Cali no es viable si no se respeta el suelo rural
Por Alberto Ramos Garbiras (*)
En la ciudad de Cali, durante los últimos siete años, la gente que recibe
agua distribuida desde la planta de tratamiento del río Cauca ya sabía que la
suspensión del servicio sobrevenía, por alta turbiedad o por empalizadas, ambas
debido a fuertes lluvias o intensas precipitaciones que obstruían el trabajo en
las bocatomas. Turbiedad por el arrastre de tierra hacia el río, desde los
tributarios, debido al aflojamiento de los suelos despradizados, o por
tugurización, intervenciones agrícolas con incuria. Y empalizadas por talas sin
control en las microcuencas, que arrastraban los restos de la arborización
hacia el cauce.
Pero la ciudadanía del otro lado, al de los barrios de ladera beneficiados
siempre por los acueductos que captan las aguas del río Cali y del río Meléndez,
creyó que los cortes de agua no eran con ellos. Y sobrevino la tragedia. El
servicio público de agua se vio interrumpido súbitamente desde el año pasado,
entrando la planta de San Antonio a cerrar la salida del agua. El río Meléndez
en el año 2014 había tenido problemas para el suministro desde la planta de La
Reforma para los barrios de las comunas 18 y 20, y se acudió a carrotanques,
como si se tratara de un estado de sitio, o de un flagelo por la guerra, o de
un país del cuerno africano.