Lo
que los medios “no vieron”
Por Luis Alfonso
Mena S.
Concluyó
una nueva versión de la Feria de Cali, certamen mayoritariamente para los
adinerados y los negociantes de buena parte de los escenarios en los que se
programan espectáculos.
La
exclusión campeó en el llamado Salsódromo, espacio público privatizado para
llenar las arcas de unos pocos y taparle la vista a Juan Pueblo, que hasta para
observar el recurrente desfile de carros viejos (pasatiempo de unos cuantos
solventes del capital) tenía que pagar.
(A
propósito: se acabó el jolgorio y ¿qué pasó con la demanda contra el cierre y
la privatización de las vías públicas?).
Conciertos
costosos y llenos de problemas e improvisaciones, prolijos en quejas, porque
allí los privilegiados de puestos millonarios eran los único bien atendidos.
Y
una feria taurina en decadencia, que ya no concita como en otras épocas. El
circo de la tortura y de la sangre poco a poco se va quedando sin los
auditorios de antes. La apología del tormento animal se debe mandar al rincón
del olvido.
Rescatable
el encuentro de melómanos y coleccionistas, que le sigue mostrando a las nuevas
generaciones el valor de la historia de la música, que no nació hoy y no se
reduce a reguetón, champeta y ras tas tas, como quieren sus comercializadores.
Además,
la salsa continúa teniendo a Cali como uno de sus pocos epicentros en el mundo
y ese es un aporte clave en el plano cultural.
Reproduzco
algunas de las imágenes que circularon en páginas alternativas sobre la otra
cara de la Feria, no difundidas por los medios áulicos de ella.
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