jueves, 1 de abril de 2010

Opinión. El sistema electoral urge cambios

Los tarjetones, pérdida de identidad

El voto solo con el logo y el número, sin la identidad del candidato, va contra el derecho a la personalidad jurídica y contra el derecho a la participación. Este galimatías podría resolverse con tarjetones por partidos con fotos y nombres.

Alberto Ramos Garbiras (*)
Es lamentable la pérdida de votos, más de 1.500.000 votos anulados por falta de instrucción, capacitación y por lo abstruso de las papeletas o tarjetones electorales, para sectores iletrados que no encuentran las fotos ni los nombres de sus conocidos o preferidos.

El voto solo con el logo y el número, borrando la identidad del candidato, va contra el derecho a la personalidad jurídica (artículo 14 de la Constitución), un derecho humano de los aspirantes, y contra el derecho a la participación (artículo 40 de la Constitución) porque impide la identificación y complica las campañas que deben hacer doble esfuerzo para enseñarles a los votantes otra identidad de los candidatos, distinta a la del nombre de pila.

El derecho a la personalidad jurídica se nominó y creó después de la Segunda Guerra Mundial como un derecho humano al evidenciarse la hecatombe perpetrada por los nazis que borraron la identidad de los judíos transportados masivamente en trenes hacia los campos de concentración y los hornos crematorios.

La ONU incluyó este derecho que está integrado por el nombre, la ciudadanía, la nacionalidad, la capacidad jurídica para hacer transacciones, el estado civil y el patrimonio. Es un derecho visagra para poder gozar los otros derechos humanos, so pena de convertirse en un N.N. ambulante.

El sistema electoral colombiano, en aras de facilitar un solo tarjetón para el Senado y los 32 tarjetones departamentales para la Cámara, está degradando a los candidatos que desaparecen ante los electores el día de las votaciones, constriñéndolos a llevar a cabo campañas pesarosas para indicar quienes son.

La proliferación de listas para el Senado y la Cámara de Representantes hizo más confusa las pasadas elecciones del 14 de marzo: 298 listas en total con 2.481 candidatos para 265 curules o escaños, sin contar los candidatos indígenas y de negritudes.

Es verdad, el tamaño de los tarjetones con las fotos y nombres de todos sería inmanejable, razón inicial de la reducción a logos de partidos políticos y números compartidos para los inscritos. Esto ha generado la pérdida de identidad y, al mismo tiempo, los votos nulos.

El tarjetón críptico e indescifrable para muchos ciudadanos que buscaban identificar a su candidato llevó a la anulación del voto o al error, a la marcación por otro. Este enredo o galimatías que vulnera el derecho a la participación podría resolverse fabricando tarjetones por partido y movimientos con personería jurídica, con las fotos y los nombres.

El aumento del umbral del 2% al 3% evita la diáspora de partidos sin arrastre electoral, y el comportamiento de fuerzas políticas se conoce para evitar incluir largas listas.

El número y los logos como única forma de identificar a los candidatos en las urnas hace desgastar a los aspirantes durante la campaña tratando de enseñar e indicar quiénes son dentro del tarjetón para que sus electores no se equivoquen, porque en el cubículo y dentro del puesto electoral no existen como personas sino como números, como antes se hacía con los presos. Este es, además, un esfuerzo que les quita tiempo para exponer sus ideas (para quienes las ventilan).

Otros candidatos, creyendo poder abarcar más electorado potencial, hacen propuestas vagas y generales como si aspiraran a la Presidencia de la República. Este es otro galimatías cantinflesco.

La prueba de lo innecesario fue la campaña de Gilma Jiménez del Partido Verde, quien con un solo tema, el castigo máximo para los violadores de niños, obtuvo más de 170.000 votos. Un Senador que siempre tuvo un electorado sectorial y un solo tema, el de los pensionados, fue Alfonso Angarita Baracaldo, y salía elegido.

Jorge Robledo, para colocar otro ejemplo, ha logrado un electorado con sus opiniones permanentes, sus debates sólidos y su seriedad temática. Por encima de la misma estructura de su partido, el Polo Democrático, alcanzó un envidiable voto de opinión.

La voltereta de Carlos Rodado Noriega hacia la campaña presidencial de Juan Manuel Santos, a primera vista un simple giro transfuguista, es una campanada de alerta para la subsiguiente desbandada conservadora del bloque directivo y de las bases que acompañaron a ‘Uribito’ dentro de la consulta, y al reacomodo del uribismo redomado durante 8 años.

Una lectura más crítica nos señalaría que el trasteo de partido es una pérdida de identidad ideológica buscando la conveniencia: la disolución de la ideología. La práctica y costumbre de convivir ocho años con la fusión de sectores de partidos y disfrutando de las gabelas gubernamentales, alrededor del presidente Uribe en dos gobiernos, uribizó al conservatismo así como conservatizó a Uribe.

Entonces para los conservadores que se desgranen y no acompañen a Noemí Sanín, no es transfuguismo ese tipo de conducta sino permanencia e instinto de conservación.

(*) Profesor de ciencia política de la Universidad Libre.

1 comentario:

  1. Gracias por tus palabras amigo, estoy totalmente convencido de que no caeran en saco roto.

    Soy un futuro estudiante de periodismo que acaba de abrir un blog en el que doy mi opinion sobre diversos temas, para mi seria un orgullo que te pasaras en cuanto pudieras y le echaras un vistazo.

    Gracias por todo, me agregare a tu blog y lo seguire con atencion siempre que pueda

    hasta la proxima!!

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