A 30 años de las Marchas
en Mitad del Miedo
Hace treinta años
ocurrieron dos eventos para no olvidar en el recuento de marchas que van a la
guerra y de marchas que crean esperanzas. La primera de hombres armados en el
cono sur, la segunda de jóvenes en rebeldía en una provincia de Colombia.
Por
El 2 de abril de
1982, el mundo presenció el inicio de la guerra de las Malvinas entre Argentina
y el Reino Unido. Fue talvez la última guerra simétrica en América, entre dos
ejércitos dispuestos frente a frente para matarse, mirándose a la cara,
previamente despedidos por sus familias. Al final de 70 días de horror el
balance mortal fue una cifra estadística: 907 vidas perdidas: 649 de militares
Argentinos, 255 de militares Británicos y 3 Civiles. Los gobernantes reclamaron
la victoria, a Margareth Thatcher le sirvió para reelegirse, a la junta militar
que ejercía la dictadura en Argentina le precipitó su caída y hoy el general
Videla, cabeza del gobierno y decenas de sus altos mandos, están las cárceles
condenados por crímenes de lesa humanidad cometidos en sus años de dictadura.
Por la misma
época, hace 30 años, Colombia vivía en el régimen del miedo, del Estatuto de
Seguridad (Decreto 1923 de Septiembre 6 de 1978) y del Estado de Sitio. Se
produjo la primera gran oleada de exiliados forzosos entre los que se destacó
Gabriel García Márquez y de defensores de derechos desaparecidos. Los
estudiantes sabían que en cualquier madrugada, como en la noche de los lápices,
podría venir un silencioso allanamiento y quedar convertidos en presos
políticos. El miedo lo infundían los consejos de guerra en los que militares
juzgaban a civiles y llenaban las cárceles con presos de conciencia. El
presidente Turbay decía en el exterior: “el único preso político en Colombia
soy yo”. Los grafitis anunciaban campos de tortura dirigidos por militares y
libertad para los detenidos y en la Universidad Nacional,
que era el referente de compromiso social y libertad, se iniciaba el desmonte
del bienestar (residencias universitarias, cafeterías y otros contenidos
básicos del derecho a la educación).
En medio del
miedo que no logro derrotar a la esperanza, y ante la amenaza de cierre
inminente por un déficit de 411 millones de pesos (aproximadamente 5 millones
de dólares hoy), ocurrió lo que se conoció como el Movimiento de las Malvinas o
Movimiento 10 de Mayo, que llevó a cientos de estudiantes a defender la Universidad Pedagógica
y Tecnológica de Colombia, que a finales de los años 70 vivió dos movimientos:
el de Economía que en 1977 produjo el enfrentamiento de estudiantes y
profesores divididos en dos grupos: Base y Deslinde, cuyo resultado después de
una toma prolongada de las instalaciones de la Facultad fue la separación del
cargo de la mayoría de profesores/as que enarbolaban ideas libertarias y en
1979 el Catedralazo, que ocurrió cuando un numeroso grupo de estudiantes ocupó
la Catedral de Tunja (Plaza de Bolívar) exigiendo la libertad de un estudiante
víctima de una presunta desaparición forzada.
Las Malvinas
upetecistas constituyeron un punto de llegada de los conflictos de la década de
los años 70 por libertades y representan quizá la más grande movilización de
estudiantes que contó con el apoyo de diversos sectores sociales en defensa de
un modo de pensar la universidad como patrimonio colectivo. Las Malvinas fueron
resultado de múltiples y concurridas asambleas de estudiantes en las
Residencias Universitarias (Juan de Castellanos), en el Reloj (patio central),
en el Paraninfo y en algunos barrios de la ciudad. Se destacaban
para la época las inigualables oratorias de buen número de activistas estudiantiles,
que completaban de manera comprometida su formación universitaria en colectivos
de trabajo, grupos de estudio, cafeterías, cine clubes, grupos culturales,
grupos de teatro, periódicos, revistas, colonias y grupos políticos.
El
Campamento lugar de convergencia
Las Malvinas
comenzaron con una imponente concentración en la Plaza de Bolívar de Tunja. El
Arzobispo Augusto Trujillo Arango (reconocido por su oratoria en el sermón de
las 7 palabras de Semana Santa retransmitido por todas las emisoras del país),
dio la bendición a los marchistas, que podían ser mas de 500 estudiantes,
despedidos entre lágrimas y aplausos, porque se irían a defender la
universidad, el patrimonio colectivo mejor resguardado. En los edificios de la
plaza y a lo largo del camino ondeaban pañuelos blancos en señal de respaldo
mientras en toda Boyacá se oía un solo grito “La universidad es del pueblo y el
pueblo la defiende”. El destino era llegar a la capital (Bogotá), durante los
próximos tres días. El primer día la marcha se detuvo al anochecer en
Ventaquemada (pequeña ciudad de 10.000 habitantes). Allí sus gentes y sus
gobernantes recibieron con banderas y pañuelos a los marchistas y dispusieron
de los centros escolares para acomodar a los estudiantes. Al otro día la marcha
reinicio temprano pero fue detenida por una gruesa línea de soldados apostados
para la guerra en los límites de los departamentos de Boyacá y Cundinamarca, a 30 Km de Tunja.
Los estudiantes
instalaron carpas y la permanencia por varios días, dio lugar al Campamento las
Malvinas o Movimiento 10 de Mayo, como lugar de convergencia, de encuentro.
Había discusiones, lecturas en debate, elaboración de comunicados, distribución
de tareas y en general actividades de responsabilidad colectiva. A las
Asambleas se llegaba después de múltiples reuniones en las carpas por grupos de
trabajo. En una de las Asambleas fue detenido un informante armado (espía), que
fue entregado a una comisión en ceremonia especial. Al cabo de varios días, el
gobierno ofreció girar a la universidad 211 millones de pesos de los 411
exigidos. Los estudiantes levantaron el Campamento que recibió el apoyo
permanente y voluntario de profesores/as, pasajeros de buses, camioneros,
campesinos de la vereda.
Como acto simbólico el campamento se levantó una vez
finalizado un partido de futbol entre los soldados y los estudiantes. El
regreso al campus universitario fue triunfal, los estudiantes ovacionados. En
Asamblea General se presentaron los alcances y resultados de las Malvinas y se
preparó la agenda que diera continuidad al proceso organizativo. Se propuso
avanzar hacia un Frente Nacional Estudiantil. La Uptc conformó el Comité de
Integración Estudiantil (CIE) del que participaron estudiantes por facultades,
por grupos culturales, por revistas, cine club, activistas y delegados de
grupos políticos, quienes se encargaron de preparar el Congreso Nacional
Estudiantil, que se realizó pocos meses después en el Teatro Fausto de Tunja,
con participación de no menos de mil estudiantes en representación de más de
cincuenta organizaciones estudiantiles, sociales, culturales y políticas del
país, quienes en la declaración final convocaron a los estudiantes a fortalecer
sus compromisos con la transformación política y social de Colombia y a buscar
salidas de humanización a la guerra.
Jueves 26 de
abril de 2012
(*) Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Afiliado a la Federación Internacional de Derechos Humanos y a la Organización Mundial contra la Tortura
Estatus Consultivo en la OEA
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