lunes, 25 de octubre de 2010

EDICIÓN No. 26

En la noche del miércoles 20 de octubre se llevó a cabo la presentación de Descifrando huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio, libro de la autoría de Luis Alfonso Mena Sepúlveda, en concurrido acto que tuvo lugar en el Auditorio Auxiliar del Aula Máxima de la Universidad Santiago de Cali, USC. (Foto tomada por Giancarlo Manzano).
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Descifrando huellas compendia más de tres décadas de periodismo y una experiencia de enseñanza del oficio por parte del director de ¡PERIODISMO LIBRE!
El precio del libro es de $35.000 y los pedidos pueden hacerse a través de los teléfonos 516 9146 y 317 3004785, o por el correo electrónico luismena7@gmail.com
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ÍNDICE

1. Crónica. Textos de una cotidianidad abrupta...
El libro que esperó 27 años
(Por Luis Alfonso Mena S.)

2. Reseña. La presentación de Descifrando huellas
Huellas y futuro
(Por Lisandro Penagos)

3. Opínión. Una columna en el diario Occidente
Del mimeógrafo al ciberespacio
(Por Alberto Ramos G.)

4. Reportaje gráfico. Las fotos del lanzamiento
La noche de las huellas
(Por Santiago José Mena C.)

5. Reseña. Recorrido En busca de Bolívar
Tres géneros en un solo libro
(Por Alberto Ramos G.)

6. Opinión. ¿Qué pasa en Pereira?
Las uvas de la ira
(Por Carlos Alfonso Victoria)

7. Opinión. Los problemas del consumismo
¿Crisis de valores?
(Por Luis Carlos Lozano)

1. Crónica. Textos de una Cotidianidad Abrupta...


El libro que esperó 27 años

El siguiente texto fue leído en el acto de presentación del libro Descifrando huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio, cumplido en el Auditorio Auxiliar el Aula Máxima de la Universidad Santiago de Cali, USC, el miércoles 20 de octubre, con nutrida asistencia de estudiantes, docentes, periodistas y público global.

Por Luis Alfonso Mena S.
Apreciados amigos y amigas: Antes que todo, quiero dedicar esta noche y el libro que presentamos en ella a dos seres maravillosos: mis padres, Luis Alfonso y Mercedes, hacedores de amor, vida y ejemplo.

Mi padre, denodado amante de la vida e imbatible defensor de la honradez, hoy acompañándonos de corazón, pues sus 96 años ya no le permiten caminar a nuestro lado, como lo hizo siempre, de frente y por la línea recta.

Mi madre, leal y noble heroína del sacrificio que sobrevivió una noche y muchos días al sufrimiento espantoso de perder a su hijito de siete años en las aguas profundas y tenebrosas de un río que bordea a Cartago, mi tierra natal, cuando quien les habla todavía dormitaba en el vientre de la joven mamá.

A ellos dedico este esfuerzo académico y periodístico. También agradezco a Susan, a Poncho, Santiago y Jacobo, mi familia, mi entorno cotidiano, por su paciencia y su acompañamiento. Y a mis hermanas, por su solidaridad.

De igual forma, a Pablo Erney Pérez, quien puso toda su imaginación y creatividad en el diseño y armada del libro. A Oswaldo Páez, Áymer Álvarez y James Arias, tres de los mejores reporteros gráficos de este país que me honraron con las fotos de portada y solapa. A Alberto Ramos e Ildebrando Arévalo, por sus observaciones sobre el libro.

Muchas gracias a Lisandro Penagos, el querido profesor de periodismo televisivo de nuestra Universidad Santiago de Cali, USC, por comentar el libro; a Adolfo Ochoa Moyano, uno de nuestros egresados más aguerridos y calificados, ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2010; a Liliana Marroquín, directora del Programa de Comunicación Social de la USC, y al maestro José Omar Salazar, dirigente del Sindicato de Profesores de la Usaca, Siprusaca, por su participación en este acto.

También, gracias a todo el Sindicato de Profesores de la Universidad por su solidaridad y a tantos amigos y amigas, profesores, periodistas y estudiantes que me han expresado su alegría por el suceso de mi libro y lo han sentido como un logro propio.

Recuerdo en este momento a aquellos colegas que ya no nos acompañan, el último de los cuales, Jaime Gallego, partió de este mundo tan solo ayer. Para él, lo mismo que para el querido Adolfo Pérez Arosemena, para Didier Aristizábal, Alirio Mora Beltrán y tantos otros periodistas desaparecidos va dedicado también este libro.

Quiero hacer mención especial hoy de una persona que hace parte de la parábola que traza este libro. Hablo de don Jaime Dávila. Una de las tantas paradojas que dibuja la vida en los seres humanos la protagonizó él. Don Jaime fue la persona que me practicó el examen de ingreso al primer medio masivo de comunicación en el que laboré de planta, el diario Occidente.

Ocurrió el 15 de julio de 1981. En la sección de clasificados del periódico El País apareció el aviso: Se necesitan bachilleres con buena ortografía para la corrección de textos, decía. Entusiasmado vi allí la oportunidad de ingresar al mundo de los medios masivos, aunque ya había ejercido, desde 1978, como corresponsal de Voz Proletaria, siendo aún estudiante de bachillerato.

