Islamistas
hostigados
Lo grave en
Egipto es que el golpe de Estado del 3 de julio rompió el proceso de construcción
institucional ganado con la caída de Mubarack. Y el hostigamiento contra los
islamistas resalta una intolerancia con este populoso sector de la población a
quien se le cierran las puertas para que gobiernen. Entonces pensaran, ¿para
qué ganar las elecciones? Abriéndole camino a la guerra civil.
Por Alberto
Ramos Garbiras (*)
La
protesta egipcia desde el 30 de junio 2013 ha sido continua pero ha tenido dos
etapas y unas subfases. 1) Etapa del 30 de junio hasta el 3 de julio, una etapa
contra el presidente Morsi exigiéndole cambios, pidiendo un gobierno
de unidad nacional, y la desislamización de la administración pública. 2) etapa
del 4 de julio hasta hoy, las multitudinarias protestas de los seguidores de
Morsi, para que le retornen el cargo. Y la subfase de una confusión de mítines,
unos en contra y otros a favor, en medio de la dubitación
de los partidos políticos y la entronización del ejército.
Otro
aspecto que puede tenerse en la cuenta para el análisis político es la erosión
de la legitimidad. No basta ganar las elecciones y obtener la legitimidad para
gobernar, hay que sostener esa legitimidad para gobernar, con el ejercicio
adecuado del poder. La salida masiva y constante a las plazas públicas
impugnando las omisiones o las medidas que lesionan a la población, permiten
medir la deslegitimación del gobierno, su desprestigio.
En
Egipto el islamismo se entronizó en la política en 1928. Desde esa fecha habían
aspirado al poder; con Morsi lo obtuvieron y la temporada solo les duró un año.
Las rebeliones árabes del 2011 permitieron, sin quererlo, que el islamismo
ascendiera electoralmente a los gobiernos de Túnez y Egipto. En Turquía también
gobiernan los islamistas. Con el golpe de estado de Al Sisi en Egipto se
desequilibró el cuadro político y las consecuencias pueden ser funestas. Si los
islamistas no son aperturistas, los golpistas aprovechan, y la sociedad civil
pluralista se moviliza contra los intentos teocráticos. Y los EEUU encontraran
un tapón contra el radicalismo yihahidista. Y se facilitará el resurgir del
terrorismo en estos países para descontrolar a unos y a otros.
Lo
grave en Egipto es que el golpe de Estado del 3 de julio rompió el proceso de
construcción institucional ganado con la caída de Mubarack. Y el hostigamiento
contra los islamistas resalta una intolerancia con este populoso sector de la
población a quien se le cierran las puertas para que gobiernen. Entonces pensaran,
¿para qué ganar las elecciones? Abriéndole camino a la guerra civil.
(*) Profesor de
derecho Internacional de la Universidad Libre.
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