domingo, 12 de agosto de 2012

Análisis. Derecho e historia en la crisis del Cauca



Foto tomada de vigilantepolitico.blogspot.com
La paz, el camino bueno de los indígenas

Se olvidan quienes se rasgan las vestiduras, que todos los códigos “civilizados” fueron escritos con la tinta sangre de los vencidos. En su histeria conceptual se olvidan estos rabiosos detractores que la paz es una eficiente ley económica. Este histerismo mediático, ignorante y soberbio con la historia y las tradiciones ancestrales, olvida unos “detalles” de la misma racionalidad jurídica con la que se lavan continuamente la boca: que el aparato del Estado no es todo el Estado

Por Omar Vesga Núñez (*)
Las culturas ancestrales del mundo se caracterizan por un Estilo de Vida basado en el respeto a la naturaleza, y a toda criatura viviente, esta es la  enseñanza de la Palabra Buena, de la Palabra Dulce, de la Palabra Sabia de sus mayores. En el caso colombiano, la Constitución de 1991 garantiza  esta forma de pensamiento y de vida, eminentemente humanas. Deducimos de aquí dos situaciones: un ejercicio de democracia auténtica, y la garantía de la diversidad cultural, de nuevas formas de vida para la sociedad colombiana.


Por esto sorprende la histeria levantada contra los indios por los medios de comunicación privados, cuando las comunidades indígenas Nasa del Cauca, desatendidas por años por el Estado y cansadas de que se vulnere su derecho a la paz, decidieron tomar medidas administrativas para garantizar  con sus organizaciones culturales y sociales la aplicación con justicia social de la Constitución colombiana.

Según la Constitución del 91, el constituyente primario del Estado colombiano es el pueblo, y cuando el aparato del Estado incumple por años  su obligación legal de atender la salud, educación, seguridad y trabajo de los ciudadanos, entonces, ¿por qué se le niega a las comunidades, originarias de toda constitucionalidad, su derecho de hacerlo por sus propios medios y en paz? O sea, ¿que el aparato estatal puede incumplir impunemente sus deberes, y la población que los eligió no puede corregir aquellas faltas de manera democrática?  ¿Esta no es la misma pretensión de la “imposibilidad jurídica” (¿?) para revocar el mandato de los congresistas corruptos? Por último, ¿la paz no es mandato del pueblo colombiano a sus gobernantes, y un derecho, repetimos? ¿O es que los negros, los indios, los mulatos, los zambos, no son dignos de la “patria racional, blanca y cristiana”?

Este histerismo mediático, ignorante y soberbio con la historia y las tradiciones ancestrales, olvida unos “detalles” de la misma racionalidad jurídica con la que se lavan continuamente la boca: que el aparato del Estado no es todo el Estado, que sus funcionarios, las autoridades, son servidores públicos, por tanto, deben cumplimiento y honestidad de sus obligaciones a las comunidades. En este caso se dice y maldice que los indios, el pueblo organizado, no puede defender legalmente sus comunidades del vicio rentable para algunos de la guerra, un negocio que los indios denuncian está acabando con su pueblo. Entonces, ¿dónde queda la realidad de la democracia y la paz que todos los días escuchamos? ¿Desde cuándo el constituyente primario no puede reformular sus mandatos? Se olvida que los indios también son Colombia, y sus territorios sagrados desde hace miles de años han garantizado el agua, los páramos, las flores, los pájaros, la comida, que las ciudades toman sin devolver  a la naturaleza, y que estos hermanos han hecho parte de todas las instituciones de la historia colombiana, desde la Corona española hasta la República.  

Primero que todo, asistimos a la versión nacional del nuevo tiempo de la Madre Tierra, de la nueva consciencia ciudadana, del fracaso del modelo autoritario de gobierno en el mundo, hecho que atemoriza a los apologistas de la vieja energía de la violencia, la exclusión y la avaricia. Se trata de la recuperación de la democracia real, una conquista de los pueblos del mundo, y por eso ha habido y habrá levantamientos de aquellos con su respectiva cuota de sangre y humillaciones. La progresista civilización occidental con sus racionales códigos de derecho civil, se impuso a sangre y fuego a los campesinos europeos desde el siglo XIV al XVII, a las monarquías, y a los pueblos nativos del mundo con genocidio incluido. Se olvidan quienes se rasgan las vestiduras, que todos los códigos “civilizados” fueron escritos con la tinta sangre de los vencidos.    