Acompañado por Álvaro Rodríguez, uno de mis cuñados, salí temprano de la Universidad del Valle, donde iniciaba mi carrera de Comunicación Social, y corrí a la cita con don Jaime. Él me evaluó y me dio el empleo. Fue mi maestro en el arte de la corrección durante un año que laboré en el periódico de la 12, como se le conocía a Occidente. Una de las sensaciones que más me impactaba de este periódico era el olor a tinta de la rotativa que se percibía desde la entrada misma. Hoy, en vez del tronar de las máquinas impresoras sólo se escucha el “Sígase, señora, le tenemos su prenda” de un anunciante callejero del almacén de baratijas en que fue convertida la sede del diario.

Pues bien, cuando luego de muchas vueltas, de buscar la imprenta que mejor trabajara, pero que se adecuara a mi exiguo presupuesto, Feriva resultó ser mi elegida. Ella, con buen tino, revisa los libros, aunque, como sucedía con el mío, tengan corrección previa. Me complació la idea de que Descifrando huellas… fuera sometido a una nueva corrección de pruebas. Siempre he dicho que un texto debe revisarse ad infinitum.

Cuando terminó el proceso me enteré de que quien había cumplido con ese papel de extraordinaria importancia había sido mi maestro de 29 años atrás. ¡Qué paradoja! ¡Qué alegría! “Te fajaste, Luis Alfonso”, fueron las palabras de aliento cuando hablé con él de nuevo, después de 28 años sin haberlo visto ni una vez. Gracias, don Jaime. Te fajaste, maestro.

El  inicio de la crónica
La crónica de Descifrando huellas… empezó a escribirse hace muchos años, cuando recién concluido mi trasegar por uno de los periódicos de la ciudad, en 1984, hice en una máquina Remington una selección de crónicas y reportajes que, con la firme idea de convertir en un libro, titulé Textos de una cotidianidad abrupta.

Eran 40 artículos escritos en el estigmatizado diario El Caleño, entre el lunes 3 de enero de 1983 y el martes 4 de octubre del mismo año. Es decir, el propósito de escribir este libro cumplió el pasado lunes 4 de octubre 27 años. Eso estuvo suspendido en el tiempo por las mismas razones de hoy: falta de empresa editora, ausencia de fondos para ser editor.

Pero el sueño estuvo siempre ahí, hasta hoy. Primero nacieron dos libros, el 16 de septiembre de 1996 el Manual de estilo de la Redacción de El País, y el 9 de febrero de 1999 el Primer manual de derecho para periodistas. Y mis tres hijos. Y centenares de artículos escritos en todos los géneros periodísticos y reproducidos en todas las técnicas.

Aquellas 40 crónicas y reportajes quedaron aprisionados entre mis archivos, de casa en casa, cubriéndose bien para evitar su caída de los anaqueles y perderse en algún trasteo, clamando de cuando en cuando que no los dejara envejecer más, hasta que se fugaron al libro que nos congrega hoy. Se fueron introduciendo en él, con la paciencia que les había enseñado esperar tanto.

No todos alcanzaron los 300 alojamientos de Descifrando huellas... De los 40 sólo clasificaron 9 de aquella compilación, porque 3 corresponden a textos escritos en el mismo periódico, pero en 1986; 61 textos llegaron procedentes de mi permanencia en el diario El País; 8, del enclenque, pero adorable, Paréntesis, el periódico que hago con mis estudiantes de la Universidad Santiago de Cali y que se ha vuelto el decano de los ‘cadapuedarios’ de nuestra ciudad, porque sale cada que puede, esto es, cada que nos podemos meter la mano al bolsillo para pagar su impresión, y 26 artículos más salieron de nuestro nuevo refugio, ¡Periodismo Libre!, la revista virtual en la que hoy habitan mis esfuerzos de reporterismo alternativo e independiente.

En el resto de las páginas de este libro aparecen textos publicados originalmente, de a uno, en El Tiempo, El Pueblo, Rumbo 56, La Opinión, VOZ y Lucha Universitaria. Hasta una crónica de radio, guardada en mi archivo de guiones de los noticieros en los que laboré, alcanzó cupo entre los 115 documentos de esta selección. Y, también, una semblanza inédita de mi padre.

En Textos de una cotidianidad abrupta, el libro que nunca fue impreso, a mis 24 años, aparece ya el interés pedagógico por los géneros y mi afán por hacer su taxonomía, su clasificación. Decía hace 27 años, aún enfundado en la escafandra infranqueable de las pasiones estudiantiles, que aquella selección de 40 artículos nos permitía “asomarnos al desarrollo de los géneros periodísticos, establecer con la praxis cotidiana y veloz sus diferencias y sus entronques, más aún en un medio en el que se suele confundir el género informativo escueto –la noticia—con otros”.

