lunes, 12 de octubre de 2015

Opinión. Suspender las quemas del follaje de la caña de azúcar, necesidad imperiosa

Foto tomada de www.d24ar.com

El mal ejemplo de los cañicultores

Por Alberto Ramos Garbiras (*)
Le plantee al ministro del Medio Ambiente, Gabriel Vallejo, en mi calidad de jefe de la Oficina Departamental de la Gestión del Riesgo, la necesidad imperiosa de suspender las quemas del follaje de la caña de azúcar, al menos por ahora en esta temporada de incendios, hasta marzo de 2016 que culmine el Fenómeno del Niño, y mientras se toma una medida definitiva con una práctica que ya lleva veinte años prorrogándose con diferentes pretextos.

La solicitud la formulé durante la visita del Minambiente a Cali el día 17 de septiembre, dentro de la reunión del Comité de Atención de Desastres, con la presencia del señor Gobernador y del Director de la CVC, cuando se instaló la sala de crisis.


El Ministro y el Comandante Nacional de los Bomberos, coronel Miranda, estuvieron de acuerdo en la suspensión y así lo anunciaron los medios de comunicación al día siguiente, pero siguen las quemas. Fabio Cardozo, analista agudo y agente de paz, dudó cuando le comenté que al fin tendríamos un respiro.

Desde 1995  la ministra Cecilia López Montaño permitió por decreto las quemas en el sector de la caña de azúcar, como una técnica agrícola a cielo abierto para la quema del follaje de caña y se le dieron diez años. Pasado este período, hicieron una prórroga inconcebible y continúa el problema.

Lo cierto es que estas quemas han terminado calentando el ambiente del Valle del Cauca, alterando la temperatura atmosférica, produciendo efectos nocivos a la salud por la pavesa que se dispersa en diferentes hogares, afectando vestuarios, lavado de ropa, piscinas, canales de los techos, y con el viento, las partículas submicrónicas, en que se convierten la pavesas, pueden ser inhaladas y afectar las vías respiratorias.

Además, la quema en si afecta el suelo y los microorganismos del suelo y van poco a poco deteriorándolo hasta la desertización. Estas quemas y requemas han terminado en el Valle del Cauca como una práctica ya permanente que la gente no tolera, hay municipios cercados por la caña y por las quemas, como Candelaria.

Lo más impresionante del caso es la situación  en cifras dadas por los bomberos. En más de 1.300 hectáreas de caña de azúcar, durante los meses de julio y agosto de 2015, se han hecho quemas por fuera del mismo control de los ingenios, o sea  su centro de avisos con la rosa de los vientos, y los bomberos han tenido que enfrentar estos incendios, porque son incendios no controlados por los programadores de la caña de azúcar, y terminan en un mal ejemplo, tanto los incendios controlados de miles de hectáreas como los no controlados.

En las laderas y montañas de las cordilleras Occidental y Central,  la gente observa y copia el ejemplo de los cañicultores, también hace quemas agrícolas para despejar el terreno y ahorrarse dinero en lo que corresponde al descapote y el desbroce de los terrenos, mal ejemplo que se ha traducido en que quienes incendian también como técnica agrícola extienden estos incendios hacia otras hectáreas y se forma una crisis mayor, aumentando los incendios.

Se puede llegar a quemar 30, 50 o 100 hectáreas por extensión de los vientos, cuando solo los campesinos de la montaña pretendían quemar una plaza, lo  hacen  imitando a los cañicultores del valle geográfico.

La tendencia debe ser implantar la zafra en verde o en crudo, denominada “azúcar sin ceniza”. Los cañicultores queman el follaje porque la quema abarata los costos de las empresas, cargándolos al ambiente y a la salud pública, pero no se contabilizan los gases de efecto invernadero que producen las quemas, no se contabiliza la muerte de diversas especies a causa del fuego, ni los casos de asma y enfermedades respiratorias de los pobladores vecinos y de los propios trabajadores de las fincas propiedad del ingenio.

Cuando se efectúa la quema de caña en el día se produce una contaminación, la cual puede ser visualizada comúnmente al observar una especie de lluvia de trozos de cenizas sobre toda la ciudad.

Estas cenizas van acompañadas de una serie de gases no visibles y humo que agravan los problemas. Así tenemos que esta combustión produce gases como monóxido de nitrógeno, el cual tiene efectos tóxicos sobre los humanos.


(*) Abogado, constitucionalista, experto en medio ambiente, docente de la Universidad Libre de Cali.

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