martes, 25 de febrero de 2014

Análisis. La revolución bolivariana atraviesa momentos cruciales

El pueblo venezolano se ha movilizado multitudinariamente para defender en las calles la revolución bolivariana. (Foto tomada de laiguana.tv).
El golpe fascista en marcha será derrotado

Vencida en 18 de 19 elecciones democráticas en 14 años, la burguesía venezolana no aprende la lección y toma de nuevo el atajo de la violencia. Luego del triunfo de la revolución en los comicios municipales de diciembre último, la oligarquía retoma el guion del golpe, con el que espera complementar la guerra económica desatada en el segundo semestre de 2013. Pero las condiciones hoy son muy distintas a las de 2002, cuando se produjo el golpe contra el presidente Chávez: la renta petrolera se destina mayoritariamente a políticas públicas de beneficio común, la Fuerza Armada Nacional está al lado de la revolución bolivariana, hay una base social determinante y la correlación latinoamericana es favorable. Sin embargo, es la hora de persistir en el diálogo y de corregir errores con el combate certero contra la corrupción, la inseguridad y el sabotaje económico de la burguesía parasitaria y mercenaria.

Por Luis Alfonso Mena S. (*)
En Venezuela está en marcha una nueva intentona golpista de la ultraderecha, no solo  de este país sino del continente, en procura de defenestrar el proceso de cambios sociales y políticos iniciado  en 1999 por el presidente Hugo Chávez.

La lidera un sector extremista de la más rancia oligarquía compuesto, entre otros, por Leopoldo López, María Corina Machado, Henrique Capriles y Antonio Ledezma, quienes tuvieron todos una activa participación en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, fracasado por la respuesta popular que en 48 horas repuso en el poder al presidente Chávez.

En los 14 años de democracia popular cumplidos hasta el momento, la ultraderecha venezolana nunca ha cesado en sus actuaciones conspirativas, unas veces mediante el ataque económico, otras con el uso abierto de la violencia, y siempre con el respaldo de las grandes corporaciones mediáticas del mundo capitalista.


En 19 elecciones cumplidas desde que el comandante Chávez asumió la dirección política del Estado, la burguesía ha sido derrotada en 18, a pesar de lo cual jamás ha dado respiro a la convivencia y la calma.

Se trata de una oposición de nexos reconocidos con el Partido Republicano, la Embajada de los Estados Unidos, Álvaro Uribe en Colombia  y otros centros de poder extranjeros interesados en la reversión de las políticas petroleras nacionales, pero sin la fuerza y los tentáculos internos que pudo tener doce años atrás, como lo demostraremos a continuación. 

El golpe de 2002 y el paro patronal
Luego del golpe de abril de 2002, la acción subversiva continuó entre diciembre de ese año y febrero de 2003: la oligarquía desató entonces la más brutal guerra contra el Gobierno popular, liderada por la gigantesca burocracia adeco-copeyana empotrada en la Empresa de Petróleos de Venezuela, Pdvsa, cuyos cuatro mil altos burócratas se fueron a una huelga un 3 de diciembre como quien se va de picnic de fin de semana y esperaban regresar al lunes siguientes con Chávez derrocado. Pero se equivocaron y fracasaron.

La intentona duró casi tres meses: la oligarquía les negó la Navidad a los venezolanos, los sometió al miedo en las calles y al desabastecimiento en los hogares todo diciembre de 2002. Pero el pueblo resistió  y el golpe fue derrotado de nuevo.

Sin embargo, la guerra económica fue criminal, pues paró la producción y comercialización del petróleo, ocasionando pérdidas al país calculadas en 17.800 millones dólares, de las cuales duró años en reponerse y sin que los responsables pagaran ni un solo bolívar por ese acto de traición a la patria.

En su actuar criminal, tanto en 2002 como en 2003, la oposición contó con el respaldo de un sector importante del generalato de las diferentes armas que incluso se alzó y montó tarima en Altamira, en el este de Caracas.

Pero tanto la burocracia petrolera como el generalato golpista fracasaron. Y la oligarquía perdió el control de estos, dos de los renglones estratégicos más importantes del país. Luego de 2003, el presidente Chávez radicalizó la nacionalización de la industria petrolera saliendo de los conspiradores, y desarrolló una depuración a fondo de la Fuerza Armada Nacional, que hoy se forma en principios bolivarianos.

Actualmente, tanto Pdvsa como la Fuerza Armada Nacional en su conjunto se muestran monolíticamente al lado de la revolución, y lo han demostrado en la actual coyuntura, la primera con sus 40.000 trabajadores en las calles respaldando el proceso y la segunda, con su pronunciamiento de total acatamiento al Gobierno del presidente Maduro.

