domingo, 1 de agosto de 2010

3.- Opinión. La andanada contra Venezuela

Uribe: el rencor como
estilo de gobierno

La ofensiva en la OEA contra el Gobierno venezolano por la supuesta presencia de campamentos de las Farc en territorio del vecino país es un acto bochornoso. Me pregunto si esa sesión estuvo dirigida contra el Gobierno del presidente Chávez o contra la política exterior del aún no posesionado presidente Santos.

Por Carlos Medina Gallego (*)
El presidente Uribe, seguramente, va a ser recordado por la historia de este país por su particular forma de gobernar, caracterizada por su actitud autoritaria, vengativa y rencorosa.

No creo equivocarme si señalo que la mayor parte de su equipo de gobierno fue escogido si estaba unido a una historia de tragedia alrededor del secuestro o el asesinato de algún familiar o amigo cercano, condición que en un país como el nuestro y en el marco de un conflicto prolongado, enrarecido y degradado como el colombiano, no es difícil de llenar.

Una cosa es ser víctima de la violencia y otra muy distinta es hacer de la venganza un propósito nacional y una empresa de gobierno, con pretensión de convertirla en política de Estado.

Mientras la víctimas de la violencia, que están al margen de toda posibilidad del ejercicio del poder, transitan un espinoso, largo e interminable camino en busca de una ley de víctimas, que contemple la verdad, la justicia y la reparación integral, Uribe escogió el camino de la guerra, en la figura de la seguridad democrática y no le fueron suficientes ocho años para apaciguar su odio y su rencor, contra las Farc y, de paso, contra todos aquellos que desde algún lugar de la democracia quisieron oponerse a las formas autoritarias de su gobierno en la defensa de nuestro imperfecto sistema político.

A través de agresivos, rebuscados y groseros señalamientos se fue ensañando con los magistrados de las cortes, jueces de la República, opositores políticos de todos los partidos, académicos y, no en pocas ocasiones, contra los presidentes y dignatarios de los estados vecinos, a los que llamo terroristas disfrazados, gavilanes y encubridores patrocinadores del terrorismo.

No hubo un solo discurso que no contuviera su ración de resentimiento y odio y reflejara su espíritu de venganza, por su particular tragedia familiar. Los últimos estertores de un gobierno que se muere expresan la insatisfacción por la labor cumplida y el afán de heredar los odios y las tareas de venganza.

La ofensiva en la OEA contra el Gobierno venezolano por la supuesta presencia de campamentos de las Farc en territorio del vecino país es un acto bochornoso. Me pregunto si esa sesión estuvo dirigida contra el gobierno del presidente Chávez o contra la política exterior del aún no posesionado presidente Santos.

Pero dos vergüenzas que salen a flote en este desquiciado incidente es la actitud asumida por los empresarios frente a los hechos en el sentido de que económicamente nada hay que defender y que por lo tanto se pueden tirar por la borda las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno de Venezuela.

No señores. Es necesario defender el proyecto de vida de los pobres de la frontera, sus relaciones comerciales de supervivencia, los quinientos mil empleos que genera esa relación, las prácticas de convivencia entre países hermanos que comparten un mismo origen histórico y cultural.

Su actitud cómplice lo que hace explicito es que a los empresarios colombianos no les importa el país, ni el romanticismo patriotero de Uribe, que se acaba en su subordinación a los intereses del capital en el discurso de la confianza inversionista y del poder político de los EE.UU., en la entrega del territorio a sus bases militares, si no sus particulares y mezquinos interés económicos.

Y la otra desfachatez es la del Fiscal General --encargado o amañado en el cargo--, Guillermo Mendoza, de llevar el caso a la Corte Penal Internacional para que se juzgue al Estado venezolano por haberle llevado, el Estado colombiano, la guerra hasta su territorio…

Por qué no remite a la Corte lo crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado Colombiano en complicidad con los paramilitares, los expedientes de los falsos positivos, las chuzadas del DAS… la sucesión de magnicidios y genocidios con que se ha construido la historia del país en los últimos cincuenta años.

Seguramente este incidente se superará en el gobierno Santos, que con pertinencia ha señalado desde México que la mejor contribución que se le puede hacer al mismo es no pronunciarse y que la presidencia de Uribe --con su carga de resentimiento y venganzas-- va hasta el 7 de agosto. Lo que venga después, ya veremos.

(*) Catedrático de la Universidad Nacional de Colombia.
http://www.eldia.co/index.php?option=com_content&view=article&id=3608:uribe-el-rencor-como-estilo-de-gobierno&catid=27&Itemid=11

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