Salvaje paliza
propina policía
Esmad a campesinos del norte del Tolima
El trato de la
policía Esmad nada tiene que ver con un país democrático. Por el
contrario, se parece cada día más al fascismo hitleriano.
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Acompañamos
ayer (31 de agosto) a una comisión de Derechos Humanos que recorrió el norte
del departamento del Tolima con el fin de hacer acompañamiento a los campesinos
brutalmente agredidos por la policía Esmad y constatar de primera mano los
desmanes de la fuerza pública.
Encontramos
a seis jóvenes campesinos detenidos y golpeados violentamente; torturados y
humillados en completa indefensión por una fuerza pública arrogante y
petulante. La lucha de la comisión de derechos humanos por tener acceso al
número y los nombres de los campesinos no fue fácil. Hasta último momento el
comandante de policía de la estación de Lérida evadió el tema, pero la
persistencia de la comisión finalmente se impuso.
Estaban
allí confinados en el calabozo campesinos de tierra fría a temperaturas que
superaban los 30 grados centígrados. Dos menores de edad, en horas de la mañana
habían sido trasladados al municipio de Líbano. Incomunicados encontramos a:
Luis Rodrigo Robayo, Evelio Isnad Gutiérrez, Oneider Herrera Bermúdez, Rosbey
Antonio Luján, Ricardo Monroy y Brayan Steven Sánchez Delgado. Duraron toda la
noche y el día sin probar alimento, solo un sorbo de gaseosa que a
regañadientes permitió la policía que le ofreciera el papá de uno de los
detenidos y la comisión de Derechos Humanos.
El
abogado Jaime Parra Cubides, consecuente con su palabra empeñada, viajó de la
ciudad de Ibagué por cuenta propia a participar de la libertad de los
detenidos. La diligencia de la fiscalía 32 de Lérida comenzó su labor muy
temprano, pero sólo pasadas las cuatro de la tarde fueron puestos en libertad
estos campesinos, cansados, golpeados, hambrientos y sin documentos de
identidad algunos por cuanto la policía Esmad se los quemó, junto con la comida
y algunas prendas de vestir. Dos motos y una cicla de la comunidad campesina
fueron incineradas.
El
trato de la policía Esmad nada tiene que ver con un país
democrático. Por el contrario, se parece cada día más al fascismo hitleriano.
Con sus palabras sencillas y humildes, el campesino Ricardo Monroy, del
municipio de Líbano relata su odisea sin dramatismo, pero sí con absoluta
crudeza: “Nos bolearon piedra, gases, nos sacaron corriendo y me dieron
garrote. Me aporrearon feo. La policía nos comenzó a tirarnos gases, nosotros
les mandamos piedras. Arrancamos a correr bien arriba por la vía de Líbano y
por allá bien arriba me cogieron y me dieron duro. Me aporrearon la cabeza, la
espalda, la rodilla; me agarraron a pata. Me dijeron que me iban a matar. Me
pusieron el chopo (pistola) en la frente y yo puse la mano, me dijeron baje la
mano y si no lo matamos y lo dejamos por aquí. Usted nadie lo conoce, entonces
fácil resulta dejarlo estirado por aquí”.
No
contentos con la golpiza arremetieron con los términos más soeces e inhumanos.
Ricardo Monroy, relata: “Me decían hijueputa, malparido, guerrillero gonorrea.
Después que me echaron al carro de la policía el mal trato aumentó. Volvieron a
decirme: hijueputa, malparido, guerrillero gonorrea; me daban fuertes palmadas
en la cara, me daban con ese bolillo e intentaron ahorcarme. Yo les dije: No me
vayan a ahorcar, no me vayan a ahorcar”.
Brayan
Steven Sánchez Delgado, narra su propia experiencia, así: “Nosotros íbamos
subiendo por la carretera hacia el Líbano después del disturbio cuando salió la
policía y me cogió primero a mí y después otros dos pelados. A mí me botaron al
suelo y me quitaron el bolso y el de un compañero; una vez me montaron en la
patrulla le prendieron candela a los bolsos donde tenía todos los documentos de
identidad y los de mi compañero con el que yo llevaba el bolso”.
“¿Qué
llevaba en ese bolso? Tenía el Sisben del hospital, registro civil, la cédula
de ciudadanía. El compañero también tenía esos documentos más el pase, los
papeles de la moto de su propiedad. Todos esos documentos fueron quemados con
la maleta donde teníamos algunas mudas de ropa”.
“Luego,
nos echaron para Lérida, para el cuartel y nos metieron al calabozo. A mí no me
golpearon. Sí recibí madrazos en forma, amenazas que si intentábamos escapar
nos mataban. Nos decían gonorreas, guerrilleros, conflicteros y muchas cosas
más. Pasamos la noche en el calabozo los seis encerrados en el mismo. Ni tan
cómodo ni tan incómodo era el calabozo para los seis. No nos dieron comida. Por
la mañana un policía nos dio gaseosa y un pedazo de pan y no más”.
La
comisión de derechos humanos fue hasta el cruce de carreteras, al teatro de los
acontecimientos. Soledad sonora. Destrozos. Troncos aún humeantes. Comida
quemada: arroz, papa, huevos, ahuyama, plásticos derretidos, maletas, frutas,
etc. Rastro de humildes campesinos y huellas de salvajes.
En
ese cruce de carretera hay un letrero que dice: Líbano 34 kilómetros, Murillo
55. Unas casuchas de gentes humildes y familias atemorizadas que no quieren
contar lo vivido el día inmediatamente anterior después de las seis de la
tarde. Susurrando cuentan entre líneas: “Todo esto se inundó de gas, dijo una
señora, teniendo todos que salir corriendo por la carretera del Líbano. Era
terrible las balas de aturdimiento y balas de verdad se escuchaban. Todo era
confusión”.
Encontramos
prados quemados y muchos cartuchos de bombas de aturdimiento y gas lacrimógeno.
No eran muchos los campesinos que estaban allí. Sin embargo, el operativo se
montó como si hubiera miles y miles. Toda la fuerza bruta de la represión del
Estado capitalista se puso una vez más al servicio de la oligarquía y en contra
del pueblo campesino urgido de tantas necesidades y afujías económicas y
sociales.
Por
ahora ganó la oligarquía, solo por ahora. En el fondo de los corazones
oprimidos y reprimidos de los campesinos hay la conciencia diáfana de que los
tiranos son efímeros y los pueblos eternos. Por eso, la lucha, el paro nacional
agropecuario y popular continúa en el departamento de Tolima.
Ibagué,
septiembre 1 de 2013
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