martes, 22 de mayo de 2012

En Colombia, la ultraderecha conspira desde las redes

Imagen captada del video difundido por el canal SoiTV de Miami con la entrevista a Álvaro Uribe.
Los trinos delirantes

Por Luis Alfonso Mena S. (*)
Si no fuera porque sus posturas reflejan la desesperación de un bloque de poder militarista que por el momento no puede hacer a su manera todo lo que quiere, el permanente show mediático de Álvaro Uribe no pasaría de ser la actuación de un paranoide que no le teme al ridículo ni a la pérdida del buen juicio que debe caracterizar a todo estadista.

El comportamiento delirante de Uribe está en concatenación con una serie de hechos que configuran un clima político oscuro y evidencia una tendencia opuesta a cualquier salida pacífica del conflicto armado colombiano, más fuerte de lo que algunos piensan, envalentonada y dispuesta, probablemente, a salidas no propiamente constitucionales.

Las contradicciones dentro de la cúpula dominante, exteriorizadas entre los antiguos aliados Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, hoy no podrían seguirse considerando como meras diferencias de talante.

El “espere le pongo otro ‘tuiterazo’”, con el que interrumpió Uribe una entrevista que le hacía un medio televisivo de Miami, para reprocharle a Santos por esta vía tan de moda una supuesta complacencia con la guerrilla, es una fotografía del desafío autoritario.

“Me quedo aquí hasta las doce de la noche disparándole”, apostillaba el ex mandatario, en una nueva interrupción de la entrevista, en referencia a los ‘trinos’ contra Santos.
Hoy, cuando las entrevistas de fondo y los pronunciamientos oficiales son reemplazados por mini mensajes efectistas de 140 caracteres, la presión se ejerce al instante y, con la misma rapidez, se intenta la desestabilización.

Casi simultáneamente con el show circense montado por Uribe en el canal mayamero SoiTV, circulaba el intercambio epistolar entre generales y coroneles en uso de retiro que conspiran metidos entre las redes electrónicas.

Como lo demostró la entrevista que Noticias Uno le hiciera al general retirado Eduardo Santos, éste abiertamente reivindica la necesidad de un giro en la política de interna del Presidente y sin sonrojarse afirma que “los sables deberían sonar casi todos los días”.

Uribe busca sembrar en el imaginario colectivo que al final de sus ocho años de gobierno dejó contra las cuerdas a la insurgencia, lo cual no tiene demostración fáctica, pues a pesar de los golpes recibidos, la guerrilla continúa teniendo presencia en la mayor parte del país y su accionar se mantuvo en el mandato del ex presidente y ha crecido en el de Santos.

Se trata de una confrontación de carácter fundamentalmente político que no desaparecerá de la noche a la mañana y que, como lo hemos planteado en otras ocasiones, sólo se resolverá con la negociación política, circunstancia en la cual podría contribuir el denominado Marco Jurídico para la Paz, la reforma constitucional que se tramita en el Congreso de la República y que ha desatado las iras de los principales exponentes de la ultraderecha, incluidos columnistas, como algunos del diario El País de Cali.

Y mientras tanto, proliferan las amenazas contra quienes postulan posiciones diferentes a las del establecimiento, como la senadora Piedad Córdoba y otros líderes sociales y políticos ligados al movimiento Marcha Patriótica

En su comportamiento delirante, Uribe ensambla su cruzada contra una política de paz en Colombia, con el afán de fungir de líder de la ultraderecha continental, y en ese propósito se ha puesto como tarea su ataque diario al presidente Hugo Chávez, a quien odia de manera visceral.

En esa ofensiva, Uribe pretende afectar las relaciones entre Venezuela y Colombia, normalizadas tan pronto dejó el mando, el 7 de agosto de 2010.

Así, al ex mandatario no le importa incurrir en la injuria y el desafuero contra el Jefe del Estado de Venezuela, con un objetivo subyacente: hacerle la campaña internacional a su amigo Henrique Capriles Radonski, el candidato de la derecha venezolana a la Presidencia de la República.

Pero el momento de Uribe, aunque con coroneles políticos muy posicionados en puntos clave de los medios, la academia, el Estado y el empresariado, no es el mismo de hace dos años, cuando ejercía todopoderoso.

Sus posiciones extremas, faltas de la sindéresis y más lindantes con el fanatismo, han conducido a que no las tenga todas consigo.

Y en el plano internacional, a pesar de sus constantes giras para dejarse mimar de los medios de la derecha americana, sus opiniones y respaldos se empiezan a sentir como el abrazo del oso, que hace daño.

O si no que lo diga Capriles Radonski, quien desde el principio de su campaña vino a buscar la asesoría de Uribe y ha querido mecánicamente trasladar la política de seguridad del ex presidente a su programa, pero ahora ve que su apoyo lo hunde, más de lo que está, en las encuestas electorales.

La ultraderecha colombiana está a la ofensiva. Las diferencias entre miembros de los bloques de poder salen a flote. El conflicto armando interno se exacerba. Mientras tanto, el país sigue a la espera de que los caminos de la paz se puedan desbrozar.

(*) Periodista colombiano, director del periódico PARÉNTESIS.

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