Descifrando huellas… es, pues, una crónica de 27 años, o más, si nos remontamos a los momentos que describo en la introducción del libro, cuando aún en la escuela secundaria ya andaba con el bicho adentro, y en el tormentoso año 1973 escribí mi primer texto en un rústico cuadernillo impreso en mimeógrafo que su director, otro alumno del viejo colegio Intenalco, denominó Voz Estudiantil y cuyo único ejemplar, envejecido, amarillo y poroso venció los retos del tiempo y, como los 40 artículos de El Caleño, resistió los embates de las polillas, los hongos y los afanes. Una foto suya, captada por Santiago, uno de mis hijos, autor de las fotos interiores del texto, se coló también en este libro, y se reservó uno de sus 300 aposentos.

Este libro es también una memoria que se desplaza en una parábola de tres décadas recogiendo huellas periodísticas, interpretándolas, descifrándolas. Reunidas en una selección que casi no termina, porque quien hace una compilación propia quiere incluirlo todo, ellas, las huellas, llegaron en socorro de otras, menos lejanas en el tiempo, las de la teoría sobre el uso de los géneros, labrada por mí durante tres lustros de docencia universitaria.

Por eso, este libro es una conjunción de los criterios que empleo en la enseñanza del periodismo y de la manera de materializarlos en textos. Cada capítulo en el que las huellas se riegan como noticias, entrevistas, crónicas, reportajes, análisis, columnas de opinión y otros tantos géneros contiene la formulación teórica de qué son y cómo hacerlos. Es la consecuencia del primer libro, el que no se imprimió nunca, hace 27 años, en el que ya aparecía la preocupación por definir cada género, cada molde.

Los editores independientes 

Pero Descifrando huellas… es, asimismo, un ejercicio libre, sin ataduras, como debería ser el periodismo todo. En mi caso, un ejercicio de editor independiente, es decir, de aquel que no sólo escribe su texto, sino que desarrolla todo el proceso de su producción y lo financia, así sea, como en nuestro caso, con fondos salidos de sus desfondados bolsillos de profesor universitario.

En una sociedad como la nuestra, en la que el respaldo de las editoriales grandes es nulo y sólo se premia con la impresión textos de los famosos sobre los famosos, la propuesta académica de un profesor no resulta atractiva ni vendedora.

Colombia está inundada de decenas de libros sobre secuestrados, narcotraficantes, asesinos y senos escritos muchos por redactores a la sombra convertidos en amanuenses de los nuevos subgéneros. Es lo que corresponde al mundo del consumo, a uno de los “ideales” del capitalismo, que sólo produce lo que vende masivamente, pues el p y g tiene una ecuación invariable: no se admiten las pérdidas, sólo las ganancias, aún a costa de la calidad y del valor.

Los editores independientes, aquellos que deciden producir y publicar obras por su contenido y no sólo por el personaje de moda; aquellos que se la juegan por temáticas, fenómenos y problemáticas tratados desde ópticas alternativas; aquellos que quieren aportarle a la sociedad desde visiones diferentes a las de los discursos hegemónicos, son como gotas de agua en el desierto.

La historia de la humanidad está llena de soñadores altruistas sin los cuales miles de documentos nunca habrían visto la luz. En los años 70 y 80 del Siglo XX Colombia misma se vio iluminada con la aparición de centenares de libros impresos por editores independientes que hablaban de revolución, de economía política, de filosofía dialéctica, de la nueva historia, de literatura vernácula.

Pero luego, muchos de los editores que se la jugaban por los nuevos autores y los nuevos enfoques sucumbieron ante el ritmo arrollador del capital, o cedieron frente al egoísmo que trae consigo la empresa capitalista. Otros terminaron engullidos por la serpiente enorme de los monopolios de los libros.

Hoy estamos sujetos a las determinaciones de las grandes editoriales que imponen las temáticas y los actores; que dictan las condiciones, gobiernan los contenidos, determinan los diseños y se quedan con la mayoría de los derechos patrimoniales. ¿Qué hacer?

Una respuesta sería no hacer nada. Esgrimir la disculpa de las dificultades tan variadas: que hoy la gente no lee, que la Internet derrotó al libro de papel y tinta, que para qué estrellarse contra el mundo, que “primero está la papa”, que no vale la pena…

Pero quienes creemos que el libro de papel y tinta sigue teniendo vigencia y que su peso político y social y sentimental y hasta espiritual es irremplazable continuamos apostándole y queriéndolo y hasta estrellándonos contra el mundo de los lugares comunes y las excusas que disfrazan, como en una eterna noche de brujas, el conformismo y el acomodamiento.

Hoy no solo necesitamos más libros de papel y tinta para poderlos llevar debajo del brazo, porque en cualquier fila los podemos leer sin estar pendientes de la batería baja, porque los podemos rayar y anotar y resaltar, porque los podemos palpar y oler y conservar en nuestros entornos más queridos, sino que requerimos de editores independientes que pugnen porque los libros que los pulpos oligopólicos nunca publicarán vean la luz sin que hablen sólo de famosos y de trivialidades, para que otras ópticas y visiones de la realidad y de la sociedad se abran paso.

Así, pues, la edición del libro que alisté siendo un muchacho, como tantos de los queridos estudiantes que esta noche nos acompañan, llega a su fin hoy. Textos de una cotidianidad abrupta se transformó en Descifrando huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio. Es el libro que esperó 27 años. Pero creo que ha valido la pena.

