¡Pobre Angelino!
La escogencia del ex gobernador como candidato de Santos a la Vicepresidencia es otra ardid del uribismo para tratar de mostrar que ya no se violan los derechos de los sindicalistas. El régimen busca figurones que le ayuden a repellar su deteriorada fachada. Y Garzón acepta gustoso el encargo.
Por Luis Alfonso Mena S.
El martes 9 de marzo Angelino Garzón terminó su dramático trasteo desde la izquierda hasta la derecha, y con el pecho henchido aceptó la “distinción” de ser ungido candidato vicepresidencial del hoy principal grupo de la oligarquía, el Partido de la U.
Será la fórmula nada menos que de Juan Manuel Santos, el político de ultraderecha en cuyo ministerio de la Defensa se produjo uno de los mayores fenómenos de violación de los derechos humanos en Colombia: los falsos positivos.
¿Qué dirán las madres de los más de 1.700 jóvenes asesinados por agentes del Estado durante el actual gobierno, a cuyas políticas de “seguridad democrática” Santos se propone dar continuidad?
Garzón, que se ufana de su procedencia sindical y de ser hombre de “centro izquierda”, además de defensor de los derechos humanos, olvidó rápidamente que en 2009 fueron asesinados, sin que el gobierno de la “seguridad democrática” lo evitara, 40 líderes obreros.
Y, también, que centenares de líderes más han caído muertos de manera violenta a lo largo de los casi ocho años del mandato de Álvaro Uribe, del que Santos se dispone a ser su prolongación entre 2010 y 2014.
Olvidó, asimismo, que el gobierno de Uribe fue el inspirador de una de las leyes más violatorias de los derechos de los asalariados, aquellos que Garzón alguna vez dijo defender como dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT.
Se trata de la Ley 789 de 2003 por medio de la cual el Congreso, por expreso pedido de Uribe, les quitó a los trabajadores conquistas históricas como el pago del recargo y las horas extras nocturnas, lo mismo que el pago de parte del recargo dominical.
¿Qué dirán los miles de trabajadores hoy golpeados por las políticas anti obreras de Uribe que Santos se propone continuar, en el marco de la estrategia de favorecer ante todo al gran empresariado colombiano?
Luego de concluir su gestión como gobernador del Valle, Garzón fue premiado por Uribe, en 2009, con una embajada ante las Naciones Unidas en Bruselas, Bélgica, desde la cual desarrolló una intensa tarea para limpiarle la imagen al gobierno.
Desde hace un año largo, o tal vez desde mucho antes, el ex dirigente del Partido Comunista que escribía editoriales para el periódico Voz y que sería luego líder de la Unión Patriótica y de la AD M-19, y hasta constituyente, perdió la memoria.
Olvidó sus luchas y también los actos contrarios a los derechos de los obreros cometidos por el gobierno de Uribe, y se dedicó a defenderlo en el exterior, como le correspondía a su papel de alto burócrata internacional.
El país irreal de Garzón
El miércoles 10 de marzo daba risa escucharlo en las entrevistas que le hicieron los informativos radiales: mostraba un país idílico, hablaba de los “grandes” avances de la política de derechos humanos de Uribe ¡y de los “grandes” aportes de Santos a ella!
Hacía malabares verbales con su supuesta contribución a la solución de los conflictos obrero-patronales, inmerso en su nuevo rol de conciliador de clases, tan distinto al de hace años, de defensor de los trabajadores frente a la avaricia de los dueños del capital.
Y sobre el conflicto político armado que sacude al país desde hace casi cinco décadas, decía que eso era historia patria y llamaba a la rendición de la insurgencia como única fórmula de paz. Es decir, la continuación de la guerra.
En fin, parecía que hablara Juan Manuel Santos en persona ajena. Asumió su discurso y le agregó su condimento reformista. Garzón llegó a la fórmula de Santos en un afán desesperado de éste por tratar de neutralizar el avance de la izquierda, pues cree que el ex gobernador todavía tiene ascendiente en ella.
Y porque considera que le puede seguir ayudando a Uribe a repellar su muy deteriorado frontispicio, sobre todo en materia de derechos humanos, en el plano internacional. Olvida que no basta con echar pintura.
Tal vez algunos de los seguidores que Garzón tiene en el Valle del Cauca incrustados todavía en la Gobernación y en la Alcaldía de Cali corran ahora a la sombra del Partido de la U, porque quieran hacer parte de la fronda burocrática de la Vicepresidencia.
Es probable también que en su cálculo politiquero, Santos aspire a que Garzón atraiga a sectores del centro político y ayude a imantar incautos que todavía creen en su halo de conciliador bonachón.
Pero la escogencia de Garzón es otra ardid de la oligarquía para, pensando en su política de abyección ante el poder del Norte, mostrar que en el gobierno hay gente de “izquierda” y que ya no se violan más los derechos de los sindicalistas.
Garzón no es del Polo Democrático Alternativo, ni lo representa. Hace rato dejó de ser de izquierda, pero desarrolla una táctica doble, porque muchos de sus cuadros hacen parte del PDA, se candidatizan en él y buscan cambiar el perfil de la colectividad.
Angelino se volvió un instrumento de la oligarquía. Ya Andrés Pastrana lo había tenido en su gobierno como ministro del Trabajo. Pero en aquella época había otra situación política y se creía que la paz era posible.
Hoy las circunstancias son distintas. Hay avances de la oposición, el gobierno de Uribe ha sufrido grandes derrotas, empezando por el derrumbe del referendo reeleccionista, y su régimen necesita de figurones que contribuyan a mejorarle la imagen.
¡Pobre Angelino: cómo se deja utilizar! El partido del empresariado uribista espera al ex líder obrero.
