comfandi, el Museo de Roldanillo o en otros donde los discriminan.

Resiste y se abre paso con su obra, pugna por hacerla visible, y por tocar con ella los espíritus de tantos guerreros de la cotidianidad y tantos otros guerreros del conflicto.

Porque, como ella dice, “el acto de crear es como una oración”. Una oración por la vida, por la naturaleza, por el respeto a los derechos de los demás, pero también por el derecho propio a hacer, que es una forma de buscar la paz.

Poco después de la entrevista, Yvett Marie se iría a dirigir otro taller, esta vez en el norte de Cali, con mujeres desplazadas por el conflicto social y armado existente en Colombia, precisamente en la fecha en que se conmemoraba el Día de la no Violencia contra la Mujer.

Allí, como ocurrió a finales de 2014 --cuando reunió a activistas comunitarios y a personas interesadas en las imágenes callejeras para pintarle a la paz en un costado del puente sobre la Avenida Roosevelt con Carrera 24 de Cali--, dejaría también la huella de su brega por el arte y por los espíritus sensibles.

Con su obra al fondo y en el centro de la Sala de Exposiciones de la Biblioteca Departamental, la artista plástica caleña Yvette Marie Apsit Díaz. (Foto: Luis Alfonso Mena S.).
--¿Cuál es la filosofía de su trabajo pictórico?
--Hay un poco de varias filosofías, pero en sí es difundir la vida, difundir el cuidado por la naturaleza, cada cuadro es como una oración, porque el acto en sí mismo de crear para mí es una oración, es un contacto con las profundidades de la psiquis, pero también tiene un contacto con lo espiritual o con lo divino. No es que tenga una temática organizada desde el principio, no, eso más bien se ha ido construyendo de una manera aleatoria, pero dejo que mi yo se exprese, me permito esa libertad de expresar lo que me viene, o sea: voy trabajando y conforme a lo que voy trabajando va sucediendo y voy detrás de eso que va sucediendo.

--Vemos que su pintura está llena de color y de figuras que invitan a razonar, a pensarlas, a discernirlas…
--Yo te invitaría a que más que razonamiento pudieses abrir tu sensibilidad, porque no es que tengan un contenido razonable, sino que tienen como coordenadas que mueven tu ser interior, tu energía, eso es algo muy importante en este trabajo.

--¿Ubica su trabajo en alguna escuela artística?
--Pues yo creo que hago la escuela y claro, tengo de todo lo que he estudiado, de todos los movimientos, desde los clásicos, los griegos, los impresionistas. Con este colorido que ha abierto justamente este camino a la no representación fotográfica, sino más bien emocional y, más que emocional, yo diría que espiritual, se va revelando hoy en día. Igual, tampoco hablamos de formas muy definidas o corrientes, yo no creo que haya una corriente así aparte de las instalaciones o del arte conceptual. Mi arte está carente de eso, habla por sí solo, yo no necesito escribirte qué significa, o lo sientes y te conectas con él, o cada quien se conecta de una manera diferente, porque esta es la magia de este trabajo.

--¿Cuáles son las obras que destaca de su exposición?
--Está El rezo por los santuarios de vida, que es un rezo que yo lo he puesto justamente para que esa energía llegue a esos lugares donde nace el agua; por lo tanto son los santuarios donde nace la vida del agua. Está La semilla cósmica, cómo nosotros somos producto de esa semilla cósmica y cómo hay que mantenerla, cuidarla. Está Eva, que se va comiendo toda la manzana del conocimiento y se despliega todo ese conocimiento. Y está Nana, que tiene dos cabezas, porque a veces tenemos un ser que nos guía o nuestro gran inconsciente que está ahí, como una segunda cabeza que lo representan nuestras culturas amerindias y las culturas prehistóricas más fuertemente de estas deidades con dos, tres cabezas, porque no son seres humanos. Precisamente es un ser antropomorfo, pero no quiere decir que realmente sean humanos. Para mi cada cuadro es una presencia, eso lo aprendí en México: el arte no representa, es en sí mismo una presencia que actúa sobre los seres humanos constantemente.