La conspiración nunca ha cesado
En agosto de 2004 fue convocada la consulta de revocatoria del mandato, acto electoral en el cual la oposición fue derrotada de nuevo, pues el presidente Chávez obtuvo un respaldo del 60% de la población.

En los años sucesivos la lucha política nunca ha cesado: Venezuela es un país con un promedio de más de una elección por año, es decir, el nivel de consulta y de participación es superior al de la mayoría de los países del mundo capitalista que sacan pecho denominándose “democracias representativas” modernas.

Así que lo que ocurre ahora en Venezuela no parece ser nuevo para el pueblo de ese país hermano, donde la reacción de la burguesía se ha centrado en un discurso que desconoce las numerosas conquistas de carácter popular en materia de democratización de la tierra, atención de la salud en los barrios, avance en todos los renglones de la educación, programas de vivienda masivos, desarrollo de vastas obras de infraestructura…

Una enorme obra fundada en la inversión social de la renta petrolera, antes en manos de una oligarquía dedicada al latrocinio del Estado. En 2013 la inversión social alcanzó un 64,1% del total de ingreso de la renta petrolera.

La mayoría de la población percibe que, a pesar de los errores y de los oportunismos presentes en todos los procesos humanos, la revolución bolivariana es una obra que le ha generado amplios niveles de participación social y política. Y ello ha construido una base social determinante, expresada en estos días con el pueblo chavista en las calles.

Y ni qué decir del liderazgo de Venezuela en política internacional, uno de los legados más importantes del presidente Chávez. Al accionar incansable de éste se debe la creación de numerosos organismos de integración y solidaridad latinoamericana y continental, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, Alba; la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac.

Este factor hace que, a pesar de la campaña mediática, en la que se ha llegado a niveles de manipulación vergonzosos, la correlación de fuerzas sea favorable al Estado venezolano. La Latinoamérica de 2014 no es la misma de 2002. 

Guerra económica antes de la violenta
Entre octubre y diciembre de 2013, el autor de este artículo tuvo la oportunidad de ser testigo directo de cómo transcurre la vida en Caracas, y del golpe económico desatado por la burguesía, que disparó los precios de una manera criminal hasta en un mil por ciento, niveles de usura que no se ven ni siquiera en los países capitalistas de mayor calado neoliberal.

Se trataba de una guerra económica planificada por parte de la burguesía financiera y comercial parasitaria. Ésta recibía del Gobierno, con miras a sus importaciones, dólares a un precio preferencial (6,3%,), pero vendía los productos, importados o sacados de sus existencias en bodegas, a precios de dólar negro (50 o 60 bolívares por dólar), y trasladaba gran parte de esos recursos a paraísos fiscales y al mismo mercado ilegal de divisas.    

De esta forma, en octubre de 2013 el costo de vida alcanzó un espiral escandalosa, el acaparamiento de productos básicos de la canasta familiar se aceleró y la especulación hizo mella en la población.

Estaba claro: era una guerra destinada a generar malestar entre la gente, con el propósito de originar una derrota del proceso revolucionario en las elecciones municipales del 8 de diciembre, cumplidas tan solo ocho meses después de las presidenciales del 14 de abril.

Éstas habían sido ganadas por estrecho margen por Nicolás Maduro. Luego de ellas se desató el siguiente ensayo de golpe liderado por Henrique Capriles, intentona que dejó ocho muertos, numerosos heridos y destrucción de no pocos bienes públicos.

El timonazo de Maduro contra la guerra económica en octubre de 2013, apoyado en la Ley Habilitante, fue fundamental para revertir el golpe que buscaba resultados negativos para el Gobierno con el fin de deslegitimarlo. La oposición asumió las elecciones de diciembre como un “plebiscito” contra Maduro, aunque desde el punto de vista constitucional y legal sus resultados no podían determinar cambios en la Presidencia.

Los guarismos de los  comicios de diciembre resultaron una sorpresa para la oposición: el proceso revolucionario recuperó el millón de votos chavistas perdidos en las elecciones de abril. El Gobierno obtuvo 256 de las 332 alcaldías del país, es decir el 76,42% del total, con un 55% de la votación general. Un triunfo clave que frenó la guerra violenta que seguía a la económica.

La ultraderecha se atraviesa al diálogo
Con esta realidad política, el presidente Maduro convocó de inmediato una reunión con alcaldes de la oposición, a la que asistió la mayoría de los 76 elegidos de este sector. Y con ellos, en un encuentro considerado como un éxito político del gobernante, acordó acciones en dos esferas: recuperación de la seguridad y la paz, de un lado, y desarrollo de obras públicas conjuntas.

Pero al avance del diálogo del Gobierno con sectores de la oposición se le atravesó la acción conspirativa de la ultraderecha, pues personas como Leopoldo López y María Corina Machado siempre se opusieron a ese acercamiento.