La escogencia del ex gobernador como candidato de Santos a la Vicepresidencia es otra ardid del uribismo para tratar de mostrar que ya no se violan los derechos de los sindicalistas. El régimen busca figurones que le ayuden a repellar su deteriorada fachada. Y Garzón acepta gustoso el encargo.
Por Luis Alfonso Mena S.
El martes 9 de marzo Angelino Garzón terminó su dramático trasteo desde la izquierda hasta la derecha, y con el pecho henchido aceptó la “distinción” de ser ungido candidato vicepresidencial del hoy principal grupo de la oligarquía, el Partido de la U.
Será la fórmula nada menos que de Juan Manuel Santos, el político de ultraderecha en cuyo ministerio de la Defensa se produjo uno de los mayores fenómenos de violación de los derechos humanos en Colombia: los falsos positivos.
¿Qué dirán las madres de los más de 1.700 jóvenes asesinados por agentes del Estado durante el actual gobierno, a cuyas políticas de “seguridad democrática” Santos se propone dar continuidad?
Garzón, que se ufana de su procedencia sindical y de ser hombre de “centro izquierda”, además de defensor de los derechos humanos, olvidó rápidamente que en 2009 fueron asesinados, sin que el gobierno de la “seguridad democrática” lo evitara, 40 líderes obreros.
Y, también, que centenares de líderes más han caído muertos de manera violenta a lo largo de los casi ocho años del mandato de Álvaro Uribe, del que Santos se dispone a ser su prolongación entre 2010 y 2014.
Olvidó, asimismo, que el gobierno de Uribe fue el inspirador de una de las leyes más violatorias de los derechos de los asalariados, aquellos que Garzón alguna vez dijo defender como dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT.
Se trata de la Ley 789 de 2003 por medio de la cual el Congreso, por expreso pedido de Uribe, les quitó a los trabajadores conquistas históricas como el pago del recargo y las horas extras nocturnas, lo mismo que el pago de parte del recargo dominical.
¿Qué dirán los miles de trabajadores hoy golpeados por las políticas anti obreras de Uribe que Santos se propone continuar, en el marco de la estrategia de favorecer ante todo al gran empresariado colombiano?
Luego de concluir su gestión como gobernador del Valle, Garzón fue premiado por Uribe, en 2009, con una embajada ante las Naciones Unidas en Bruselas, Bélgica, desde la cual desarrolló una intensa tarea para limpiarle la imagen al gobierno.
Desde hace un año largo, o tal vez desde mucho antes, el ex dirigente del Partido Comunista que escribía editoriales para el periódico Voz y que sería luego líder de la Unión Patriótica y de la AD M-19, y hasta constituyente, perdió la memoria.
Olvidó sus luchas y también los actos contrarios a los derechos de los obreros cometidos por el gobierno de Uribe, y se dedicó a defenderlo en el exterior, como le correspondía a su papel de alto burócrata internacional.
El país irreal de Garzón
El miércoles 10 de marzo daba risa escucharlo en las entrevistas que le hicieron los informativos radiales: mostraba un país idílico, hablaba de los “grandes” avances de la política de derechos humanos de Uribe ¡y de los “grandes” aportes de Santos a ella!
Hacía malabares verbales con su supuesta contribución a la solución de los conflictos obrero-patronales, inmerso en su nuevo rol de conciliador de clases, tan distinto al de hace años, de defensor de los trabajadores frente a la avaricia de los dueños del capital.
Y sobre el conflicto político armado que sacude al país desde hace casi cinco décadas, decía que eso era historia patria y llamaba a la rendición de la insurgencia como única fórmula de paz. Es decir, la continuación de la guerra.
En fin, parecía que hablara Juan Manuel Santos en persona ajena. Asumió su discurso y le agregó su condimento reformista. Garzón llegó a la fórmula de Santos en un afán desesperado de éste por tratar de neutralizar el avance de la izquierda, pues cree que el ex gobernador todavía tiene ascendiente en ella.
Y porque considera que le puede seguir ayudando a Uribe a repellar su muy deteriorado frontispicio, sobre todo en materia de derechos humanos, en el plano internacional. Olvida que no basta con echar pintura.
Tal vez algunos de los seguidores que Garzón tiene en el Valle del Cauca incrustados todavía en la Gobernación y en la Alcaldía de Cali corran ahora a la sombra del Partido de la U, porque quieran hacer parte de la fronda burocrática de la Vicepresidencia.
Es probable también que en su cálculo politiquero, Santos aspire a que Garzón atraiga a sectores del centro político y ayude a imantar incautos que todavía creen en su halo de conciliador bonachón.
Pero la escogencia de Garzón es otra ardid de la oligarquía para, pensando en su política de abyección ante el poder del Norte, mostrar que en el gobierno hay gente de “izquierda” y que ya no se violan más los derechos de los sindicalistas.
Garzón no es del Polo Democrático Alternativo, ni lo representa. Hace rato dejó de ser de izquierda, pero desarrolla una táctica doble, porque muchos de sus cuadros hacen parte del PDA, se candidatizan en él y buscan cambiar el perfil de la colectividad.
Angelino se volvió un instrumento de la oligarquía. Ya Andrés Pastrana lo había tenido en su gobierno como ministro del Trabajo. Pero en aquella época había otra situación política y se creía que la paz era posible.
Hoy las circunstancias son distintas. Hay avances de la oposición, el gobierno de Uribe ha sufrido grandes derrotas, empezando por el derrumbe del referendo reeleccionista, y su régimen necesita de figurones que contribuyan a mejorarle la imagen.
¡Pobre Angelino: cómo se deja utilizar! El partido del empresariado uribista espera al ex líder obrero.
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