--Grosso modo, ¿cuál es el camino recorrido por su pintura?
--Empecé apenas salí del bachillerato, entré a Bellas Artes, pero mi padre desde antes me fomentó, me regalaba lápices de colores, papeles. Si me veía haciendo muñecas me traía trapitos y cositas. Después de Bellas Artes me fui a México, estudié diez años allá, cinco años en la Escuela de la Esmeralda que fundaron Diego Rivera y Frida Kahlo, cuatro años más que estuve en la Escuela de San Carlos, y en artes de oficios varios, porque una de las maravillas de México son todos los oficios que tiene y todo los que tuve lo aprendí, porque me encanta el hacer creativo, la transformación de la materia.

-- ¿Cuáles son las exposiciones que mejor sensación le han dejado?
--Pues no te sé decir que haya una mejor, una importante, pero me parece que estas dos veces que he expuesto en la Biblioteca Departamental me han permito llegar a muchas más personas, que es el propósito. Aquí vienen muchos colegios, muchos niños, a veces son guiados, a veces no, pero esto aquí está haciendo su influjo.

--¿En qué consiste su trabajo con mujeres desplazadas?
- Pues este taller es en Casa Matria, justamente se trabaja con mujeres víctimas del conflicto y trabajamos el arte en reparación. Justamente cuando tú puedes expresar lo que estás sintiendo, lo que has vivido, lo concientizas, lo ves, lo puedes superar.

--¿Qué nuevos proyectos se avizoran en el horizonte?
--Pues estoy abriendo puertas y los proyectos vamos a ver qué tanto nacen, porque ya he pasado bastantes proyectos en diferentes espacios de la ciudad, a ver cuál te recibe, porque no todos te reciben.

--Precisamente, ¿cómo es su lucha para poder dedicar todo su tiempo a la producción artística?
--Hay una tenacidad allí, yo creo que es una vocación sinceramente, porque hay que esperar mientras se posiciona la obra en el sentido de que te den los espacios y que para las entidades institucionales o los curadores uno sea de su agrado o del movimiento en que esté… Porque a mí simplemente me han dicho: “No, no me interesa su obra”, organismos como Proartes. ¿Cómo así que no te interesa, dime por qué?, pregunto yo. Y me responden: “Simplemente no me interesa”. Eso es lo que responde un curador como Miguel González que maneja muchos espacios. Así pasa en Roldanillo y muchos lugares en los que uno quisiera hacer este tipo de movimientos. Luego está Comfandi, que tampoco responde, y hay otros lugares que son del uso público a los que yo no sé por qué es tan difícil acceder. Precisamente hago esta muestra porque muchas veces hay que mostrar para que se te abran los espacios. Ese es el camino, el de abrir espacios, mostrar realmente y motivar a ese tipo de organismos, instituciones, de curadores a que se interesen en este tipo de pintura-medicina.

--¿Por qué pintura-medicina?
--Porque me parece que es súper sanadora, o sea, algo te mueve, algo te nutre, te llena, te comunica algo, hace contacto contigo, quién sabe de qué manera...

--¿Por qué cree que no hay respuesta, no hay apoyo de esas entidades y personas que me mencionó?
--Porque de pronto no es una pintura que esté de vanguardia, o porque no está en el movimiento contemporáneo. Sin embargo, la pintura es atemporal, carece de límites y simplemente es como la época.

--Usted ha hecho énfasis en su aporte a la época, que es la de la búsqueda de la paz. ¿Cómo se inscribe su obra en ese camino?
--Pienso que en la belleza, en la armonía y en el trabajo que hay en cada uno. Pienso que es eso lo que se emana en cada obra, hay una búsqueda de un equilibrio, de la armonía, de la belleza, la belleza genera paz aunque a veces parece muy contradictorio ante la guerra y la violencia que estamos viviendo, pero la belleza es hasta la mirada, tratar bien al otro, el ser amable, el ser capaz de aprender y apreciar la belleza de un árbol, de un cielo, que puede alimentar y sanar una tristeza y pienso que la obra de arte, cuando se trabaja de corazón, así bien entregada, puede hacer algo de lo que realiza la naturaleza en nuestro espíritu.