Esta es una de las explicaciones de la escalada desatada por la oposición extremista, que rechaza el diálogo con el chavismo y cree que en este nuevo oleaje violento si podrá derrocarlo, como lo reclamó insistentemente López.

La movilización inicial de un sector de los estudiantes fue sólo la mampara usada en la nueva intentona, ardid que se desbarata todos los días al quedar en evidencia quiénes son los que propician la violencia con actos vandálicos, como los incendios y destrucción de bienes públicos o la colocación de alambradas y guayas en las vías bloqueadas que han ocasionado la muerte de dos de las diez personas fallecidas hasta el momento producto de la acción criminal.

Lo anterior queda constatado ante la ausencia de un movimiento estudiantil como tal que impulse reivindicaciones propias, como sí ocurrió con las movilizaciones universitarias en Chile y Colombia en los años recientes,  y, principalmente, ante la falta de causas reales, pues es sabido el enorme apoyo que la revolución bolivariana ha dado a la educación.

Según la ONU, Venezuela es el quinto país del mundo con la mayor matrícula universitaria, la cual ha crecido en los años de revolución en un 800%, y los estudiantes universitarios hoy son más de 2.600.000, un 75% de ellos en las 64  universidades públicas del país.


Violencia focalizada
A diferencia de lo que muestran los medios masivos de comunicación, las acciones conspirativas de las últimas dos semanas están focalizadas principalmente en 18 municipios cuyos alcaldes pertenecen a la oposición y obran en connivencia con los desmanes.

En Caracas, las áreas conflictivas se circunscriben a los municipios de Baruta y Chacao, sectores de clase media y media alta del este de la ciudad, tradicionales reductos de la oposición y regentados por alcaldes de la derecha en los que las policías municipales no operan para prevenir.

Estas zonas han sido convertidas en puntos de conflicto en los que se violan derechos ciudadanos a la movilidad y el sosiego por parte grupos de violentos que operan principalmente en las noches. A ellos se integran personas jóvenes procedentes de las clases medias y altas de esos mismos lugares de residencia, guiados por sentimientos de odio, xenofobia, racismo y exclusión social.

No hay que olvidar que en 2002 y 2003, el sector de Chacao fue convertido en el epicentro de la oposición y la Plaza de Altamira, el punto de encuentro de los militares golpistas de entonces. Doce años después se repite la historia, en el mismo municipio y en la misma plaza, pero sin militares golpistas.

La revolución saldrá avante
Mientras tanto, en la mayoría de la geografía nacional los sectores populares continúan su vida productiva en paz, a pesar del bombardeo mediático que infunde desazón. Y se moviliza en respaldo al proceso revolucionario y al presidente Maduro.

Éste ha llamado al diálogo, que en realidad fue interrumpido porque no convenía a los afanes del golpismo. Maduro tiene una tarea ardua y compleja por delante: desactivar, con el apoyo de todos los partidos de la revolución y el pueblo en las calles, el golpe fascista en marcha, para financiar el cual, de acuerdo con denuncias, la oposición ha reunido 120.000 millones de bolívares y mucho respaldo del Gobierno de Estados Unidos.

Pero también Maduro tendrá que profundizar la lucha contra la corrupción generalizada, la inseguridad, el acaparamiento y la especulación por parte de la burguesía parasitaria, con nuevas medidas económicas facilitadas por la Ley Habilitante, y ser determinante en el cumplimiento de las tomadas.

Lo cierto es que, a diferencia de lo que ocurría en 2002 y 2003, la revolución cuenta con una dirigencia más consolidada, unas Fuerza Armada comprometida con el proceso bolivariano y una correlación internacional más favorable, a pesar del accionar del imperio y de la ofensiva mediática.

La revolución bolivariana atraviesa de nuevo horas cruciales, de las cuales saldrán lecciones, entre ellas la urgencia de profundizar el proceso, que lo libere de errores y lo pueda encaminar definitivamente por el camino del socialismo.

Corolario
Vencida en 18 de 19 elecciones democráticas en 14 años, la burguesía venezolana no aprende la lección y toma de nuevo el atajo de la violencia. Luego del triunfo de la revolución en los comicios municipales de diciembre último, la oligarquía retoma el guion del golpe, con el que espera complementar la guerra económica desatada en el segundo semestre de 2013. Pero las condiciones hoy son muy distintas a las de 2002, cuando se produjo el golpe contra el presidente Chávez: la renta petrolera se destina mayoritariamente a políticas públicas de beneficio común, la Fuerza Armada Nacional está al lado de la revolución bolivariana, hay una base social determinante y la correlación latinoamericana es favorable. Sin embargo, es la hora de persistir en el diálogo y de corregir errores con el combate certero contra la corrupción, la inseguridad y el sabotaje de la burguesía parasitaria y mercenaria.

 (*) Director del periódico virtual PARÉNTESIS.


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