Colombia: país derechizado, izquierda diezmada
Por
Luis Alfonso Mena S. (*)
Colombia es un país derechizado en el que hay una especie de
deificación de la guerra, pues echó raíces el largo discurso del bloque de
poder extremo que sembró la creencia según la cual la única salida a la crisis
es la eliminación del contendor.
Así lo demuestran los resultados de los comicios del domingo
9 de marzo, con la votación lograda por el grupo de Álvaro Uribe y el Partido
Conservador para el Senado, elección que puede tener graves implicaciones para
el futuro de la paz.
Aunque sumados sus guarismos no superan los de los partidos
afines al presidente Juan Manuel Santos (Liberal, de la U y Cambio Radical), el
resultado deja a las dos colectividades de la derecha extrema en una
inmejorable posición para unir fuerzas con el propósito de enfrentar la reelección
santista y atravesarse en el proceso de diálogos en desarrollo entre el
Gobierno y las Farc-EP.
Poco a poco la estrategia de largo plazo que parece haber
trazado el sector más recalcitrante de la clase dirigente colombiana ha ido
cumpliendo sus fases: luego de la escogencia de la ex ministra de Defensa
Martha Lucía Ramírez como candidata presidencial del conservatismo, afloran
ahora todas las condiciones para fusionar sus campañas, sobre todo ante la
falta de popularidad de Óscar Iván Zuluaga, el candidato presidencial de Uribe.
Con el agravante de que, aunque de dientes para afuera dicen
cerrar filas en el respaldo a los diálogos de paz, los partidos de la llamada
Unidad Nacional, UN, de Santos cuentan en su seno con figuras nada pacifistas,
lideradas desde la propia candidatura vicepresidencial de Germán Vargas Lleras.
La
‘mermelada” que embadurnó a los partidos de la UN y la selección de
Vargas Lleras como el segundo a bordo de Santos para el período
2014-2018 redundaron en el fortalecimiento de Cambio Radical, otro
partido de
derecha con disfraz de centro. No hay que olvidar las posiciones de mano
dura
que han caracterizado a su jefe, el mismísimo Vargas Lleras.
Y por la mitad se cuela de nuevo uno de los partidos más
oscuros en el espectro político colombiano, el denominado Opción Ciudadana, con
gran influencia en Santander y la Costa Atlántica (tanto que ganó en el
departamento de Sucre), sobre el cual se han formulado numerosas denuncias por
nexos con el paramilitarismo y que mantiene cinco curules en Senado, de nueve
que ostentaba, y seis en Cámara.
Opción Ciudadana, paradigma del reciclaje de neo partidos (se
inició como Convergencia Ciudadana, siguió como Partido de Integración
Nacional, PIN, y tiene engranajes con otras siglas) figura como una minoría que entraría a
jugar sus cartas en favor, muy probablemente, del sector uribista en el
Congreso a instalarse el 20 de julio de este año.
Una organización flotante, el movimiento político-religioso
Mira, finalmente fue castigada por el electorado luego de los escándalos por
segregación a su interior, lo cual condujo a que no obtuviera el umbral para
elegir senadores.
De nada le sirvió su costosísima inversión en la publicidad
que inundó los medios de comunicación para tratar de deshacer las denuncias de discriminación de seres humanos en situación de
discapacidad hechas contra su líder.
Las curules perdidas por Mira, el Partido de la U (que ganó
por ligero margen la pelea por la supremacía en el Senado, aunque pasó de 28 en
2010 a 21 en 2014), el Polo Democrático y Opción Ciudadana fueron a dar al
Centro Democrático. El Partido Liberal se mantuvo ahí, con 17 escaños, sin
subir ni bajar.
¿Quién
hará las reformas?
En suma, lo ocurrido el domingo anterior en Colombia mantiene
a Uribe en la palestra corroborando la amenaza que representa para la paz, con
una bancada de congresistas propios y amigos que, a no dudarlo, se convertirán
en una talanquera no sólo para los diálogos sino para la materialización en las
cámaras legislativas de los eventuales acuerdos que se alcancen en La Habana.
