COALICIONES
Y CONFUSIÓN ELECTORAL
Por
Alberto Ramos Garbiras (*)
La campaña electoral 2018 hasta
el 11 de marzo día de las elecciones para Senado y Cámara de Representantes, y
dos consultas abiertas, ha estado llena de exaltación de los ánimos, crispado
el ambiente político y polarizadas las posiciones virulentas, como no había
ocurrido con tanta notoriedad desde el año 1991. La intolerancia se tomó las
redes sociales con bulos, mentiras prefabricadas, insultos y calumnias sin
autor conocido. Y las plazas públicas o los espacios escogidos para el
despliegue del proselitismo fueron copados por ataques verbales, huevos
arrojados a los candidatos, vidrios rotos de los carros de las caravanas y
consignas radicales.
Lo más paradójico es el origen de
esta polarización, la firma de la Paz con concesiones a una guerrilla no vencida
militarmente. La Justicia transicional para los desmovilizados y la conversión
en partido político alteraron el temperamento de una derecha intolerante, así
se expresaron con anticipación durante el plebiscito de octubre 2016, cuando
distorsionaron el contenido de los acuerdos para exacerbar la conducta de los
electores. Error que cometió el presidente de la República al someter la Paz a
votación, siendo un bien supremo y teniendo la legitimidad lograda en la
elección del 2014, no era necesario; además, porque la paz es un derecho para
todos, un bien común, y por ende contra mayoritaria. La Paz hay que lograrla y
no consultar sobre ella.
Otra paradoja, todo esto ha
ocurrido en medio del desperfilamiento de los partidos políticos que, desde el
año 2002 comenzaron a aparecer como nuevas formaciones políticas y en el fondo
no eran sino nuevas fachadas con personería jurídica del bipartidismo
transmutado, liberales y conservadores reagrupados alrededor de la figura
presidencial, crearon Colombia Democrática, Alas Equipo Colombia, Convergencia
Ciudadana, se fortaleció Cambio Radical, apareció después el partido de la U,
etc. . Todos giraron alrededor de Álvaro Uribe, que se había deslizado del
partido liberal. Fueron ocho años de un pequeño Frente Nacional, y se
repitió la formula con los 8 años de Santos en la presidencia, así se
desideologizaron más los partidos y se desperfilaron, hasta atomizarse o
fragmentarse y autodestruirse por una especie de nanopartidismo, o sea cada
congresista, en virtud del voto preferente se volvió en el líder de sí mismo y
realizaba las transacciones o canje de votos por proyectos y leyes, hasta dejar
vacíos de ideología a los partidos políticos. Irrespetaron la ley de bancadas,
el transfuguismo hizo carrera.
Y la oposición se la dejaron a
los “nuevos”, el Polo Democrático y el Partido Verde. El primero se fue
difuminando después del éxito relativo de Carlos Gaviria Diaz; la corrupción
por el carrusel de contratación de Bogotá acabó con la prestancia del Polo una
agrupación de movimientos políticos, y dejó solo dos voces notorias e
importantes, Robledo y Cepeda. Y en el Partido Verde, los egos, la falta de
coherencia, la incapacidad de sus líderes exalcaldes, y el oportunismo lo han
ido desdibujando, pero sigue siendo un partido importante pata la
reconstrucción de la Democracia en Colombia.
Desde el 12 de marzo de este 2018
empieza la recta final de la campaña presidencial precedida de esta campaña al
Congreso y de una polarización entre la derecha y la izquierda y quienes se disputan
el centro político. Las coaliciones se han conformado, unos se fortalecen,
otros transitan en solitario, pero en una coyuntura electoral como esta nadie
puede ganar en la primera vuelta sin coalición, y ni quienes la han conformado
podrían lograrlo.
(*)
Politólogo, Universidad Javeriana.
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