domingo, 3 de abril de 2011

1. Análisis. Salida a la crisis de la Santiago de Cali

El porqué de la refundación de la Usaca

* La crisis de la Universidad Santiago de Cali, Usaca, no se resuelve con un nuevo rector surgido del clientelismo regional; se requiere una reforma estructural con el poder constituyente de estudiantes y profesores.

* En momentos en que el Consejo Superior se apresta a elegir rector a toda carrera entre 18 candidatos, estudiantes y docentes proponen la refundación de la Usaca.

* Ésta implica una reforma estructural de la institución con la participación de toda la comunidad universitaria tomando las riendas del cambio y la transparencia.

* El Consejo Superior se quedó sin legitimidad, pues le falló a la Usaca.

* Profesores siguen pagando los platos rotos de la crisis: les rebajaron el valor de la hora/cátedra y no les cancelarán sino el 50% del salario del mes de marzo.

Por Luis Alfonso Mena S. (*)

Los acontecimientos rela­cionados con la Universidad Santiago de Cali son cada vez más atropellados, pues los efectos de su crisis se dejan sentir con mayor fuerza en la medida en que pasan los días.
                                                            
Y frente a esa crisis, estudiantes y profesores proponen la refun­dación de la institución, para que inicie el camino de su transfor­mación radical, determinada por un manejo transparente de sus finanzas con miras a la excelencia académica.

La propuesta está en marcha y se plantea como una alternativa frente “al quebrantamiento de la legalidad de la Universidad por parte de directivos y del Consejo Superior”.

Resulta casi una obviedad hoy hablar de despilfarro, dilapida­ción y desgreño en la adminis­tración de la institución, pero hay que reiterarlo, sobre todo porque, como hemos denunciado en dife­rentes análisis, la crisis tiene res­ponsables que no pueden pasar ahora como si la catástrofe no hubiera sido generada por ellos.

El tsunami que azota a la Santiago, y cuyos principales damnificados son estudiantes, profesores y trabajadores, requie­re propuestas de solución, pero sin olvidar que hay responsables.

Y éstos se encuentran en los altos cargos directivos que con­formaron el equipo ejecutivo al lado del rector, Hebert Celín Navas, en la mayoría de los deca­nos y en la gran mayoría del Consejo Superior, órgano que incumplió su función de ejercer control sobre la Administración y obró en connivencia con las deci­siones del poder hegemónico que se instaló en la Universidad y que fue reforzado en las eleccio­nes del 9 de septiembre de 2009.

Esos comicios, realizados en medio de la danza de los millones, de la rumba y del licor (ver infor­mación gráfica anexa) hicieron parte de toda una estrategia que se denominó el 20/15, un meca­nismo para garantizar que quie­nes hacían parte del poder --de lo que hemos venido denominando el statu quo--, se reeligieran en sus feudos hasta el 2015, con proyección hacia el 2020.

Lo que representó en conse­cuencia el 20/15 fue toda una estrategia de quienes se pensa­ron dueños de la Usaca.

Pero los que ostentaron el poder (y aún lo detentan) no contaron con que la vaca no aguantaba que se le ordeñara de la manera desmedida como se hizo, y las ubres languidecieron rápidamente.

Y no porque no hubiera ingre­sos, pues el presupuesto de la Santiago supera los $100.000 millones, sino por el despilfarro, por la subcultura clientelar que la repartija originaba.

Esa estrategia desencadenó un círculo vicioso que se tenía que apoyar en cuerpos enfermos de macrocefalia, como el Consejo Superior, al que llevaban en cada jornada electoral más personas acríticas a las que podían manejar fácilmente.

Todo era válido con tal de que el modus vivendi de quienes ejer­cieron el mando (y aún lo ejercen) fuera garantizado. Extraño: en el Consejo Superior muy pocos se dieron cuenta de la magnitud de la crisis. ¿Todo pasó a sus espaldas?

Así que ni perdón ni olvido. Los culpables deben responder: cargos ejecutivos, decanos, Mesa Directiva del Consejo Superior, mayorías sumisas de este y otros cuerpos de “cogobierno”.

Lo cual no significa que la comunidad universitaria deba quedarse allí. Los usufructuarios del poder quieren cambiarse la camiseta ahora y fungir de críticos luego de que se fue su protector, Celín Navas, a quien el Consejo Superior le garantizó el pago de su salario hasta 2012.

De acuerdo con lo revelado en asamblea de la Facultad de Comunicación Social y Publicidad efectuada el 23 de marzo, el suel­do del rector de la Santiago es de $18 millones.

Con razón, dicen los obser­vadores del acontecer en la Universidad, hay tantas personas inscritas para aspirar a tal cargo: 18 en total.

Ahora muchos de los que sienten venir el tren inatajable de la protesta y las investigaciones se apresuran a ataviarse con el overol ferroviario para posar de interesados en los problemas que ayudaron a crear, todo con el fin de tratar de salvar respon­sabilidades y ver si pueden seguir mordiendo las tajadas del pastel.

Y entre tanto, los golpes no se hacen esperar: la mesada de marzo sólo será cancelada a los docentes en un 50%. No bastó con que mediante un acuerdo inconsulto e injusto la hora/cáte­dra fuera rebajada en un 21%.

Los demás puntos de ese acuerdo fueron violados por los directivos. Lo único que se aplicó del mismo fue la rebaja del salario a más de 600 profesores hora/cátedra. ¿Así se solucionará el déficit de la Usaca, calculado en más de 60.000 millones?

¿Qué queda, entonces? La unión de docentes, estudiantes y trabajadores para ejercer su poder constituyente, ante la deslegitimación del Consejo Superior.

La solución de fondo está en la refundación de la Universidad, en la transformación radical y trans­parente que la Santiago reclama a gritos.

Lo contrario será seguir maqui­llando el frontispicio y mintién­dole a la comunidad académica. Los desastres producidos por el tsunami de la Santiago sólo se pueden solucionar con la intervención directa de sus esta­mentos declarados en poder constituyente.

(*) Director de ¡PERIODISMO LIBRE! y docente de la Usaca. El texto fue publicado originalmente en el periódico Paréntesis, edición No. 14, marzo-abril de 2011, págs. 10 y 11.

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