sábado, 28 de septiembre de 2019

Reseña. El nuevo libro de Ricardo Sánchez Ángel


La Autonomía Universitaria
 
El nuevo libro del profesor Ricardo Sánchez Ángel, Política y Universidad, editado por la Universidad Libre, sede central en Bogotá, plantea los orígenes de las universidades, su rol en las sociedades, y sobre todo el núcleo del trabajo gira alrededor de la autonomía universitaria, sus inicios y repercusiones en América Latina.

Por Alberto Ramos Garbiras
Destaca el papel del estudiante a partir del análisis de Jules Michelet en 1848 (compilación de artículo), las universidades son posibles por la población académica, los estudiantes forman el núcleo de la comunidad académica y toda gira alrededor de ellos: los profesores, los programas, las directivas universitarias. La formación de estudiantes debe ser la preocupación de las universidades: los estudiantes son los mediadores con la sociedad, con el pueblo que no tiene acceso a la educación superior. Las familias protegen al estudiante, tienen esperanza en ellos y el futuro de esas familias depende de esa formación, también el futuro de la sociedad y del Estado.

En Colombia entre 1826 y 1827 se crearon las primeras universidades republicanas, la llamada Universidad Central en Ecuador, Cundinamarca y Venezuela; y las universidades de El Cauca, la de Magdalena y la del Istmo. Dentro de la era del Olimpo radical nació la Universidad Nacional en 1867, tres años después animados por Miguel Antonio Caro se pretendió que fuese una universidad católica presidida por el arzobispo de Bogotá. En Colombia y toda América Latina, continuó la influencia conventual.

Ricardo Sánchez Ángel, alude al mayo del 68 donde registró un movimiento estudiantil triunfante pues sin proponérselo se coaligó con el movimiento obrero, con el movimiento feminista que eclosionó, y con el naciente ecologismo. Desde esa época los movimientos sociales del mundo tienen a mayo del 68 como un referente pues fue el embrión de las protestas que se entrelazan hasta llegar en el siglo XXI a las protestas globales. El movimiento de París 68 se transnacionalizó, brotó en Francia donde la concentración de estudiantes universitarios de varios países era mayoritaria en Europa; significó el despertar de la rebeldía universitaria clamando autonomía, el hipismo había logrado acogida, gran parte de las libertades individuales estaban reprimidas; se expresaron contra el capitalismo y en consumismo; afloró el feminismo rechazando también la represión sexual instruida por las autoridades universitarias y las altas jerarquías, con los parámetros del papa Pablo VI, las universidades manejadas con rasgos de conventos; se vivía un malestar expreso por el totalitarismo soviético e influía la vía checoslovaca con la tendencia de un socialismo con rostro humano; repercutía aún la no muy lejana guerra de liberación de Argelia; la reciente muerte del Che Guevara como símbolo de la insurrección y exportación de la revolución; el asesinato de Martin Luther King símbolo mundial de la reclamación afrodescendiente por los derechos civiles y contra el racismo; un profundo malestar por los destrozos de la guerra en Vietnam como una intervención imperial y abusiva en medio de la Guerra Fría usando a los jóvenes norteamericanos como soldados de invasión.

Bajo el título “Las paredes hablan”, el autor, Sánchez Ángel, en esta obra, nos traslada al mayo del 68 francés, fecha que identifica la eclosión del movimiento estudiantil apoyado por la huelga general de los trabajadores que, va a dar al traste con el gobierno del General De Gaulle, héroe de la segunda guerra mundial y fundador de la V República; traslado al reproducir los grafitis más impactantes y sonoros pintados en las calles y paredes emblemáticas de París, una rebelión con slogans, pasquines, pintadas en las calles, proclamas. Los estudiantes resumieron el pensamiento sobre lo que pretendían y marcaron la acción, producto y súmmum de sus lecturas y reflexiones teóricas sobre Marx, Marcuse, Sartre, Freud... Grafitis que fueron compilados por la editorial Tchou y fueron escritos en las paredes del Liceo Condorcet, La Sorbona, Nanterre, El Odeón, Censier, el edificio de Bellas Artes, El Grand-Palais, en calles del Barrio latino, de Corneille, Vaugiraud, en las facultades de medicina y en la de ciencias políticas, y otros espacios.

La autonomía universitaria anhelada desde el pronunciamiento ecoico de Córdoba (Argentina), búsqueda continuada con los memorables hechos de París 1968, al fin encontraron un marco constitucional en Colombia con la reforma constituyente de 1991. El artículo 27 eleva a la categoría de derecho humano la libertad de cátedra, de aprendizaje, investigación y enseñanza; y el artículo 69 patentó el poder darse sus propias directivas y reglamentos internos, sus desarrollos se iniciaron en la Ley 30 de 1992 y continuaron con la Ley 115 de 1994. Existen varias sentencias de la Corte Constitucional que ajustan y modulan bajo la jurisprudencia esta figura de la autonomía. La investigación del profesor Ricardo Sánchez, bajo el título “Universidad y Política”, gira alrededor de los orígenes, devenir y desenvolvimiento de la autonomía universitaria.

