domingo, 5 de febrero de 2012

7. Opinión. Respeto a los animales, el nuevo debate

Hay sangre en la arena  y no es del torero

Queda abierta la discusión, como quedan abiertas las múltiples heridas de los toros. Quizás algún día se le pueda dar una estocada final a las corridas de toros, como  lo hace el torero sobre el animal después de una prolongada tortura. Por ahora, al toro sólo le queda defenderse mientras pueda y a nosotros, preguntarnos si estamos en la capacidad de ponerle fin  a este acto tan primitivo,  para que no haya más sangre en la arena.

Por Milton Fabián Henao (*) 
Revisando la historia,  que el hombre se  enfrentara a un toro  para esquivar sus embestidas, no tenía el carácter de espectáculo que tiene hoy y menos se le consideraba un arte. Estas prácticas pertenecían a ritos de pueblos paganos de las comunidades primitivas del Mediterráneo, ritos que ofrecían a sus dioses por los beneficios y favores recibidos.


Fue en la península Ibérica,  exactamente en España, donde lidiar toros se convirtió en  un acto de diversión, considerado por algunas personas como arte de la tauromaquia, un ¨espectáculo¨ del  cual sólo  disfrutaba la nobleza, puesto que era exclusivo y reservado para la élite de aquellos tiempos.

Se trata de un evento lúgubre, donde se hiere el toro de diferentes formas, a través de objetos corto punzante sobre su lomo para hacerlo poner bravo hasta matarlo con una espada, barbarie que disfrutan los cerebros primitivos que asisten a la plaza para observar el  factor clínico inevitable de la muerte del indefenso animal.

Muchas  de las personas que hoy concurren  a las plazas de toros con iguales características, por lo menos en lo económico,  poco o nada saben sobre este supuesto arte. En su gran mayoría, asisten como un sinónimo de posicionamiento social, semejante  al  que se vivía en el gran circo romano cuando  sus majestades se deleitaban  con la muerte de seres humanos.

El objetivo más que gritar olé, gira alrededor de lucir el sombrero y  las botas más caras, en el caso de los hombres,  y los senos y las colas mejor operadas en el caso  de las mujeres. Un rito social del cual no se pueden perder ni los hijos del presidente Santos.  Por ello se les vio en La Santamaría de Bogotá  gritando olé, mientras su padre evitaba la embestida de la Academia Nacional de Medicina, que lo increpaba por su ineficiente labor para lograr solucionar los problemas  estructurales de la salud del país.

Sin embargo, en el mundo ya varias iniciativas han logrado eliminar esta tortura llamada fiesta brava. En Cataluña, España, se prohibió el 28 de julio del 2010  después de que varios activistas y  organizaciones defensoras de animales lograran poner la discusión en el parlamento de esa ciudad. Allí, 71 de los 85 que se declararan anti taurinos en el mundo son catalanes.

En Ecuador, a través de un referéndum, el presidente Rafael Correa logró que los ciudadanos, en un 80%,  le dijeran no a los toros  acabando con 500 años de esta tradición. Entre tanto, en Caracas, Venezuela, también fueron prohibidas y en Lima,  Perú, están muy cerca de lograrlo.
En Colombia, la única ciudad que ha prohibido los toros es Zapatoca, Santander, acompañada de algunos intentos en Bello, Antioquia, y en la capital de ese departamento, Medellín, proceso que fue obstaculizado por el alcalde de entonces, Alonso Salazar.

Hace unos días, el gobernador también de Antioquia, Sergio Fajardo, dijo que no invertiría dineros públicos en la realización de estas corridas. Similar situación se presentó con el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, al tiempo que el Concejo de esta ciudad prepara un proyecto de acuerdo para que se prohíban de manera definitiva.

Estas posiciones han generado polémica y  han abierto la discusión en torno a la realización de las corridas de toros en Colombia. Y no cabe la menor duda de que si se  permitiera   la posibilidad  de preguntarles a los colombianos sobre la realización de las corridas, seguramente el no obtendría la mayoría de los votos en dicha consulta.
No obstante, y a pesar del esfuerzo de los activistas colombianos y la iniciativa de estos gobernantes, nuestro país parece estar lejos de la abolición  de esta práctica. Los monopolios económicos y políticos  que hay detrás son poderosos.

El año pasado la senadora Dilian Francisca Toro radicó un proyecto de ley que pretende declarar patrimonio cultural la feria taurina de Cali. ¿El objetivo? Poder subsidiarla con recursos de la Nación , es decir, del bolsillo de quienes, incluso, nos oponemos a esta clase de maltrato a los animales.

Y fue precisamente en la plaza de toros de Cali, Cañaveralejo,  donde el 30 de diciembre de 2008  Terry Hurtado en compañía de otros jóvenes  saltaron al ruedo a protestar con unos carteles  en todo el centro de la arena. De inmediato,  los muchachos  fueron sacados del cabello  por las autoridades de la plaza.

Es así como  miles de activistas tratan de poner la discusión sobre la mesa, pero sin tanto éxito. Han sido objeto de múltiples agresiones en las protestas que han realizado en las distintas  plazas de toros del país, pero continúan su lucha y conservan la esperanza de que Colombia camine hacia la eliminación de esta barbarie.

