El triunfo de la paz será la derrota más grande que se le pueda infligir al uribismo y sus adláteres. (Ilustración: Laiguana.tv). |
LA PAZ, A PESAR DE URIBE Y SUS
SECUACES
Por Luis Alfonso Mena S. (*)
La responsabilidad de los liderazgos políticos y
sociales serios consiste en guiar a amplios conglomerados por caminos con
salidas fiables, seguras y correctas a los conflictos y las crisis, así no haya
unanimidad.
Los unanimismos son imposibles, y pasan de ser fórmulas
ideales a convertirse en verdaderas talanqueras en la búsqueda de soluciones.
Los adversarios lo saben y chantajean, con el único
fin de paralizar las políticas justas, de evitar sus avances.
En el trasegar de los procesos hay momentos para las
consultas y la búsqueda de acuerdos, y los hay para la toma de decisiones, así
ellas no involucren a todos y no logren los consensos ideales.
Es lo que pasa con el proceso de paz en marcha en
Colombia: quienes creen que sin Uribe y sin sus seguidores involucrados en un
hipotético pacto nacional es imposible que haya acuerdos, se equivocan.
Hay un bloque de extrema de derecha cada vez más
caracterizado que, como he escrito en otros artículos, se opondrá a todo, nada
le parecerá válido.
El uribismo no es solo Uribe y sus congresistas de
bolsillo en la Cámara de Representantes y en el Senado de la República.
Ellos son portavoces de intereses insondables, de
poderes más gruesos, enraizados en la historia oscura del país: de
terratenientes y empresarios a quienes no les complace que nuevas fuerzas
políticas surjan, porque las consideran una amenaza para sus posesiones
feudales y su acumulación capitalista.
Para ellos, sentir siquiera que miles de hombres y
mujeres que hoy están alzados en armas darán el paso a la legalidad para
ejercer la política abierta les quita el sueño, porque saben que no los
pudieron derrotar y cambiarán de escenarios para seguir buscando
transformaciones sociales y democráticas urgentes, a las que las élites rancias
se han opuesto siempre.
Y a medida que se acerca la firma de los acuerdos de
La Habana, esa derecha extrema exacerba su odio, acumula más veneno para
inocularlo usando sus extensiones en los poderes del Estado y en sus medios
masivos de desinformación.
Ante esa realidad, se impone avanzar en la
construcción de un gran movimiento en todo el país de respaldo a los Acuerdos
de La Habana, sin pensar en qué dirán Uribe y sus secuaces, porque ellos ya
están jugados por la guerra y le apuestan a que continúe el desangre del país.
Con la firma del Acuerdo de La Habana entre el Gobierno
Nacional y las Farc-Ep seguramente habrá una reconfiguración en el espectro
político del país y se abrirán nuevos espacios para la ampliación de la
democracia que permitan impulsar propuestas y acciones para los cambios que
necesita el pueblo colombiano.
Pero todo dependerá de la movilización social: para
que los contenidos del Acuerdo sean implementados y para evitar que la reacción
de la extrema derecha y el paramilitarismo den al traste con ellos.
(*)
Periodista independiente, editor de PARÉNTESIS.
Jamundí,
Valle del Cauca, Colombia, miércoles 1 de junio de 2016.
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