Portazos
Por Luis Alfonso Mena S.
A la hora de los balances, el de la izquierda colombiana es poco halagüeño en 2009, pues, entre otras circunstancias, se dejó atrapar por los falsos dilemas uribistas y cayó en las redes del oportunismo.
Lo peor que le podía pasar ocurrió: el Polo Democrático Alternativo, PDA, se quedó sin política propia luego de la consulta interna del 27 de septiembre, y anda a la deriva con la propuesta del vencedor, el senador Gustavo Petro.
Hoy los hechos, que son tozudos, muestran la derrota del sueño petriano. La unión con Germán Vargas Lleras, su gran objetivo disfrazado de acuerdo posturibista, recibió un portazo humillante.
Rafael Pardo Rueda, enterado de la decisión de Vargas de clausurar cualquier posibilidad de consulta interpartidista incluso con el Partido Liberal, se inventó una disculpa de última hora para, también, tirarle la puerta a Petro.
Así, la propuesta triunfadora en septiembre, la de no ir con candidato propio a las elecciones de 2010, se desplomó: Petro se quedó con las manos vacías. No era fácil conquistar a dos precandidatos de derecha, por muy conciliador que se mostrara.
Al aspirante del Polo no le quedan sino sus amigos del denominado “centro”: Luis Eduardo Garzón y Antanas Mockus, que cuentan con un cerrojo a la derecha, el de Enrique Peñalosa.
Pero ya los ex alcaldes de Bogotá, que tienen egos tan grandes como puertas de catedral, anunciaron que definirán cuál de los tres será el candidato presidencial del Partido Verde (en el que aterrizaron el año pasado), en una consulta que se cumplirá en marzo.
Y Sergio Fajardo, el “independiente”, sigue en lo suyo, ajeno a cualquier piropo, convencido de su figura.
Como están las cosas, por la fuerza de los hechos, el Polo tendrá que ir con candidato propio a la primera vuelta de las presidenciales, pero con un aspirante que nunca creyó en esa idea y que soñaba no con un frente antiuribista sino con una alianza posturibista.
Lo anterior se explica en que Petro se identifica con puntos clave de la política de “seguridad democrática” y hace gala de la falacia chovinista de respaldar al Presidente contra los gobiernos de los países vecinos, meollo éste del oportunismo que pulula hoy.
De la mano de Petro, el PDA no sólo creyó en una utópica alianza con dos exponentes de la derecha no reeleccionista, sino que echó al cesto postulados inherentes a la izquierda: el internacionalismo y la solidaridad entre los pueblos.
Petro y varios dirigentes del Polo sucumbieron ante la propaganda patriotera y se cubrieron con el ropaje de “política independiente”.
Y a todas éstas, ¿qué dice Piedad Córdoba, una de las personalidades de izquierda más consecuentes en la defensa de la solidaridad internacionalista, por encima de prejuicios y de señalamientos?
Persiste en mantenerse en el ambivalente Partido Liberal, colectividad unas veces opositora y otras conciliadora con el Gobierno, principalmente en asuntos de fondo, como son el del TLC y el de las bases militares gringas, dos temas ante los cuales la senadora ha expresado su decidido rechazo.
Piedad Córdoba es de las pocas dirigentes de izquierda que en Colombia ha entendido la magnitud del liderazgo del presidente Hugo Chávez y la importancia de la revolución venezolana en el marco de las transformaciones que ocurren en América Latina.
Muchos en la izquierda la esperan para que lidere un proceso de configuración de una propuesta ideológica en correspondencia con los caminos del socialismo que se abren en el continente.
La izquierda colombiana requiere defender su perfil sin pensar en el qué dirán los portavoces del régimen, lo cual no significa dejar de lado una política amplia de alianzas.
Se equivocan quienes quieren adecuar la política de la izquierda a las bendiciones de la oligarquía, porque creen que así será menos tortuoso el camino del poder.
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