Manifestación del 1 de Mayo de 2012. (Foto: Santiago José Mena C.). |
Breve historia de una recaída
“La crisis de nuestro sindicalismo ha
crecido de tal manera, que hasta los sectores menos afectados por ella, como el
magisterio, pagan ahora también su cuota”, sostiene el historiador Álvaro
Delgado en este artículo, parte de una serie suya sobre uno de los temas que
más maneja, el de los trabajadores colombianos.
Por Álvaro Delgado (*)
El
pasado 3 de mayo el comité ejecutivo de la CUT, mediante la votación más
estrecha (mitad más uno de los votos), removió a su presidente, Tarcisio Mora,
e hizo cambios en otras responsabilidades que afectaron visiblemente al sector
de derecha (proveniente más que todo del poderoso sindicato del banano,
Sintrainagro).
Tarcisio
ha hecho docencia y política partidaria toda su vida, inicialmente en las filas
del oficialismo liberal de su pueblo, San Bernardo (Cundinamarca), donde
posteriormente fue concejal de la UP, y la Asamblea Departamental lo condecoró
con la medalla del mérito. En 1998 la Fecode adoptó la elección directa de sus
dignatarios (como ya lo había hecho la CUT).
En 2008 Mora fue escogido como
presidente de esa federación, pero no transcurrieron dos años cuando una
coalición de sus opositores lo obligó a renunciar el cargo. Su primer
lanzamiento al Senado lo hizo sin el aval de su partido, el PC, y eso le
mereció el retiro de las filas, y en 2006 y 2010 la votación no le alcanzó para
ser senador. Estudió Educación Física, Matemáticas (U. Incca) y educación de
adultos (U. San Buenaventura), y es abogado de la U. Autónomade Colombia. Creó
el movimiento Nueva Opción y en 2004 obtuvo la segunda votación más alta para
la dirección nacional de la CUT, de la cual fue elegido fiscal. En ese momento
ya había creado en Bogotá una cooperativa de trabajadores y educadores de
Cundinamarca que manejaba un plan de vivienda popular y una sede vacacional en
Fusagasugá y contaba con espacio radial, periódico y grupos folclóricos. La
agrupación tenía trabajo político y núcleos organizados en Amazonas, Caquetá,
Huila, Nariño, Tolima, Valle, Bolívar, Atlántico, Santander, Norte de
Santander, Cundinamarca.
No
estamos hablando, pues, de liderazgos sindicales a la antigua, cuando los
líderes se jubilaban y, si acaso, hacían sus últimos ejercicios públicos en las
agrupaciones de pensionados. La crisis de nuestro sindicalismo ha crecido de
tal manera, que hasta los sectores menos afectados por ella, como el
magisterio, pagan ahora también su cuota.
Fecode
apareció en 1959 y durante decenas de años menospreció su pertenencia a
cualquier cuerpo confederal. Desplegaba tanto o más actividad que las cuatro
confederaciones sindicales que funcionaron hasta 1986, cuando se formó la CUT
como resultado de la crisis del sindicalismo patronalista. La Constitución de
1991 acabó con la extravagante prohibición de adelantar labores políticas que
pesaba sobre los sindicatos de trabajadores, y Fecode aprovechó a fondo el
cambio. Sus líderes sindicales operan desde entonces como “maestros en
comisión”, que gozan de permiso sindical permanente y siguen devengado su sueldo
como docentes. Algunos maestros afirman que casi ninguno ha vuelto a entrar en
un aula escolar, aunque sea de visita.
Hacia
el año 2008, cuando se presentaron las últimas elecciones directas para las
direcciones de la CUT, el conjunto de directivos sindicales históricos del
magisterio había crecido grandemente, y como los fueros no alcanzaban para
cubrir todas las aspiraciones de las filas magisteriales, se volcaron sobre la
oferta abierta para integrar los cuerpos directivos nacionales de la CUT, particularmente
la Junta Directiva Nacional (más de sesenta miembros) y el poderoso comité
ejecutivo nacional (21 cupos). Como era de esperar, la enorme votación
magisterial copó los espacios de dirección de la central.
El
resultado ha sido que en la central unitaria solo la Fecode brilla con poder
sindical decisivo. En el comité ejecutivo ocupa 14 del total de 21 puestos (el
66,7%). El sector industrial está representado solo por tres (el 14,4%) y la
agroindustria por dos (el 9,5%). El mundo de la Salud Pública y la
administración del Estado, que comandó la agitación laboral entre los años 60 y
80, tiene apenas dos representantes. Por lo demás, el sindicalismo del sector
público cuenta con 16 puestos (76%) y el privado apenas con 5 (24%). Esa es la
proporción de las fuerzas sindicales y políticas en el seno de la central más
democrática y tolerante del país. Y ese es el espejo de la crisis del
sindicalismo colombiano.
El
sindicato magisterial es un acervo cercano a los 300.000 votos (sin contar los
correspondientes a las familias de los educadores) que elige a senadores,
representantes, concejales y ediles en todo el país. Ellos conforman la mayoría
de las bancadas del PDA, por ejemplo. Objetivamente, es posible que ese
conglomerado sea el menos interesado en que cambien las cosas, tanto en el
sindicalismo como en el PDA.
Desde
luego, el magisterio –uno de los sectores sindicales más victimizados del país–
no tiene la culpa de la destrucción del sindicalismo colombiano, obra de los
enemigos de la democracia y la paz: el gran capital de todo pelaje aliado a
gobiernos y aparatos de represión. Solo queremos señalar la hondura y la
gravedad que caracterizan hoy a la crisis política en las filas del asalariado.
(06, 05, 2012. 09:05 p.m.)
(*) Texto
publicado originalmente en el portal Nuevo Arco Iris.
http://www.arcoiris.com.co/2012/05/breve-historia-de-una-recaida/
(Tomado el domingo 9 de junio de 2012, 9:56 a.m.).
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