Muchas gracias, queridos amigos.

2. Reseña. La presentación de Descifrando Huellas

Huellas y futuro

El catedrático Lisandro Penagos fue el encargado de presentar el libro Descifrando huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio. Con tal fin leyó la siguiente reseña, en el acto cumplido el 20 de octubre en la Universidad Santiago de Cali. “En nuestra época, profusa de medios de comunicación audiovisuales, este libro es un respiro, una pausa, un detenerse para pensar, un compromiso con la profesión, que cuando se asume con entereza, es un oficio tan humilde como necesario”, dijo el profesor Penagos.

Los periodistas orales constituyen
una casta, una clase, una treintena
de portavoces del pensamiento oficial:
No cesan de intercambiarse favores y
complicidades, sobreviven a todas las
alternancias políticas. Un mismo
ambiente. Ideas uniformes. Se frecuentan
entre ellos, se aprecian, se citan,
y están de acuerdo en todo.
Serge Halimi.[1]

Por Lisandro Penagos (*)
No quisiera estar de acuerdo en todo con el profesor Luis Alfonso Mena, para salirme de la cita, o por lo menos para que ésta no se me venga encima, pero lo estoy en casi todo. Ese casi -que no se puede permitir ningún periodista- no es, en este caso, falta de rigor o imprecisión, es simple recato. No estoy de acuerdo con todo, porque luego de leer su libro, Descifrando Huellas, puedo decir sin ambages, que comparto todo lo que respecta al ejercicio periodístico y las reflexiones que sobre éste nos entrega, los géneros que aborda y esa minuciosa descripción de modalidades surgidas al amparo del desarrollo tecnológico por las que nos lleva con la destreza propia del buen maestro; y me enfrento con algunos conceptos emitidos en sus textos, sobre todo los de opinión.

Él ha hecho prensa y radio; y yo, televisión, mucha pereza y algo de letras. Esa puede ser la diferencia. Compartimos la docencia, también muchas inquietudes sociales y certezas periodísticas. Esas pueden ser las coincidencias. Pero como la honestidad es el acto más subversivo en Colombia, sólo diré que ese no estar de acuerdo debe estar relacionado con la libertad o con esa concepción construida a partir de lo que somos, vivimos o estudiamos, que permite disentir y no afectar el respeto por el otro. Y en eso, no tengo duda, transito su mismo camino. Por eso mi gratitud y el honor que me hace, al permitirme presentar su libro.

Su periodismo es de ése que escasea, ése que goza de independencia intelectual y valor especial por su nivel de compromiso social. Si bien el profe ha trasegado por diversos escenarios empresariales en 31 años de ejercicio profesional, la vida lo instaló en el que fuera su punto de partida: el periodismo libre e independiente, una empresa a la que debería endilgársele como propio e insustituible, el adjetivo quijotesco. Todos sabemos que la libertad de expresión termina donde empiezan los intereses de la empresa periodística para la que se labora, sea cual fuere, en éste o cualquier otro país. Y él, un hombre formado y forjado con base en principios inalienables, nos demuestra con este libro, que la utopía periodística es posible.

Este texto es una honrosa excepción, alejada de ese periodismo que en lugar de contrapoder y servicio a la sociedad, resulta una formidable maquinaria de soporte ideológico y una correa servil de transmisión de poder. En nuestra época, profusa de medios de comunicación audiovisuales, este libro es un respiro, una pausa, un detenerse para pensar, un compromiso con la profesión, que cuando se asume con entereza, es un oficio tan humilde como necesario. Las noticias, la información y la opinión, son escopetazos y a veces escupitajos constantes desde la radio y la televisión ‑rápidos y breves, perecederos y volátiles- que no tienen a la gente mejor informada que antes. Más por su cantidad que por su calidad, no se asimilan, no tanto por su instantaneidad, sino por su abrumador bombardeo cotidiano. No sabemos muy bien hacia dónde vamos. Lo único que sentimos es que estamos asistiendo a un momento de transición, del periodismo escrito al periodismo oral. Y podría pasar lo que pasó con los telegrafistas: desaparecieron. Como un arqueólogo social, el profe Luis Alfonso, busca en el pasado de sus textos, las respuestas al futuro del oficio, o de la profesión, pues para quienes soportan su trabajo en la calidad y la responsabilidad, los títulos son circunstancias. El periodismo es vocación, mística, pasión. También formación y especialización, nos precisa en su introducción.

En Colombia y en el mundo los medios controlados por potentes núcleos industriales o financieros imponen su visión del mundo y, por imperativos de la cuchara, los periodistas que trabajan en ellos acaban defendiendo los intereses del establecimiento. Y así, amordazada con un mendrugo, se neutraliza a la prensa, a la veedora natural y de mayor impacto en esta o en cualquiera otra democracia. Valdría aquí evocar a uno de los personajes de Jaime Garzón: Néstor Elí, el vigilante encargado de la portería del Edificio Colombia. Nos encontramos cada día con muchos como él que apenas dejan asomar al periodismo y a los periodistas, al lugar donde reside el poder y se gesta la información que se oculta. Muchos intermediarios que sólo en apariencia detentan el poder y obstaculizan el trabajo periodístico, por eso resultan tan importantes esfuerzos individuales como el libro que hoy nos convoca.