--¿Cree que su obra puede incidir en los guerreros dentro del conflicto colombiano?
--No sé, pero que podemos tocar las fibras sensibles humanas, sí. No sé en qué manera incide, hay que invitarlos a ver qué pasa, pero también me pregunto qué haría un guerrero ante los bellos cuerpos de las mujeres, que haría un guerrero ante una obra plástica que no se posee. Entonces esa pregunta me lleva a muchas cosas, justamente a lo que vamos ahora, a Casa Matria: mujeres víctimas del conflicto armado, de desplazamientos, de guerras, mujeres violadas. Es una cuestión social muy antigua que pienso que tiene que transformarse en algún momento, porque el cuerpo femenino es un cuerpo sagrado, así como lo es la tierra. Entonces un  cuerpo femenino lastimado, violentado, simplemente lo que revela es que a la tierra la violentamos, la saqueamos, la perforamos. ¿Y dónde está el cuidado de la vida?

Cali, lunes 30 de noviembre de 2015.


La artista, en el taller de pintura con integrantes de la Fundación Progresar. (Foto: Luis Alfonso Mena S.)
Hilos de Luz, una de las obras de Yvette Marie Apsit Díaz. (Foto: Luis Alfonso Mena S.).
El proceso creativo del grupo juvenil avanza. La artista no solo crea, sino que ayuda a crear. (Foto: Luis Alfonso Mena S.).

Ariadna, otra de las pinturas de Yvette Marie Apsit Díaz. (Foto: Luis Alfonso Mena S.).
Al final del taller, los participantes crearon su propia obra. El proceso dio frutos. (Foto: Luis Alfonso Mena S.).
Caminante de Estrellas es el título de esta obra. El hombre con el mundo a cuestas. (Foto: Luis Alfonso Mena S.).

Informe. Grandes conglomerados, afectados por contaminación


La quema de la caña constituye un atentado contra la salud de las poblaciones cercanas a los cultivos. 
Campaña y firmas contra quema de caña en el Valle del Cauca

En el Valle del Cauca crece el rechazo a la práctica de la quema de la caña que realizan los ingenios azucareros del departamento, hecho que ocasiona enormes daños a la salud de amplios conglomerados sociales y de trabajadores, y grave deterioro al medio ambiente.

Uno de los pronunciamientos conocidos en los últimos días es el del Colectivo Ecosocialista de Tuluá, que está proponiendo una campaña contra tal práctica, iniciativa en la que coincide con otras voces que desde diferentes sectores se han pronunciado en tal sentido.

Crónicas Viajeras. Por las tierras de Risaralda (I)

El corregimiento de Cerritos, en jurisdicción de Pereira, es conocido por su riqueza de frutales. (Foto: http://periodico.sena.edu.co/productividad/noticia.php?t=Cooperativa-de-%2018pi%F1eros%2019%20&i=238).
Cerritos, entre mecato y cometas

Por Rubén Darío Taborda Franco (*)
Entre el municipio de Cartago, en el departamento del Valle del Cauca, y Pereira, capital de Risaralda, se encuentra Cerritos, un caserío ubicado donde se inicia la vía que conduce al viajero al municipio de La Virginia, ubicado a orillas de los ríos Risaralda y Cauca; y también a Balboa, Belén de Umbría y La Celia, pueblos  encumbrados en la cordillera  Occidental.

En los años  ochenta el turista debía tomar esa vía para viajar a Medellín porque no se  podía asumir la ruta que pasaba por Santa Rosa de Cabal. Y no hay que olvidar que por La Virginia muchas personas viajan al departamento del Chocó.

