Colombia,
tierra de indignaciones fugaces
Por
Santiago José Mena Cárdenas (*)
Hemos sido testigos en las últimas
semanas de sucesos que a todas luces son indignantes, eventos que en cualquier
otro país del globo terráqueo ocasionarían repercusiones de un tono inmenso,
situaciones que deberían producir un movimiento institucional y social
abrumador, pero no, Colombia da cátedra de situaciones que causan indignación
de un día: al otro ya son parte del olvido.
Habría que empezar con la situación
más indignante que se ha presentado en este inicio de año, un evento que hace
una fiel representación de lo que miles y miles de colombianos tienen que
sufrir para poder recibir atención en salud, esto fue el caso de la señora
Rubiela Chivará, quien falleció en el exterior de una de las estaciones del
sistema Transmilenio, producto de un infarto cardiaco, mientras intentaba que
le programaran una cirugía que necesitaba urgentemente.
Lo sucedido con la señora Chivará
es muestra del perverso sistema de salud que tienen miles de colombianos. Un
sistema de salud a todas luces ineficiente, burocrático en todos sus niveles,
en el que el humanismo no existe, se privilegia la capacidad de pago sobre la necesidad
en salud; un sistema que no compadece al paciente, que lo atropella y que lo
mata, pues en muchas ocasiones pacientes fallecen a la espera de un
tratamiento, de una cirugía, de una cita con un especialista.
Pero lo indignante no para allí. El
cuerpo sin vida de la señora Chivará estuvo casi siete horas tendido en el
suelo sin que se le hiciera el respectivo levantamiento, pues lamentablemente
el suceso de su fallecimiento ocurrió en un sitio público. Debido a la
ineficiencia y la burla de que estaba siendo objeto la señora Chivará, su
familia decidió bloquear una de las troncales del Transmilenio en señal de
protesta por todo lo que estaba ocurriendo.
Ante ello, y en vez de proporcionar
soluciones, el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, le envió el temible
Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad, para desbloquear la movilidad, sin
preocuparse en ningún instante por la suerte de la familia Chivará y del cuerpo
de la señora Rubiela, actitud típica de dirigentes de la burguesía colombiana
que no se interesan en lo más mínimo por los sentidos problemas sociales de los
habitantes.
Este es el fiel reflejo de lo que
le sucede a la sociedad colombiana, víctima de la ineficiencia de sus
gobernantes, de la falta de voluntad política para propugnar por un mejor sistema
de salud, que garantice la vida en condiciones de dignidad. Mientras ese modelo
persista, más situaciones lamentables como esa se va a seguir presentando.
La
venta de Isagen
También hemos sido testigos de la
venta de una de las empresas más importantes del sector estatal, Isagen. No se
puede entender cómo una de las empresas que más recursos genera para la nación,
que garantiza una soberanía eléctrica, haya sido objeto de una subasta pública,
la cual ilógicamente fue realizada con la comparecencia de un solo proponente,
la multinacional canadiense Brookfield.
Es inexcusable que se haya
realizado esta venta con el propósito de que con este dinero se van a financiar
las carreteras de cuarta generación para el país, proyecto que es importante,
pero que no justifica que se haya vendido una de las principales empresas de la
Nación a una multinacional, tal como fue el caso de Telecom, que durante el
gobierno del hoy senador Uribe Vélez fue vendida a la multinacional Telefónica.
Ya hoy ni siquiera se conserva el nombre de la empresa comercialmente.
Esta situación debió haber
movilizado al pueblo colombiano, pues afecta directamente a todos al ser una
empresa de la nación. Sin embargo, lamentablemente, causaron mayor
“indignación” sucesos superfluos como la equivocación del presentador de Miss
Universo que dio como ganadora a la señorita Colombia cuando no lo era. Circunstancias
como esas dan qué pensar sobre cómo se forman las generaciones venideras, en las
que los temas verdaderamente relevantes no son de mucho interés.
La
burla a las instituciones
Y por último tenemos el escándalo
del exdefensor del pueblo, Jorge Armando Otálora, quien abusando del poder que
le entregaba esa dignidad tan importante del Estado, no solo ocasionaba acoso
laboral a sus subordinados debido a los malos tratos con que los atropellaba,
sino que además realizaba acoso sexual en contra de su secretaria privada,
Astrid Cristancho, a quien, independientemente de si tuvieron una relación
sentimental o no, acosó a tal punto que ya la situación se volvió insostenible.
Lo anterior evidencia la crisis en
la que se encuentran muchas instituciones públicas en el país, llenas de
funcionarios que no tienen los requisitos éticos para conducirlas, más en una
entidad como la Defensoría del Pueblo, la cual debe propugnar por los derechos humanos
de todos los colombianos. Situaciones como éstas dejan mucho qué decir, pues
generan rechazo de la población a las instituciones y derivan en falta de credibilidad
y de burla hacia éstas.
Colombia, tierra querida, una
nación llena de escándalos, situaciones indignantes que rayan en la ilógica,
con gobernantes que se preocupan más por el pavimento y el cemento que por el
ser humano, de sus necesidades más inmediatas.
No se puede tapar el sol con un
dedo, no solo son los fenómenos que hemos visto, sino situaciones como el
aumento paupérrimo del salario mínimo ante una inflación ascendente y una
canasta familiar que se vuelve cada día más costosa. Se vendrá en el segundo
semestre del año una reforma tributaria que impondrá un IVA del 19%, un
impuesto que castiga al que tiene menos. Todo esto es una bomba de tiempo, que
quizá no estalle, pues el colombiano es persuadido fácilmente por el pan y el
circo.
Jamundí,
domingo 31 de enero de 2016.
(*)
Estudiante de Derecho. @SantiMena94
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