Las elecciones dejan también a Santos reposicionado, con una
participación electoral aceptable para sus huestes en la carrera presidencial, pero
sin que las tenga todas consigo.
En la actual pugna inter élites no hay que llamarse a engaños,
pues lo que los dos bloques de poder buscan es resolver sus diferencias entre
una derecha feudal y guerrerista (Uribe) y una derecha urbana y aparentemente
interesada en poner fin a la confrontación para concentrarse en sus necesidades
de más expedita acumulación capitalista (Santos).
Entre tanto, los problemas de las mayorías del país
continuarán creciendo si luego de los diálogos de La Habana no se producen reformas socio-económicas
y políticas de fondo, que conduzcan a una paz con justicia social, de las que
tendría que encargarse el Congreso elegido el domingo pasado.
La
pregunta que surge es: ¿con la nueva composición, el
Congreso tendrá vocación y gente para abocarlas? Todo indica que no: por
ejemplo, 64 de los elegidos, 32 en la Cámara y 32 en el Senado, están
seriamente
cuestionados por diferentes estudios e investigaciones debido a sus
nexos con paramilitares y clanes inmersos en la
parapolítica, la corrupción o el narcotráfico. Según las denuncias,
pertenecen al uribismo, al
conservatismo, a los partidos de la Unidad Nacional y a Opción
Ciudadana.
Entonces: ¿quién hará las reformas? Aparece de nuevo la
propuesta de una asamblea constituyente. Pero ella trae más preguntas: ¿en un
país derechizado, cómo convocarla sin que sea copada por los enemigos de las
reformas y de los cambios estructurales? Una pregunta que debe empezar a
resolver todo el país.
Y la
izquierda, ¿qué?
Por otra parte, qué gran paradoja que luego de las
portentosas movilizaciones campesinas y populares
de 2013, la derecha extrema se alce con el 40% del Senado, para no hablar de la
composición de la Cámara de Representantes, que expresa una tendencia similar.
La izquierda
aparece en retroceso, con el Polo Democrático, otrora confluencia de la mayoría
de fuerzas políticas alternativas del país, bajo la hegemonía del Moir.
El Polo no solo
perdió más de 300.000 votos y tres senadores si se tienen en cuenta los
resultados de 2010, cuando alcanzó 824.000 votos y ocho curules en la Cámara
Alta, sino que la debacle de la Alcaldía de Samuel Moreno, frente a la cual su
dirección nunca deslindó campos y fue connivente, sin duda tiene que ver también en el triunfo del
uribismo el domingo 9 de marzo en Bogotá.
Aunque
los
dirigentes del Polo hayan salido a dar un parte de victoria, lo cierto
es que
ellos tienen un alto grado de responsabilidad en el retroceso general de
la
izquierda, no sólo por haber precipitado el retiro del sector
progresista
encabezado por Gustavo Petro, sino también por haber desencadenado la
exclusión antidemocrática de la militancia de Marcha Patriótica y del
Partido
Comunista.
La actitud
triunfalista no puede esconder la forma como ha sido diezmada la izquierda,
hecho que facilitó pérdidas tan sintomáticas como la de la curul de Wilson
Arias en la Cámara por el Valle del Cauca, un representante estudioso cuya
derrota se habría evitado si se hubiera mantenido la unidad.
El panorama
muestra hoy un campo de protesta social que marcha por un lado diferente al de las
tendencias políticas que mayoritariamente se expresan en su seno, y se genera
un divorcio que impide el salto cualitativo de su lucha al plano político
organizado y con vocación de poder.
La
corrupción generaliza, la compra-venta de votos, el multimillonario despliegue
en los medios de comunicación, el abuso del poder y el clientelismo practicados
por los partidos de la burguesía, convertidos en verdaderas empresas
electorales, incidieron de manera ostensible en los resultados electorales del
domingo para el mantenimiento de las mayorías de la oligarquía en el Congreso.
Pero
estos
no son los únicos factores que participaron en el retroceso de la
izquierda.