Descifrando Huellas es un esfuerzo personal dirigido a toda la sociedad, no sólo a periodistas, docentes o estudiantes de comunicación. Nos recuerda que quien no goza de independencia intelectual para desenvolverse en el mundo de la información y las ideas -y el periodismo en general, y del escrito en particular, gravitan en este espacio- está condenado a ser un miserable esclavo de intereses espurios, que transita por el oficio con una imagen perecedera producto de textos construidos para el olvido. Este libro es un testimonio de vida, trabajo y virtud. Lo es en sus noticias, en sus entrevistas y perfiles, en sus crónicas y reportajes, en sus columnas, en cada palabra, en cada línea, en cada párrafo que el autor asume como una palada de su excavación intelectual.

No podría menos que cerrar con otra cita de quien tomé prestada la primera: El campo periodístico es hoy en día una porción de tierra quemada donde la mentira y la manipulación de emisores y receptores configuran todo un modo de vida. Este libro desmonta pieza a pieza dicha afirmación. Por eso estoy casi de acuerdo con su autor, porque es el resultado de un riguroso esfuerzo académico y periodístico, una muy buena y honrosa excepción. Un revisar las huellas para saber hacia dónde vamos.

Muchas gracias.

[1] Profesor de la Universidad de California en Berkeley, doctor en Ciencias Políticas, profesor también en la Sorbona, colaborador de Le Monde Diplomatique y discípulo de Pierre Bourdieu.

(*) Profesor de las universidades Santiago de Cali y Autónoma, director del programa periodístico Amaneciendo del Canal Regional Telepacífico. 

3. Opínión. Una columna en el diario Occidente

Del mimeógrafo al ciberespacio

La que se transcribe a continuación fue la columna publicada por el autor en su espacio habitual de los sábados en el diario Occidente de Cali.

Por Alberto Ramos G. (*)
Luis Alfonso Mena es un abogado, periodista, profesor e investigador dedicado a la lectura y escritura por disciplina y como hábito; posee una inmensa formación culterana, inclinado a los estudios históricos y de la ciencia política, es un conocedor de la convulsionada historia de Colombia y de las transformaciones de América Latina.

Soy testigo ático de la pléyade de periodistas que ha ayudado a formar desde las salas de redacción de los periódicos (Diario Occidente, El Pueblo y El País), y desde las aulas de la Universidad Santiago de Cali, en la Facultad de Comunicación Social.

Está concluyendo sus estudios de maestría en historia en la Universidad del Valle. En largas tertulias le he escuchado sus disertaciones sobre la Colonia, el Siglo XIX, las guerras civiles, los radicales de Rionegro y la Regeneración nuñista. Además, es un historiador del periodismo en Colombia.

Ha escrito tres libros sobre el periodismo, destinados a convertirse en manuales con diferentes formatos: El manual de estilo para periodistas, con la autoridad y conocimiento de un jefe de redacción; el manual de derecho aplicado a los periodistas: esta fue su tesis de grado, con Ricardo Téllez, para optar el título de abogado en la Universidad Libre; y Descifrando Huellas, con el subtítulo: Periodismo del Mimeógrafo al Ciberespacio. En esta obra, manual de géneros, condensa el paso del tiempo entre una rudimentaria forma de difusión hasta la época de los computadores, explicando cada uno de los géneros del periodismo: la noticia, la entrevista, la crónica, el reportaje, el perfil, el testimonio, la semblanza, el análisis periodístico (nacional e internacional), el informe especial, el informe investigativo, la columna de opinión y el periodismo hecho desde el ciberespacio.

Todo lo describe de manera didáctica. Veamos un ejemplo al describir la diferencia entre la crónica y el reportaje: "Estudio la crónica comparándola con el reportaje, pues considero que aquella y este son géneros hermanos cuyas diferencias son principalmente de grado: más o menos extensión, más o menos tiempo de relato, más o menos personajes, mayor o menor minuciosidad, más o menos rápida resolución de la trama".

Y agrega: el reportaje congrega características similares a las de la novela, guardadas las proporciones. En la crónica todo lo que impera es el verbo sobre el adjetivo.

(*) Docente universitario, crítico de cine, constitucionalista.

4. Reportaje gráfico. Las fotos del lanzamiento

La noche de las huellas


Reportaje gráfico de Santiago José Mena Cárdenas

El miércoles 20 de octubre, entre las 6:30 y las 8:30 de la noche, tuvo lugar la presentación del libro Descifrando huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio, en el Auditorio Auxiliar del Aula Máxima de la Universidad Santiago de Cali, USC.

El recinto fue colmado por estudiantes, profesores, egresados, periodistas, familiares del autor y público en general.

La presentación estuvo a cargo del docente Lisandro Penagos, quien leyó una interesante reseña titulada Huellas y Futuro, que se reproduce en esta edición de ¡PERIODISMO LIBRE!

