LAS RESISTENCIAS POPULARES DERROTAN AL RÉGIMEN FANTOCHE DE DUQUE
Por Luis Alfonso Mena S.
Los acontecimientos que
sacuden las tierras de Nuestra América por estos días parece que estuvieran transcurriendo
de soslayo para las élites que tienen hoy en el gobierno de Colombia a un
régimen neoliberal fantoche y despótico, representativo del bloque más rancio
de la oligarquía bicéfala que compone el sistema de burgueses y terratenientes dueños
del poder, enemigos de las resistencias populares.
Ideal para las élites y su
régimen que esos acontecimientos sean mirados de reojo por la mayoría, sin
detectar su enorme significado para los pueblos y, particularmente, sin evaluar
el mentís que para las políticas estratégicas de las clases dirigentes del
continente significan.
Por lo menos cinco acontecimientos
recientes ponen en evidencia los anteriores enunciados: la multitudinaria
protesta ciudadana del 9 y el 10 de septiembre en Bogotá y otras ciudades del
país; la contundente minga de las comunidades indígenas entre el 14 y el 21 de
octubre, en conjunto con la jornada nacional sindical y popular de este día en
Colombia; el arrollador triunfo del Movimiento al Socialismo, MAS, en la
elección presidencial cumplida en Bolivia el 18 de octubre; la apabullante
votación por una nueva Constitución en Chile el 25 del mismo mes, y la
consolidación del proceso comicial para la renovación de la Asamblea Nacional
en Venezuela, que se cumplirá el 6 de diciembre de este 2020.
Aunque las miradas
imperantes en Colombia los muestran como hechos completamente aislados, unos de
acá y otros de allá, lo pertinente es verlos en sus concatenaciones para la
sociedad y los poderes en Colombia y en América.
El régimen uribista de Iván
Duque se caracteriza, entre otras posiciones, por su desembozado odio hacia los
procesos políticos independientes, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y
hacia las resistencias antioligárquicas donde se den, empezando por las que
están en marcha en Colombia desde el portentoso Paro Nacional del 21 de
noviembre de 2019, y continuando con las de Chile y Bolivia.
En correspondencia con lo
anterior, el régimen de Duque ejecuta una política exterior de absoluta
sumisión a los intereses de la Casa Blanca y, de manera especial, a los de su regente
actual, el ignorante y ultragodo Donald Trump.
POLÍTICA AL SERVICIO DEL
IMPERIO
Esa línea ha conducido a
que la política exterior del Estado colombiano sea totalmente dependiente de la
del imperio estadounidense y a participar de manera directa en la conspiración
y la agresión contra la República Bolivariana de Venezuela.
Para ello entrega la soberanía
nacional permitiendo la presencia de tropas norteamericanas en nuestro
territorio, incluso saltando tramposamente lo ordenado por la Constitución
Política; arropa a centenares de mercenarios de la extrema derecha venezolana
comandados por contratistas gringos; facilita burocracia y recursos del Estado
para mantener en el país a los cabecillas de la conspiración, y se hace el de
la vista gorda con los terroristas que incursionaron desde Colombia en las
costas venezolanas de Macuto y Chuao en la llamada Operación Gedeón y fueron
derrotados por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, a principios de mayo de
2020.
En esa tarea Duque, el
Ministerio de Defensa, la Cancillería y el aparataje de Migración Colombia han
estado al servicio de lo peor de la extrema derecha venezolana, y han
participado de manera obsecuente en el llamado Grupo de Lima, al lado de
Sebastián Piñera y de otros de su especie. El desastroso andamiaje intervencionista
montado en la frontera colombo-venezolana el 22 y 23 de febrero de 2019 por el
dúo Duque-Piñera así lo demuestra.
Esa hermandad conspiradora
explica el hecho de que el gobierno colombiano jamás condenó la espantosa
violación de los derechos humanos por parte de Piñera contra las diarias y
multitudinarias manifestaciones del pueblo chileno que reclamaba desde octubre
de 2019 condiciones dignas de vida, represión que dejó más de 40 muertos,
centenares de heridos y miles de detenidos por los herederos del dictador
Augusto Pinochet.
