Imagen captada del video difundido por el canal SoiTV de Miami con la entrevista a Álvaro Uribe. |
Los trinos delirantes
Por Luis Alfonso Mena S. (*)
Si no fuera porque sus posturas
reflejan la desesperación de un bloque de poder militarista que por el momento
no puede hacer a su manera todo lo que quiere, el permanente show mediático de
Álvaro Uribe no pasaría de ser la actuación de un paranoide que no le teme al
ridículo ni a la pérdida del buen juicio que debe caracterizar a todo estadista.
El comportamiento delirante de
Uribe está en concatenación con una serie de hechos que configuran un clima político
oscuro y evidencia una tendencia opuesta a cualquier salida pacífica del
conflicto armado colombiano, más fuerte de lo que algunos piensan,
envalentonada y dispuesta, probablemente, a salidas no propiamente constitucionales.
Las contradicciones dentro de la
cúpula dominante, exteriorizadas entre los antiguos aliados Álvaro Uribe y Juan
Manuel Santos, hoy no podrían seguirse considerando como meras diferencias de
talante.
El “espere le pongo otro ‘tuiterazo’”,
con el que interrumpió Uribe una entrevista que le hacía un medio televisivo de
Miami, para reprocharle a Santos por esta vía tan de moda una supuesta complacencia
con la guerrilla, es una fotografía del desafío autoritario.
“Me quedo aquí hasta las doce de
la noche disparándole”, apostillaba el ex mandatario, en una nueva interrupción
de la entrevista, en referencia a los ‘trinos’ contra Santos.
Hoy, cuando las entrevistas de
fondo y los pronunciamientos oficiales son reemplazados por mini mensajes
efectistas de 140 caracteres, la presión se ejerce al instante y, con la misma
rapidez, se intenta la desestabilización.
Casi simultáneamente con el show
circense montado por Uribe en el canal mayamero SoiTV, circulaba el intercambio
epistolar entre generales y coroneles en uso de retiro que conspiran metidos
entre las redes electrónicas.
Como lo demostró la entrevista
que Noticias Uno le hiciera al general retirado Eduardo Santos, éste
abiertamente reivindica la necesidad de un giro en la política de interna del Presidente
y sin sonrojarse afirma que “los
sables deberían sonar casi todos los días”.
Uribe busca sembrar en el
imaginario colectivo que al final de sus ocho años de gobierno dejó contra las
cuerdas a la insurgencia, lo cual no tiene demostración fáctica, pues a pesar
de los golpes recibidos, la guerrilla continúa teniendo presencia en la mayor
parte del país y su accionar se mantuvo en el mandato del ex presidente y ha
crecido en el de Santos.
Se trata de una confrontación de
carácter fundamentalmente político que no desaparecerá de la noche a la mañana
y que, como lo hemos planteado en otras ocasiones, sólo se resolverá con la
negociación política, circunstancia en la cual podría contribuir el denominado
Marco Jurídico para la Paz, la reforma constitucional que se tramita en el
Congreso de la República y que ha desatado las iras de los principales
exponentes de la ultraderecha, incluidos columnistas, como algunos del diario
El País de Cali.
Y mientras tanto, proliferan las
amenazas contra quienes postulan posiciones diferentes a las
del establecimiento, como la senadora Piedad Córdoba y otros líderes sociales y
políticos ligados al movimiento Marcha Patriótica
En su comportamiento delirante,
Uribe ensambla su cruzada contra una política de paz en Colombia, con el afán
de fungir de líder de la ultraderecha continental, y en ese propósito se ha
puesto como tarea su ataque diario al presidente Hugo Chávez, a quien odia de
manera visceral.
En esa ofensiva, Uribe pretende
afectar las relaciones entre Venezuela y Colombia, normalizadas tan pronto dejó
el mando, el 7 de agosto de 2010.
Así, al ex mandatario no le
importa incurrir en la injuria y el desafuero contra el Jefe del Estado de
Venezuela, con un objetivo subyacente: hacerle la campaña internacional a su
amigo Henrique Capriles Radonski, el candidato de la derecha venezolana a la
Presidencia de la República.
Pero el momento de Uribe, aunque
con coroneles políticos muy posicionados en puntos clave de los medios, la
academia, el Estado y el empresariado, no es el mismo de hace dos años, cuando
ejercía todopoderoso.
Sus posiciones extremas, faltas
de la sindéresis y más lindantes con el fanatismo, han conducido a que no las
tenga todas consigo.
Y en el plano internacional, a
pesar de sus constantes giras para dejarse mimar de los medios de la derecha
americana, sus opiniones y respaldos se empiezan a sentir como el abrazo del
oso, que hace daño.
O si no que lo diga Capriles
Radonski, quien desde el principio de su campaña vino a buscar la asesoría de
Uribe y ha querido mecánicamente trasladar la política de seguridad del ex
presidente a su programa, pero ahora ve que su apoyo lo hunde, más de lo que
está, en las encuestas
electorales.
La ultraderecha colombiana está a
la ofensiva. Las diferencias entre miembros de los bloques de poder salen a
flote. El conflicto armando interno se exacerba. Mientras tanto, el país sigue
a la espera de que los caminos de la paz se puedan desbrozar.
(*) Periodista colombiano, director del periódico PARÉNTESIS.
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