También intervinieron Liliana Marroquín, directora del Programa de Comunicación Social de la USC, y Adolfo Ochoa Moyano, quien pronunció unas muy emotivas palabras.

Finalmente, el autor del libro, Luis Alfonso Mena S., leyó una crónica sobre la historia de su libro, que también se incluye en esta edición de ¡PERIODISMO LIBRE!

Fue una noche llena de calidez humana e intercambio de inquietudes periodísticas y académicas.
Gracias mil a todos los asistentes y a quienes adquieren el libro. 

Las fotos
En la primera foto, al fondo, la mesa que presidió el acto de lanzamiento del libro Descifrando Huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio: Adolfo Ochoa, premio nacional de periodismo Simón Bolívar 2010; Lisandro Penagos, quien comentó el libro; Liliana Marroquín, directora del Programa de Comunicación Social de la Universidad Santiago de Cali, USC; Luis Alfonso Mena S., autor del texto; José Ómar Salazar, dirigente del Sindicato de Profesores de la Usaca, Siprusaca, y Víctor Aguirre, presentador del acto.

 
Parte de los asistentes a la presentación de Descifrando Huellas, en el Auditorio Auxiliar del Aula Máxima de la Universidad Santiago de Cali, USC, el 20 de octubre de 2010.
El catedrático Lisandro Penagos, cuando leía su reseña en la presentación del libro Descifrando huellas.

Liliana Marroquín, directora del Programa de Comunicación Social de la USC, hizo uso de la palabra en el lanzamiento del libro Descifrando huellas y destacó la importancia del libro. 
Adolfo Ochoa Moyano, egresado de la Facultad de Comunicación Social de la USC, periodista del diario El País de Cali y premio nacional de periodismo Simón Bolívar 2010, realizó una emotiva y aplaudida intervención en la presentación del libro Descifrando Huellas

Luis Alfonso Mena S., cuando intervenía en la presentación de su libro Descifrando huellas. Periodismo del mimeógrafo al ciberespacio, el miércoles 20 de octubre de 2010 en la USC.  

Los profesores Víctor Aguirre, Adriana Anacona, Liliana Marroquín y Lisandro Penagos, con Luis Alfonso Mena S., en el acto de presentación de Descifrando Huellas


Víctor Aguirre, Óscar Ortega, Adolfo Ochoa, Erika Mariet Barbosa, Luis Alfonso Mena S., Fredy León Cuéllar, Lisandro Penagos y Armando  Palau, durante el acto de presentación del libro Descifrando huellas. 
Estudiantes y ex alumnos de Luis Alfonso Mena, con el docente en el acto de presentación del libro Descifrando huellas. Aparecen Emilio Felipe Ríos, Julián Alberto Ossa, Jessika Maryuri Vivias, Marcela Delgado, Olga Mercedes Salazar, Adolfo Ochoa Moyano y Mauricio Santibáñez. 

Más estudiantes y egresados de Comunicación Social de la USC en la presentación de Descifrando Huellas: Emilio Felipe Ríos y Giancarlo Manzano, periodistas de Q´hubo; Geovanny Gutiérrez, reportero gráfico de El País; Isabel Cristina López y Ximena Marcela Flor, de la sección editorial de la USC; María del Mar Jiménez, redactora de El País, y Adolfo Ochoa Moyano, reportero de elpais.com, con Luis Alfonso Mena S. y Gabriel Jacobo Mena Cárdenas.

El ex alumno entrevistando al profesor. Emilio Felipe Ríos, egresado de Comunicación Social de la Universidad Santiago de Cali, donde cursó el Énfasis en Periodismo, en diálogo con Luis Alfonso Mena S.

Los Mena en la foto: Luis Alfonso Jr., Santiago José, Gabriel Jacobo y Luis Alfonso Mena S., en la presentación de Descifrando huellas.

María Mercedes Mena, Daniel Enrique Rodríguez Mena, Álvaro Rodríguez, Alma del Pilar Mena, Luis Alfonso Mena, Mercedes Sepúlveda de Mena, Ana Susen Cárdenas, Santiago José Mena y Luis Alfonso Mena Jr. Foto tomada por Gabriel Jacobo Mena Cárdenas.

5. Reseña. Recorrido En Busca de Bolívar

Tres géneros en un solo libro

En muchos apartes tiene tono de novela histórica, en otros de biografía y en otros de ensayo político y/o literario. La obra de William Ospina es una sumatoria de tres géneros: la novela, la biografía y el ensayo, pero subrayada por la prosa poética.

Por Alberto Ramos G. (*)
La última obra de William Ospina se puede leer como una novela histórica con tono poético, es un compendio de todas las biografías leídas (Gerar Masur, Emil Ludwig, Indalecio Liévano, David Lynch, etcétera); adornando los pasajes, los hechos y exornando los momentos más importantes vividos por el Libertador.

