La autora del texto. (Foto: http://es.gravatar.com/ilkaoliva#photo-4). |
Escribir desde el propio caos
Por Ilka Oliva Corado (*)
No sé en cuántas ocasiones me han preguntado qué escritores y poetas me
han influenciado, mi respuesta siempre es la misma: ninguno. Si
mencionara por lo menos a uno estaría mintiendo porque he leído muy
poco y por lo regular no termino los libros, pierdo la atención inmediatamente
y me cuesta recuperarla, y tiene que ser un texto que realmente logre cautivarme
para que yo lo termine de leer hasta el punto y final. Muy pocos textos han
logrado calmar mi ansiedad, sosegar mi caos y mi delirio constante. Nunca he
leído un solo clásico, me empalagan inmediatamente. No leo lo que todo el mundo
dice que es buena literatura, no leo lo que los críticos dicen que es lo que
hay que leer. No leo todo aquello que esté de moda. Descarto todo texto que no
logró atraparme desde la tercera línea. No continúo escribiendo un texto sino
me cautiva desde la tercera línea. Pues escribo para mí, para nadie más.
También me han preguntado de dónde nace mi escritura, nace de mi caos.
No tengo pedigrí alguno, ninguna herencia de ancestros intelectuales,
artistas, trovadores o académicos de los cuales yo pueda fanfarronear y lucir
mi ego de “heredera”. En mi casa no existieron las veladas y tertulias con
música de cámara. No asistí a colegio bilingüe, no tomé cursos de escritura y
no participo en recitales, no pertenezco a ninguna comunidad de escritores o
artistas. No tengo amigos de apellidos rimbombantes, no tengo contactos en el
mundo de las artes. -No creo en los contactos, soy mujer de afectos-. Aborrezco
el mundo de la diplomacia por esa razón no asisto a veladas organizadas por
gente de consulados o gremio artístico.
Mi raíz es campesina, obrera y proletaria, mis padres apenas llegaron a
tercero primaria y perdieron la infancia y la adolescencia en los surcos de
algodón, en la finca del patrón oligárquico. Mis abuelos también campesinos,
mozos, dejaron la vida en la tierra, entre el chuzo, la semilla y el azadón.
Allende las ilusiones.
Mi infancia no estuvo rodeada de libros, no he leído un solo libro de
cuentos para niños, ni en la infancia ni en mi edad adulta. Veo muy poca
televisión. Crecí rodeada de marranos, cabras, gallinas, patos, perros, y a los
pies de las montañas verde botella y como patio una arada abierta que entre el
zacate y las hojas de dormilonas me vio bajar mi primera sangre. Crecí entre
gallineros, chiqueros y parvas de leña. En el vaivén de un mercado y calles
empolvadas. Echando tortillas en comal de barro y moliendo en piedra el arroz
para el fresco de horchata. Hablando a bocanadas las palabrotas de las calles
de arrabal: en esencia y encanto. Comíamos cuando había y sin remilgos. Nuestro
banquete familiar se daba una vez al mes, con caldo de huesos de pollo porque
para comprar pollo no alcanzaba el dinero.
A los 14 años comencé a escribir poesía, por las tardes cuando terminaba
de lavar el chiquero de los coches, haber barrido el patio, ordeñado las cabras
y encerrado las gallinas en el gallinero, entre el oficio que nunca hizo falta
en la casa me sentaba en el tapial del patio de atrás, a horcajadas, viendo
hacia las montañas verde botella, y escribía en un cuaderno los versos sueltos
que nunca tomaron forma, a escondidas de mi mamá que no nos podía ver sentadas
porque nos doblaba las tareas en la casa; siempre ha visto el ocio como
pretexto de haraganes. Siempre fue cuestión de breves instantes, si acaso lo
máximo diez minutos, no había tiempo para más. Dejé de escribir cuando se
ahondó mi pelea con la vida y me llené de ira. Entonces me refugié por completo
en el fútbol, en el alcohol y en las peleas callejeras.
En el extranjero cuando me cansé de alcoholizarme como forma de escape a
mis constantes depresiones, volví a escribir poesía, y fue de nuevo como en mis
14 años de edad, en forma de catarsis. Eso es mi poesía, mi catarsis. Eso son
mis letras, un bálsamo, mi desahogo. El aire que respiro. Y nacen de mi hiel,
de mi caos, de mi anhelo, de mis delirios, de mi equívoco. Nacen de la pasión,
de mis abismos. De mis avernos (y de este amor con el que vos Nube Pasajera me
colmás) y la alucinación. Son absurdas y de dóciles no tienen nada. La poesía
es mi expresión más vívida.
No soy ninguna iluminada, no creo en la necedad de poseer un talento
especial que me haga imprescindible o importante, (jactanciosa) nada me ha sido
dado, nada me ha sido heredado, mis letras no tienen mentor alguno, no siguen
los pasos de nadie, no quieren ser como las letras de alguien más. No quieren
ganar concursos, no buscan quedar bien con nadie. Mi letras nacen de mi caos
existencial. Por esa razón son esquizofrénicas, bipolares, sufren de ansiedad
constante, y se devanan entre la hiel y la miel. Son mi voz, mi esencia y el
caudal que recorre mis venas. No buscan comprensión alguna. No la necesitan.
-Escribir es como refugiarme en tu regazo y colmarme de vos-. Es como ir
juntando los pedacitos rotos. Es como curar la herida, restaurarme, es como
tomarme el pulso y constatar que todavía estoy viva. Es habitar mi nube, mi
propia órbita, es abrazar mi caos. Es escarbar en la profundidad del
inconsciente. Es derrumbar las barreras, vencer los miedos. Es atreverse a
surcar los horizontes. Es amar. -Escribir es amarte-.
Escribir es mi resistencia, es oxigenarme, es amparar mis desvaríos. Es
desmoronarme, arrancarme la piel a tirones, es internarme en lo más profundo de
mis aprehensiones sabiendo que no saldré ilesa. Es lamer la herida viva. Es
hacer de mi locura mi más vívida expresión.
Estados Unidos, 20 de enero de 2016.
(*) Escritora y poetisa nacida en Comapa, Jutiapa, Guatemala, el 8
de agosto de 1979. Desde muy niña vendía helados en el mercado de Ciudad
Peronia, en la periferia de la capital guatemalteca. Se graduó de maestra de
Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo
estudios de psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera
interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que
realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora en el estado de
Arizona. Es autora de tres libros: Historia
de una indocumentada. Travesía en el desierto Sonora-Arizona, Post Frontera, y el poemario Luz de Faro. Publicados en Amazon.com.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante
indocumentada con maestría en discriminación y racismo”. Actualmente escribe en
su bitácora personal Crónicas de una Inquilina, es corresponsal de Resumen
Latinoamericano (Argentina). Infórmate, Revista Globalización, SomosMass99, Apia
Noticias (México). AlterInfos, La Pluma.net (Francia). Colarebo, Entartaos
(Venezuela). Revista Punto Final (Chile). Ha publicado artículos en numerosas
páginas del mundo.
Fuente de los datos biográficos:
Captado el domingo 24 de enero de 2016
Fuente del texto:
Captado el domingo 24 de enero de 2016
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