Semblanza del Partido Liberal
Por Alberto Ramos Garbiras (*)
El liberal es un partido que no ha podido recuperarse ni reformarse. Un partido político que se autodestruyó dentro de la convivencia del Frente Nacional (1958-1974); después, en el período post-frentenacionalista, detentó el poder durante 20 años casi consecutivos desde 1974 hasta 1998, con los gobiernos de López Michelsen hasta Samper Pizano (20 años sólo interrumpidos por el gobierno de Belisario Betancourt), pero como partido en el Gobierno concedió la mitad de las administraciones al Partido Conservador, continuó aislado de la justicia social y entregado al clientelismo.
La conjunción frentenacionalista más el destinte ideológico posterior de los gobiernos sin oposición hicieron del liberalismo jirones fraccionalistas departamentales sin jefaturas o direcciones ideológicas. El conservatismo vivió la misma transmutación.
Después de finalizar el gobierno de Samper Pizano (1998), el Partido Liberal ha estado desvinculado del poder central, ausente de las decisiones gubernamentales durante 12 años, sin recuperar la Presidencia de la República y sin vocación real de poder. Uno de sus cuadros políticos regionales, Álvaro Uribe, que creció, se formó y benefició con el Partido Liberal, ganó como independiente la Presidencia.
Esos jirones los tomó Álvaro Uribe para erigirse como jefe de los sobrevivientes al bipartidismo burocrático. Obtuvo el poder en el año 2002 desconociendo a su Partido que no lo nominó ni postuló para esa campaña electoral; ha realizado dos gobiernos continuos con énfasis en la personalización del poder, el autoritarismo, inclinándose hacia el bonapartismo. De estado comunitario sin edificar, pasó al estado de opinión sin definir, sin opinión de los adherentes al proyecto personalista uribizado.
Durante los últimos ocho años consecutivos en el poder (1990-1998), los dos presidentes liberales (Gaviria y Samper) demolieron sus bases ideológicas y lo que quedaba de arrestos. La fallida política económica del primero (César Gaviria, 1990-1994), introdujo al país por la senda del neoliberalismo, arruinando el campo y a los microempresarios. No actuó como liberal de partido, ni respetó el pensamiento político y económico de quien le facilitó el triunfo, el candidato Luís Carlos Galán.
El segundo, Ernesto Samper Pizano (1994-1998), no pudo gobernar y menos aplicar su concepción proteccionista de la economía, se dejó penetrar por la mafia, su administración permaneció judicializada y cuestionada en el exterior.
El Liberalismo, después del fallido gobierno de Pastrana Arango (1998-2002), no supo ni pudo captar ni exponer el discurso de la seguridad nacional para enfrentar a los actores armados; quien interpretó esa necesidad fue Uribe Vélez, derrotando a los demás aspirantes en esa contienda.
El liberalismo, desde el año 2002, ha realizado una oposición forzada; sin ganas unas veces, esperando, al principio, los guiños del presidente Uribe o su regreso al seno del partido. En otros momentos hizo una oposición tibia para poder coquetear detrás de una porción burocrática, y en otros, una oposición errática por intentar ser condescendiente y no romper del todo las relaciones con el ejecutivo central.
Una sola senadora, Piedad Córdoba, en muchos momentos ha hecho más oposición sola que todo el Partido Liberal. Ella pertenece a la corriente socialdemócrata del partido, pero no ha podido hacer girar al liberalismo colombiano hacia posturas más progresistas; los sectores derechistas y centristas la han tenido entrampada, sin poderse tomar la dirección de la colectividad.
Las fuerzas parlamentarias del liberalismo, durante los primeros cinco años de los dos gobiernos de Uribe Vélez, nutrieron de profesionales a los movimientos políticos uribistas, esparcidos en siete organizaciones políticas oportunistas. Sus fuerzas parlamentarias se debilitaron por las disidencias y el transfuguismo.
(*) Profesor investigador de la Universidad Santiago de Cali, USC.
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