 La obra se siente como una sinfonía porque permite una lectura armoniosa. Es la visión e interpretación de un intelectual formado en las ciencias sociales. No es una novela histórica con un orden cronológico en lo puntual, como El General en su laberinto de García Márquez, sobre los últimos seis meses de su vida; en esta nueva obra se da el desarrollo de la vida a grandes pasos, aludiendo a los sucesos históricos que le permitieron a Bolívar formarse como filósofo para transmutarse en estadista.

La misma Editorial Norma elude en la presentación de la obra la afirmación sobre el género. En la contracarátula la llama pieza literaria y libro. En los boletines de la promoción comercial anuncian que se trata de un ensayo literario.

Tampoco es únicamente una biografía porque el estilo es diferente, no hay bibliografía, ni anexos documentales, ni el tono del relato es ese. Creo que, de todas las biografías que consultó, la más asimilada por el tono y los datos consignados es la de Emil Ludwig.

Es el súmmum de múltiples lecturas sobre la gesta emancipadora de Simón Bolívar lo que le proporciona a William Ospina describir la etapa pre-independentista en el Virreinato de la Nueva Granada y los primeros nueve años de la vida republicana.

Destaca a Bolívar como un visionario y lo ubica en el sitio exacto de la ebullición armada, alentada por el inconformismo en la Colonia, por el desgano acumulado contra las autoridades españolas. Bolívar catalizó esa desesperanza y supo enrutar las fuerzas rebeldes que él reclutó, más las que se fueron sumando.

El autor utiliza calificativos rimbombantes para referirse  a las personalidades de la época: Francisco de Miranda, Napoleón, Humboldt, etcétera, esa es la forma de englobar trozos de vida y estampar sintéticamente su conocimiento.

Describe sitios, parajes y localidades como en su obra Ursúa, o en El país de la canela, con exuberancia, detalles y ampulosidad: entre el realismo mágico y metáforas históricas. Acude a las exageraciones como plasmar que llega a Cartagena con solo un manifiesto en las manos que más bien parece la carta de un náufrago; cuando ese documento  es una pieza política de análisis sobre el orden territorial y esclarecedor documento sobre la coyuntura histórica vivida en el virreinato en 1812.

Ospina describe a Bolívar como una persona hiperactiva que producía ideas y acciones con una vitalidad sorprendente y enjundia incontenible, por eso “pocos seres humanos llegaron a ser de tal manera referente de todas las políticas y base de todas las doctrinas”.

Y agrega, aunque la política intentó convertirlo en estatua, detenerlo en el mármol, su leyenda se fue extendiendo por la historia, por el arte y por la literatura.

Por tratarse de una novela no hay citas a pie de página ni bibliografía relacionada al final como en los ensayos, las monografías o en las investigaciones documentales. Pero sí hay frases citadas entre las páginas que permiten vivificar varios momentos importantes donde Bolívar compartió con personalidades, y aparecen referencias de autores e investigadores.

Comprime de manera lacónica varios años y va opinando, narrando sobre los datos biográficos: describe todo con la destreza de un historiador. Un historiador que novela, formado en la investigación con los métodos sintético y comparativo, utilizando el enfoque marxista.

Así como en las novelas mencionadas, y en Las Auroras de sangre, describió el horror que significó la Conquista de América con los actos depredadores, vesania y órdenes desalmadas, para este libro, En busca de Bolívar, investigó y logró estampar el cuadro social y convulsionado de la etapa pre-republicana.

En algunas páginas amalgama disímiles momentos no secuenciales en la realidad, para poder exaltar la grandeza del Libertador como sucede en las páginas 77 y 78. Toma frases del epistolario y los documentos bolivarianos para apoyar su narración y avanzar hacia otros momentos.

Las páginas 93, 94 y 95 son un mosaico sobre la guerra y la crueldad que conlleva: se explican la razón de la venganza, los odios encontrados, la crueldad de los contrincantes y los atisbos sobre acuerdos humanitarios.

Ospina va sacando conclusiones de cada etapa de la vida de Simón Bolívar y así va armando su visión de biógrafo.

Se desprende de la prosa y descripciones de Ospina un claro entendimiento de la época y sus circunstancias, lo que le permite dinamizar al personaje central, Bolívar, que nace poco después de la guerra de independencia norteamericana y un poco antes de la Revolución Francesa, y crece en medio del malestar de la época por el agobio impositivo colonial que se traduce en el magma popular antimonárquico, en contexto del primer constitucionalismo pre-republicano latinoamericano. Y una comprensión de la historia y de la ciencia política que le permite entender las coyunturas históricas, como aquella descripción de la página 37 donde explica porque Napoleón, a pesar de convertirse en Emperador, era fruto de la Revolución que había acabado con el poder sucesoral de origen divino.

Es una obra literaria donde se da la licencia de reinventar ciertos pasajes y que entrecruza la realidad con los adornos literarios para aligerar la narración. En algunos momentos brota la pluma del ensayista y el analista político para explicar los contextos históricos y las acciones, y luego surge otra vez, la pluma del novelista para, con ditirambos y florituras, explicar los pasajes que aborda.

En muchos apartes tiene tono de novela histórica, en otros de biografía y en otros de ensayo político y/o literario. La obra de William Ospina es una sumatoria de tres géneros: la novela, la biografía y el ensayo, pero subrayada por la prosa poética.