La autonomía que garantiza la constitución del Estado es para que las universidades se vean libres de ataduras ideológicas y de un sometimiento a las reglas de un régimen político en lo partidista, con libertad en lo financiero y administrativo; es para permitirle a las universidades formar su claustro y desarrollar su comunidad sin imposiciones religiosas o tendencias ordenadas por quienes detentan el poder; ello no quiere decir falta de control de la educación en cuanto a las condiciones de calidad. Pero tampoco es lo contrario, la autonomía universitaria no quiere decir que las autoridades universitarias rebajen la calidad académica buscando disminuir costos; desgreñen, dilapiden, se apropien o desaparezcan el patrimonio de un centro superior, ni se esfumen los dineros aportados por los estudiantes con sus matrículas. En varias universidades de Colombia ha ocurrido esto último.

La autonomía universitaria como norma constitucional permite la autorregulación desde adentro para que los estamentos principales (estudiantes, profesores, egresados…), tengan la independencia de conformar sus autoridades y expedir las normas internas, sin dejar avanzar la concentración del poder que llevaría a la autocracia en la universidad y sin dejar que surja la desregulación que implicaría el despilfarro, el latrocinio y el caos. La Autonomía no puede ser usada para que cúpulas o camarillas transitorias se adueñen de la Universidad, tampoco para solo pedir aportes al gobierno, ni para eludir el control. La autonomía universitaria frente al símil de a autonomía personal, es para auto determinarse, auto regularse y desarrollarse, no para autodestruirse y desbarajustar, menos cuando se trata de una comunidad académica que ha colocado sus aportes: las matrículas. El límite de la autonomía universitaria se encuentra en el carácter de la educación: es un servicio público, cedido a los particulares.

El Ministerio de Educación controla, supervisa, exige, regula la educación, por ser un servicio público que el Estado colombiano permitió se privatizara; las condiciones de calidad y sus parámetros los regula el Ministerio, pero no puede imponer en las universidades privadas a las personas que las dirijan, solo en las universidades públicas. La diferencia está en el control fiscal, el Estado vigila desde las contralorías los gastos en la públicas, en las privadas la parte financiera se ha manejado con los parámetros internos de las mismas universidades, de allí los focos de corrupción protagonizados por rectores y socios en algunas universidades.

La autonomía universitaria permite la autodeterminación de las universidades en el camino a la excelencia, y extiende la plataforma para la competencia, al ser un negocio de los particulares que se animan a disponer de mejores programas, servicios y profesores, hasta competir con las universidades públicas. Con la reforma a la Ley 30 se acelerará esta competencia al impulsarse más la privatización. El Ministerio de Educación con su función de control y vigilancia refina y requiere las condiciones de calidad, acreditando o desacreditando programas, así los estudiantes saben elegir el centro de educación superior al cual van a ingresar, quedando al desnudo las universidades hechizas y de garaje. Pero los negociantes enquistados en las universidades encuentran en la privatización una mina para realizar los negocios personales. Ese es el gran problema. Colombia tiene demasiadas universidades privadas que se convirtieron en centro de negocios y especulación.

Los estudiantes desde los consejos de facultad, el sindicato de profesores, las asociaciones de empleados, los padres de familia, a veces se quedan cortos para ejercer los controles que la auditoria interna hace para detectar los desgreños financieros y la dilapidación de los dineros. Al final los medios de comunicación realizan el control posterior y develan los actos desmedidos, pero ya el daño está causado por el jineteo y los malabares financieros.

Tendrá el Estado que permitir que un número mayor de bachilleres ingrese a las universidades públicas y modificar el manejo especulativo que los particulares hacen con las universidades privadas. Qué buscan los estudiantes: 1) Educación con bajos costos y si se pudiese, gratuita, 2) Verdadera autonomía universitaria, 3) Bienestar universitario, 4) Calidad académica, 5) Aumento de los cupos o mayor cobertura, 6) Rechazan las ganancias excesivas de los particulares con el intento de universidades mixtas a través del lucro de los inversionistas…

El modelo chileno privatizador y neoliberal pinochetista fue el que rechazaron los estudiantes de Colombia porque permite la inversión privada desbordada hasta en la educación pública, el lucro con los parámetros del mercado competitivo y abre más las puertas al control estatal absorbente, restándole margen a la autonomía universitaria. Los debates del Representante a la Cámara Wilson Arias, en el año 2012, fueron esclarecedores.

Magíster en Ciencia Política Universidad Javeriana; PhD, en Derecho con énfasis en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED – España); profesor de derecho internacional en la Universidad Libre, Cali.

Edición 654 – Semana del 28 de septiembre al 04 de octubre de 2019

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