Queda abierta la discusión, como quedan abiertas las múltiples heridas de los toros.  Quizás algún día pudiese dárseles  una estocada final a las corridas de toros, como  lo hace el torero  sobre el animal después de una prolongada tortura. Por ahora, al toro solo le queda defenderse mientras pueda y a nosotros, preguntarnos si  estamos en la capacidad de ponerle fin  a este acto  tan primitivo,  para que no haya más sangre en la arena.

(*) Corresponsal de Telesur en Bogotá. Comunicador social de la Usaca.

2 comentarios:

  1. Discutir de toros

    Por: Jorge Londoño Ariza

    Discutir de toros con un lego, es como tratar de hacerle entender a un ateo que Dios lo ama. No se puede amar lo que no se comprende. La fiesta de los toros desde el punto de vista violento no tiene discusión, pero si ese es el tema central, vienen principios morales y ahí ya es otra la discusión, porque ya tendríamos que fijarnos en las condiciones morales de los antitaurinos para admitirles las lecciones de moral. Y si ese es el punto de la discusión, sería entrar en la vida privada y ahí ya no es válida la discusión para un antitaurino ni un aficionado a los toros. Ahí ya empezamos por el respeto a la individualidad y el asunto se pone más grave, porque cuando a uno le asaltan su intimidad, hasta se puede volver violento y no es válido que un taurino o antitaurino se ponga violento, porque la discusión entre dos seres humanos civilizados no debe admitirlo. Entonces respetémonos cada uno los espacios. Los taurinos son sensiblemente distintos a los demás (hablo de un taurino de verdad)... ahí están: la música, la pintura, le poesía, la filosofía, en fin... porque si no se miran los toros desde el punto de vista filosófico, no somos más que unos tumbacachos y ahí no vale la pena discutir... Como taurino me encanta la muerte, los asados y el vino. ¡Son mejores que el vino tus amores! - Salomón. Los toros se acabarán no por los antitaurinos ni por los que son "sensibles" al dolor taurino en escena. La fiesta se acabará por la mediocridad de los manipuladores y mercantiles de la fiesta, los que la dañaron y renunciaron el compromiso de los antecedentes taurinos: la gallardía, los hombres de palabra, la ternura, el respeto entre caballeros, la falsa afición y los que convirtieron el valor en truco y la honradez en comedia. Muy pocos torean de verdad y pocos hacen empresa por afición. El toro de hoy está moldeado desde el vientre y ya sabemos qué va a pasar. Antes ir a la plaza era espeluznante como emocionante al ver la verdad, hoy la verdad es un remedo. Si me dicen que la fiesta se acaba por esto les creo, pero no por lecciones de moral. Y quien no esté de acuerdo en esto, deberá saber de toros, no con posiciones moralistas de ignorante en la materia. Me encanta ver morir un toro y se equivocan quienes creen que los taurinos van a deleitarse viendo chorrear sangre, esa apreciación es equivocada...hay otros elementos que forman parte de la fiesta: el peligro que nos gusta como le puede gustar a un parapentista, el peligro que asume una persona que voluntariamente va tras el; como el parapentista que ve en el peligro un deporte. Los toros nos son deporte, porque un deportista no estaría en condiciones de comprarse un toro para jugar con él, esa técnica no es física sino espiritual, bien dijo Belmonte que él no toreaba con los brazos sino con el espíritu. Hay que tener un espíritu valeroso cuando se mueve el piso por el trote de 520 kilos y unos pitones al filo del vientre; como el criminal que se la juega por atracar a un ciudadano y sin embargo nos duele cuando pierde la partida ante la bala del que resultó más listo que él. Cuando nos duele un humano no importa su condición. El toro siendo el rey de la fiesta, no es más que un pobre huevón frente a una vida humana que los antitaurinos no saben defender. Si el argumento es la violencia, he visto más violencia en las miradas de los antitaurinos y en sus vociferaciones lanzando chispas de saliva que se escurren por los aires. La gente que ama los animales es indiferente con los humanos. Animalismo se llama. Jamás los he visto condenando el "animalismo" humano: Los utilitaristas de la ignorancia, los manipuladores de la esperanza, la impunidad, la contaminación por el olor a marihuana... ¡perdón! debo parar aquí, porque acabo de entrometerme en la individualidad humana...

    Jorge Londoño Ariza
    Reportero
    jlk437@gmail.com
    Palmira Valle Colombia

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  2. Si los comentarios primero deben ser revisados y se publican a criterio del Editor,ES CENSURA.
    Está bien la censura a lo vulgar pero no a lo intelectual y ahí sí hay un problema de evalución entre un cerebro y el otro, porque no cualquiera acepto que me lo resuelva.
    Porque quien no respeta mis gustos me podría estar agrediendo, como en la dignidad.
    Hay quienes se siente dignos pero les molesta la dignidad ajena.
    La paz es el respeto por la dignidad ajena.
    Jorge Londoño Ariza
    Reportero
    Palmira Valle Colombia

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