(*) Magister en Ciencia Política de la Universidad Javeriana, PhD en Derecho Público de la Universidad Nacional Uned de Madrid, España, autor del libro Bolívar y el Constitucionalismo.

6. Opinión. ¿Qué pasa en Pereira?

Las uvas de la ira

Una visión de la dramática situación social por la que atraviesa la capital del departamento del Risaralda, que registra el nivel de desempleo más alto del país y cuyos gobernantes han sido inferiores a las justas demandas de la población.

Por Carlos Alfonso Victoria (*)
Pereira no es la tierra prometida que anuncian los videos oficiales de la Alcaldía. Ni por supuesto la región de las oportunidades que pregonan las autoridades. Nuestra realidad parece calcada de la novela escrita por John Steinbeck Las uvas de la ira, que luego fuera  llevada al cine (1940), en la que una familia huye de la miseria, y busca instalarse en California, atraídos por panfletos en los que se dibujaban ríos de leche y miel. Allí no sólo son víctimas del engaño, sino reprimidos por salarios de hambre y la policía, en plena recesión de los años treinta.

Escuchando a Luis Gonzaga Franco, líder de un grupo desplazados que desde el pasado 4 de octubre inició una toma en el sector del Lago Uribe, veo las imágenes de miles de refugiados que se lanzaban a la nueva conquista del Oeste americano, en buscan de pan y techo. La tierra la habían perdido a manos de los bancos, y terratenientes poderosos. Recuerdo, también, la campaña “Pereira lo tiene todo”, y otras tantas que sirvieron de imán para que miles de colombianos, unos desplazados por la violencia, y otros sin oportunidades de empleo, se instalarán en la ciudad, al inicio de la década de los noventa. “Bienvenidos al futuro”, les dijo el presidente Gaviria.

“Esta no es la ciudad de las oportunidades. Los desplazados apestan…”, recita Gonzaga, mientras el Alcalde y sus subalternos se irritan, ante la impotencia de responder a la crisis humanitaria que experimenta la ciudad en sus manos. Según el líder, en Pereira hay 48 mil desplazados, la mayoría hacinados, enfermos y con hambre en sectores periféricos de la ciudad, como en la Comuna Villa Santa Ana, donde – recalca Gonzaga- Israel Londoño obtuvo 13.900 votos, para ser elegido alcalde en 2007. Hoy quienes usaron el voto de los desplazados se escudan en la Fuerza Pública para preservar el orden público. Esta es la idea de democracia que aplican desde el gobierno.

Escuchando, también, las declaraciones del Alcalde, el Gobernador y otros tantos funcionarios públicos, al referirse a esta problemática, todas tienen un denominador común: buscan lavarse las manos y le tiran la pelota al Gobierno Nacional, tras desestimar la legitimidad de las demandas básicas de los desplazados. En Colombia, como lo subraya Gargarella (2002), el discurso de los derechos ha sido reemplazado por el de la riqueza económica. Incluso desde esta lógica perversa y anti constitucional se ha criminalizado la labor de los defensores de los derechos humanos. “Los derechos no dependen de que las cosechas resulten fabulosas… o que las exportaciones suban”. Se trata de que sobresalgan los derechos básicos que no deben limitarse bajo ningún criterio, recalca el profesor argentino.

“La región de oportunidades”, encarnada por los dirigentes del Partido de la U., responde con agresiones verbales, proferidas por miembros de la Fuerza Pública que hasta desmayos han producido en una de las mujeres desplazadas. ”Llevamos más de un año esperando… la gente se cansó de esperar”, reitera Gonzaga. Claro, si Acción Social aupada por el uribismo transformó, desde 2009, la ayuda de emergencia pactada por tres meses en un sueldo permanente, el cual es cancelado a cuenta gotas. Claro, la impaciencia es absoluta porque desde 2007 no hay convocatorias para vivienda de desplazados. Claro, si los llamados proyectos productivos han sido un fracaso absoluto. Claro, si la oficina de Acción Social de Pereira no resuelve nada. Ni un derecho de petición responde.

“Esto se perratio…”, admite con dosis de honestidad una funcionaria consultada, para resumir la desgracia que sume en la injusticia social a la población desplazada que sobrevive en la ciudad sin puertas, pero también en la ciudad sin alcalde, sin responsables públicos, sin derechos humanos, sin presente, sin futuro, aunque a este último factor parece haberle  ido mejor en el congresillo de prospectiva reunido esta semana: “Pereira fija el progreso en 20 años”, como si no fueran suficientes los espejismos de hoy. A los optimistas les recuerdo un titular del Diario del Otún “Desempleo cerró el 2001 en el 18.6%” (jueves 31 de enero de 2002), y a los prospectólogos los invitó para que hagan trabajo de campo en el Lago Uribe. Gonzaga les explica en qué consiste el presente, y a que saben las uvas de la ira.

Pregunta: ¿La región de oportunidades es para la familia Nule, los dueños de Atesa, las grandes superficies y las docenas de dueños de gasolineras?

(*) Catedrático universitario, miembro del Comité Municipal del Partido Verde.