Crónicas Viajeras. Por las tierras de Risaralda (II)

La plaza principal del municipio de La Virginia. http://www.lavirginia-risaralda.gov.co/noticias.shtml?scrl=22&apc=ccxx-25-&scr_22_Go=26).
La Virginia, pueblo de colonizadores y desplazados por la violencia

Por Rubén Darío Taborda Franco (*)
La Virginia es una población que se encuentra a 30 kilómetros de Pereira, la capital del departamento de Risaralda. Este municipio se ubica en el valle que conforman los ríos Cauca y Risaralda. Al norte del pueblo se encuentra la vía que conecta al  municipio con Cali o Pereira, así como con Belén de  Umbría, Mistrató o Balboa. De  igual forma por esta  vía  se viaja al Chocó y a Antioquia.

Inicialmente se le conocía como Sopinga, según datos de la revista  Risaralda Turística, del 4 de abril de  2003. Este municipio fue uno de los  tantos pueblos que nacieron a raíz de la colonización paisa. Uno de ellos, según el historiador Emilio Echevarry, se llamaba Bernardo Torres, quien llegó al caserío  y decidió cambiarle el  nombre original por el de Virginia, en  honor a  una de sus hijas.

Crónicas Viajeras. Por las tierras de Risaralda (III)

El histórico punte Bernardo Arango sobre el río Cauca identifica a La Virginia y fue sometido a remozamiento. (Foto: http://www.eldiario.com.co/seccion/RISARALDA/el-puente-est-casi-listo1507.html).
El puente de la historia de La Virginia

Por Rubén Darío Taborda Franco (*)
Cuando el visitante  llega en  bus intermunicipal o carro a La Virginia lo hace por un  puente con doble calzada al lado noroccidental del pueblo, pero en 1926 se daba inicio al tránsito de las personas por el  Puente Bernardo Arango.

Es una obra que en su época tuvo el mismo impacto social y arquitectónico que el que tuvo el Viaducto entre Pereira y Dosquebradas cuando se inauguró, el 16 de  noviembre de  1997. El puente fue  diseñado por el ingeniero Gonzalo Echeverry cuando el anhelo de progreso se cernía sobre el  sur occidente de Colombia.

Crónicas Viajeras. Por las tierras de Risaralda (IV)

El Bolívar Desnudo, la representativa obra en bronce de Rodrigo Arenas Betancourt, en la plaza central de Pereira. (Foto: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1455314). 
Pereira, ciudad de dulces y trancones

Por Rubén Darío Taborda Franco (*)
Cuando uno  llega a Pereira procedente de Cali o Palmira encuentra un edificio de diez pisos que se llama  Mukava, luego se entra a La  Perla del Otún, como se  le conoce a la capital de Risaralda,  por la  Carrera 13, observa a  mano derecha el estadio y después el barrio Los Corales. A mano izquierda encuentra una altiplanicie enmallada como la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez en la capital del Valle, porque ahí se encuentra el puerto aéreo de la ciudad.

Pereira parece ser buena plaza para los cantantes, pues en el pequeño recorrido que hice observé el  anuncio de  conciertos  de Franco de Vita,  Luis Alberto Posada y J. Balvin.

Crónicas Viajeras. Por las tierras de Risaralda (V)

El Viaducto César Gaviria une a Pereira y Dosquebradas. (Foto: http://www.colombiapasajes.com/wp-content/uploads/2009/05/pereira1.jpg).
Dosquebradas, a paso de Viaducto

Por Rubén Darío Taborda Franco (*)
El 15 de noviembre cumplió su la mayoría de edad, inaugurado en 1997, el viaducto que conecta a Pereira con Dosquebradas, una obra que se construyó para descongestionar el trancón que se formaba en el barrio Alcázares, en el lado de la capital de Risaralda, y en el barrio San Judas, en el municipio vecino, porque en el puente Mosquera, que cruza sobre el  río Otún, se formaba un cuello de botella.

Por ese puente había presencia de motos y toda clase de vehículos. Por el sector pasaban    buses intermunicipales que se dirigían a Armenia, Chocó y Cali; cruzaban para viajar a Manizales, Medellín y norte del país; y viajaban camiones con transporte de café, plátano, yuca  y  otros alimentos típicos de la región.