Existen otros que tienen que ver con las estrategias y las posiciones
que continúan predominando a su interior y que, como en el caso del
Polo Democrático, hacen prevalecer los triunfos individuales sobre los
fracasos
colectivos.
Los
comportamientos megalómanos y sectarios, como los demostrados por el grupo
mayoritario de la actual dirigencia del Polo Democrático encabezada por el
Moir, en nada construyen liderazgos comunes y, por el contrario, contribuyen a
la diáspora de los sectores alternativos y al desestimulo en el ejercicio de la
política por parte de los movimientos sociales.
Mientras tanto, la falta de recursos económicos, el silenciamiento en los grandes medios de comunicación y la estigmatización histórica fueron factores que afectaron de manera especial a la Unión Patriótica, que reapareció en el escenario político nacional en medio de gran desventaja frente a los demás partidos políticos y sin garantías de ninguna clase.
Mientras tanto, la falta de recursos económicos, el silenciamiento en los grandes medios de comunicación y la estigmatización histórica fueron factores que afectaron de manera especial a la Unión Patriótica, que reapareció en el escenario político nacional en medio de gran desventaja frente a los demás partidos políticos y sin garantías de ninguna clase.
Por
los lados de la Alianza Verde, su votación para el Senado fue ligeramente
superior a la del Polo, mantuvo las cinco curules de 2010 y creció en la
Cámara, pues pasa de tres a seis, mientras el Polo se queda en tres, ya que
ganó un representante en Antioquia y mantuvo los dos de Bogotá.
Sin
embargo, las posiciones en los verdes no son homogéneas, pues la tendencia de
la mayoría de sus elegidos es hacia el centro del espectro político, aunque se
identifican en la defensa del proceso de paz y los acuerdos de La Habana.
Preocupan a muchos,
además, las posiciones ambivalentes de su candidato presidencial, Enrique
Peñalosa, quien obtuvo más de 1.600.000 votos en la consulta interna de la
Alianza Verde y es conocida su proclividad al uribismo.
En
el seno de esta colectividad se tendrán que resolver contradicciones complejas
como la ya expresada por su senadora más votada, Claudia López, destacada
contradictora del uribismo y el paramilitarismo, pero seguidora de Peñalosa.
Hora de la autocrítica
Es
hora de la autocrítica, tan reclamada, pero tan poco practicada en la izquierda,
y momento de enderezar el camino con miras a las presidenciales, si se pretende
tener un desempeño digno en ellas y, sobre todo, que le sirva al pueblo.
La
izquierda tiene entre sus tareas llegar a ese 56,42% de la población apta para
votar que se abstuvo de sufragar el 9 de marzo y representa un potencial de más
de 18 millones de personas.
Asimismo,
llegar a los más de 750.000 ciudadanos que, en un acto de protesta, votaron en
blanco en los tarjetones de Senado. Y a los más de 3.6260.000 que sufragaron en
blanco en la elección de los diputados
al Parlamento Andino.
En el cúmulo de normas electorales que conforman nuestro
enredado y excluyente sistema electoral, resulta urgente una reforma democrática
del mismo que, entre otras medidas, revise el umbral y la modalidad de las
listas con voto preferente, mecanismo que convirtió a los partidos en
federaciones de empresas comiciales clientelistas, que encareció el ejercicio
de la política y contribuyó a generar más corrupción.
Además, y de una vez por todas, el sistema requiere corregir
el diseño de los tarjetones, confusos e inmanejables para una gran cantidad de
personas. La impresionante cifra de tarjetas no marcadas o de votos nulos así
lo refleja: más de 2.832.000, el 16,32% del total de la votación para el Senado.
La
campaña
continúa ahora hacia las presidenciales de mayo y junio de este año, y
en ellas el tema de la paz volverá a estar en el primerísimo plano.
Veremos cuál será la actitud de la izquierda frente a los resultados del
9 de
marzo: ¿primarán la sensatez y la crítica que recomponga el camino?
La
paz también se juega en el campo de la izquierda colombiana.
Cali, lunes 10 de marzo
de 2014.
(*) Director del
periódico alternativo PARÉNTESIS.
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