Alguien decía, que la paz no se hace entre amigos sino entre enemigos, se hace con ladrones, bandidos, tramposos, asesinos, en últimas con la cara oscura de los seres humanos, de todos nosotros, con personas enfermas por la desesperanza y la frustración, y quien esté libre de culpa que lance la primera piedra. ¿Por qué se pudo hacer la paz, a medias, con los paramilitares y no con otros grupos armados ilegales? Esa es la experiencia que los pueblos excluidos y humillados de la periferia intentan hacer, contra el fuego cruzado, la metralla y las calumnias eruditas, como en Apartadó, en el Chocó, y ahora en el Cauca.

Quienes desde sus cómodas poltronas hacen y deshacen del país real, tratan de convencernos del refrito milenario de representación del mundo, del positivismo científico y las religiones judeo-cristianas, de partir la realidad, de fracturar la unidad orgánica y sensible del universo, separando al sujeto del objeto, al hombre de la naturaleza, oponiendo bueno contra malo, inocente contra culpable. Este modelo fracasado e inhumano tiene al borde de la extinción a los recursos naturales, y se opone a las realidades sensibles del mundo, la creciente consciencia de los pueblos. Por esto se  abren paso nuevas iniciativas, nuevas realidades sociales que los  ideólogos trasnochados del sistema tratan de imponer como opinión pública, diciendo que estas experiencias son ilógicas, inconstitucionales, y todos los ismos legales que su pavor les dicta, para defender el desplome de su modelo de “civilización”, único válido según dicen.

Una de estas “irreverencias lógicas” y “atrevimientos” políticos que irrumpe con fuerza en el pueblo colombiano, cansado de esta guerra impuesta, es la paz. Pero la paz debe nacer primero en el corazón y la mente para ser real. Este es el camino milenario practicado por las culturas nativas del mundo, que hoy pasa a la acción social y política, ante la negligencia e insania de unas instituciones que se niegan a asumir su responsabilidad constitucional. El Estado somos todos, es la verdad que  cobra cada día más fuerza en las calles de las naciones de la tierra. 

En su histeria conceptual se olvidan estos rabiosos detractores, que la paz es una eficiente ley económica. La paz es prosperidad real para los ciudadanos, oportunidades y realización para todos, para los “malos y para los buenos”. La paz incrementa exponencialmente el desarrollo de la economía, más profundamente que la inversión de capital externo que de hecho la precisa. El gobierno del doctor Santos que ha levantado la bandera del desarrollo económico, no ha podido desprenderse de los modelos excluyentes de la producción, sin embargo, pretende lograr elevados índices de económicos sin estimular el mercado interno. No entendemos cómo puede desarrollarse un país donde las mercancías y las personas no pueden circular libremente, la norma de oro del capitalismo. Invitamos a  mirar la exitosa experiencia de Sudáfrica, sumida ayer en una guerra infame como todas, y que hoy se perfila como potencia económica mundial. ¿No es esta otra buena razón para la paz?

Es obvio para cualquier mente racional, y sana, repetimos, que la paz es la única alternativa del desarrollo. Esperamos que este gobierno dé el paso definitivo al Siglo XXI e inaugure de una vez por todas, la Locomotora de la Paz.

La paz es la única victoria auténtica del ser humano porque nace de nosotros. Para existir no precisa doblegar a nadie, decían los antiguos maestros.   

¡Es hora de la Paz! ¡Salgamos de la caverna! Invito a los contradictores de la paz a pasar al Siglo XXI, el de la realización humana, el de TODOS nosotros y nuestros hijos.

Cali, 17 de julio de 2012

(*) abarist.blogspot.com.

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