Y explica también el porqué,
en cambio, Duque fue el primero en reconocer la dictadura de Jeanine Áñez,
puesta en la Presidencia de Bolivia en noviembre de 2019, mediante una maniobra
burda, por Luis Almagro, el tirano de la Organización de Estados Americanos,
OEA, y por los golpistas internos financiados por el gobierno norteamericano,
en medio de otra represión brutal.
Paralelamente, a medida
que avanza el tiempo de su oscuro mandato, Duque cierra cada vez con mayor
cinismo los resquicios de “democracia”, desvertebra la hipotética “separación”
de poderes, emula con una de las peores épocas del autoritarismo post Frente
Nacional en Colombia, el gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982) y su
nefasto Estatuto de Seguridad, al tiempo que busca implementar las políticas de
su patrón, Álvaro Uribe, y su violenta Seguridad Democrática, eufemismo con el
que se encubrió lo que realmente ocurrió en el mandato uribista (2002-2010): crímenes
de Estado.
En desarrollo de esa
política, Duque se negó a atender los reclamos de las movilizaciones sociales
prominentes de 2019, las enfrentó con la maquinaria más avezada en la violación
de los derechos humanos y ciudadanos, el Esmad de la Policía, y no dudó, sin
ninguna vergüenza, en excusar las brutales acciones de esa fuerza en la
represión de la indignación popular del 9 y el 10 de septiembre de 2020, desatada
luego del asesinato vil a manos de dos agentes del régimen de un indefenso
abogado en Bogotá. La masacre oficial dejó trece jóvenes asesinados.
Su política de arrogancia
y exclusión frente a los sectores populares ha quedado en evidencia con la
estigmatización descarada contra la minga indígena, a la que sus funcionarios
le hicieron todo tipo de señalamientos, y a la cual, con evidente racismo y
odio de clase, se negó a atender no solo en el Cauca y Cali, sino en Bogotá.
LAS DERROTAS DE DUQUE
Pero la demostración de
organización dada por el Consejo Regional Indígena del Cauca, Cric, que dirigió
la minga, y la clara confrontación política que ella significó contra y frente
al régimen constituyó la primera derrota para Duque.
El triunfo de Luis Arce y
David Choquehuanca, candidatos del MAS, con una votación mayor en las
presidenciales de Bolivia de 2020 (54%) en comparación con la obtenida por Evo
Morales en 2019, echó por tierra la ardid tramposa del cabecilla de la OEA en
el sentido de que había habido fraude hace un año, y puso sobre la palestra la
derrota de todos los que se solazaron con el golpe de Estado de extrema derecha
que derrocó a Evo, empezando por el gobierno de Duque.
Ocho días después vino el
demoledor triunfo del pueblo chileno contra el gran aliado sureño de Duque en
la conspiración contra Venezuela, Sebastián Piñera: una votación de casi el 80%
de los participantes en el plebiscito contra la pétrea Constitución heredada de
la dictadura de Pinochet dejó la tercera gran derrota a la derecha continental,
incluidos en ella Duque y su jefe, Donald Trump.
Ahora se avecina la cuarta
derrota para el régimen uribista, la de las elecciones parlamentarias del 6 de
diciembre en Venezuela, que se cumplirán a pesar del sabotaje, los montajes y
las maniobras injerencistas del cerco orbital impuesto por Estados Unidos, con
la participación en primera línea del servil gobierno de Duque. Ninguna de las acciones
contra este ejercicio democrático, que dejará totalmente sin piso político al
monigote montado por Trump (Guaidó), ha fructificado.
Así, pues, el injerencismo exterior del régimen colombiano está sufriendo derrota tras derrota a manos de los pueblos latinoamericanos contra los cuales se ha confabulado con Estados Unidos, como fiel mandadero suyo, más en estos días en los que esperaba ayudar a Trump a permanecer en la Presidencia a pesar de su desastroso mandato, y todo indica que fracasará de nuevo.
Y en el plano interno, subrayo,
la minga también derrotó a Duque retándolo en su propio terreno, así éste haya huido
a dar una vuelta por el malecón de Quibdó, en el Chocó, para eludir el eco del
reclamo indígena, a 50 metros de la Casa de Nariño. Un reclamo que sigue
retumbando y se multiplicará este 21 de noviembre de 2020.
Artículo
publicado en el periódico El Colectivo de Medellín, el miércoles 4 de noviembre
de 2020, edición No. 58.
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