sábado, 29 de octubre de 2011

Opinión. Miradas

Los inquisidores de la prensa colombiana

Por Victoria Ríos (*)
Existen mil maneras conocidas para taparle la boca a un periodista. De esas mil maneras, todas se ejecutan en Colombia. Este país de manipuladores y manipulados. País de periodistas que se callan por miedo, por amenazas, por violencia, por autocensura; pero también de periodistas que se callan por dinero, por clientelismo, por farándula, por servilismo.

Había elegido a Hollman Morris para contar a partir de su “interceptada” vida un ejemplo claro de esta inacabable inquisición a la que estamos expuestos. Pero sobre la marcha he decidido invitar a este banquete de ‘lagartos’ y cizañeros a un par de mujeres que representan el falso arquetipo de periodista de nuestra sociedad.


Y es que Vicky Dávila, fanfarroneando de que todo “Ya está claro”, y Claudia Gurisatti, saliendo en las noches a “encender las luces para que usted vea bien las noticias”, son la máxima expresión de ese tipo servil y farandulero del mal manejo de la libertad de prensa en Colombia.

Podríamos hablar de las amenazas y acusaciones contra Morris, trayendo a colación las chuzadas del DAS y quejándonos una y otra vez de los políticos que elegimos y que abusan del poder de su cargo con desmesura, de las sospechosas muertes de colegas en ejercicio y de la constante violación a la médula del derecho a la información en Colombia.

Pero me atrevo hoy a hacer este tema a un lado, aunque no deje de generarme escozor, para ponerme frente a frente con la otra cara de nuestra libertad de prensa.

La cara del periodista que en la academia sueña con ganar fama y convertirse en celebridad a costa de sacrificar el ejercicio de su profesión y su libertad de prensa, creencia y conciencia. Este es el verdadero fenómeno que viven los aprendices de este oficio que en la actualidad lo ven como una ventana abierta a la fama, mientras que sueñan con ser tan “exitosos y famosos” como Dávila y Gurisatti.

El periodista de esta generación se tapa la boca y la conciencia con una autocensura imprudente y atrevida. La dinámica consiste en resistirse a entender su verdadera función creyendo que ésta se resume a leer un telepronter en un set de televisión, reduciendo su labor a nada en el momento en el que se convierte en prisionero del servilismo y el clientelismo a cambio de billetes o reconocimientos.

En Colombia es igualmente doloroso encontrar a colegas asesinados por hacer uso de la palabra, que encontrarlos muertos en vida, con las herramientas en la mano para trabajar por un periodismo más independiente y menos engañaso, y aún así imposibilitados para usarlas.

Este es el verdadero panorama del periodismo colombiano: más farándula, menos investigación. Periodistas que violan en todas las posiciones la médula del derecho de información en Colombia, porque ignoran la importancia de su labor y en cambio buscan que se les reconozca como celebridades, pues esto les resulta más atractivo.

(*) Estudiante de Comunicación Social de la Usaca. vicky2603@gmail.com.

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