Foto tomada de elboyaldia.cl |
El golpe
parlamentario en el Paraguay
Pasará a la
historia este episodio bochornoso en que un Presidente de la República fue
acusado sin pruebas, con un plazo irrisorio para preparar su defensa. Los
argumentos de la defensa, de altísima calidad a pesar del escaso tiempo
permitido para prepararla, no fueron analizados por los senadores, simplemente
porque la sentencia condenatoria ya estaba escrita.
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Por Juan Díaz
Bordenave (*)
La
caída del presidente del Paraguay, Fernando Lugo, fue planeada en sus menores
detalles y, ni siquiera para los que la vivimos de cerca es fácil entender su
génesis y proceso. En mi percepción, se trató de una manifestación natural de
la confrontación continental y mundial de dos conceptos antagónicos de
democracia: aquella que la ve como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para
el pueblo, y aquella que la ve como el gobierno de las clases dominantes, por
las clases dominantes y para las clases dominantes.
Personalmente,
caracterizo al golpe como mercenario y farisaico.
Mercenario: en el sentido
de que los principales autores del golpe no obraron por ideales sino por
intereses. En efecto, entre ellos estaban terratenientes latifundistas,
empresarios del agronegocio sojero y propietarios de industrias. Junto a ellos,
miembros de la alta burguesía, políticos de los partidos tradicionales,
religiosos conservadores, jefes militares, miembros de la clase media alta,
representantes paraguayos de empresas multinacionales, todos ellos preocupados
por la amenaza que, en su entender, Lugo representaba para sus propiedades,
intereses y privilegios .
Al
estar motivados por intereses y no por ideales los mercenarios matan sin
remordimientos, como lo hicieron los que infiltraron francotiradores entre los
campesinos de Curuguaty para asesinar policías.
Farisaico: el Evangelio
presenta al “fariseo” como una persona religiosa y respetuosa de la ley pero
que desprecia al pueblo y se considera superior a todas las demás personas.
Jesús llamó a los fariseos “hipócritas”, “raza de víboras” y “sepulcros
blanqueados”. Cualquier semejanza de este tipo de personas con los líderes
golpistas dista de ser mera coincidencia.
El contexto
Si
tienen algún mérito los golpistas fue el de haber orquestado magistralmente los
elementos que constituyeron el contexto sociopolítico del golpe. En efecto,
fueron usados como detonantes:
•
La intensificación de la lucha de los campesinos por acceder a la tierra.
•
El aumento de la prohibición de semillas transgénicas lo que puede afectar a
los enormes lucros de la multinacional norteamericana Monsanto.
•
La propuesta de aplicación de impuestos a la exportación de commodities.
•
La fiscalización de pulverizaciones tóxicas aéreas por el Senave.
•
La decisión de realizar una Reforma Agraria que tenga en cuenta que el 82 % de
la tierra está en manos del 2% de los propietarios.
•
La creciente organización de los campesinos.
•
La probabilidad de que el Partido Colorado retorne al poder.
•
La simpatía de las izquierdas hacia Hugo Chávez y el propuesto ingreso de
Venezuela al Mercosur.
•
El acceso del pueblo a los nuevos medios públicos de comunicación
•
La creciente comprensión popular de que la democracia representativa debería
ampliarse hacia la democracia participativa.
Como
se nota en la lista, el golpe fue motivado fundamentalmente por el temor que
sienten las clases que concentran los beneficios del desarrollo, de un gobierno
que suponían capaz de promover una distribución más equitativa de los mismos.
Los golpistas aprovecharon la legítima ocupación de una tierra mal habida y el
consecuente desalojo de los ocupantes, para montar una tragedia capaz de
provocar el juicio político del Presidente.
El proceso
Nadie
duda de que el golpe que hubo en el Paraguay viene siendo gestado y planeado
desde hace mucho tiempo. A comienzos del periodo presidencial de Lugo el
entones vicepresidente fue acusado de participar en reuniones contrarias al
presidente, como la ocurrida en la embajada norteamericana con la presencia de
militares de esa nacionalidad y de la propia embajadora.
El
incidente de Curuguaty, que está todavía siendo investigado, demuestra que el
asesinato de policías fue realizado con armas de alto poder, usadas por
francotiradores profesionales de alta puntería.
La
velocidad con que fue armado el juicio político, criticada en el continente y
el mundo, no solamente impidió cumplir con el “debido proceso”, sino determinó
la redacción ridículamente improvisada del libelo acusatorio. Pasará a la
historia este episodio bochornoso en que un Presidente de la República fue
acusado sin pruebas, con un plazo irrisorio para preparar su defensa. Los
argumentos de la defensa, de altísima calidad a pesar del escaso tiempo
permitido para prepararla, no fueron analizados por los senadores, simplemente
porque la sentencia condenatoria ya estaba escrita. Se trató de un adefesio
legal del cual los abogados paraguayos del futuro sin duda se avergonzarán pues
determinó la prostitución del Congreso Nacional y la desnaturalización del
Estado de Derecho. Lo peor de todo es que la Constitución Nacional fue
farisaicamente utilizada para manipular el fondo y la forma del proceso, de
modo a justificar lo injustificable.
Las
consecuencias
Son
imprevisibles, pero probablemente muy graves, los efectos que tendrán el golpe
y el juicio político express sobre la realidad política, económica y social del
Paraguay. Ellos dependerán de la capacidad del pueblo paraguayo de comprender
lo que realmente pasó, de indignarse ante la índole farisaica y mercenaria del
golpe y de, superando sus hábitos culturales de resignación fatalista,
concretar su indignación en actos de resistencia y de lucha. El futuro
dependerá también de la capacidad de los países vecinos, especialmente los
miembros del Mercosur y la Unasur, de continuar manteniendo su actual decisión
de no aprobar la interrupción de una presidencia legítimamente establecida por
el voto libre de los paraguayos.
Una
de las consecuencias positivas del golpe institucional está siendo el despertar
cívico de la juventud paraguaya. En efecto, ella estaba ausente en las luchas
por el rechazo del Alca, por la renegociación del Tratado de Itaipu, por la
Reforma Agraria y hasta por la Reforma Universitaria. Pero ahora abrió sus ojos
y está organizándose para la resistencia pacífica. Si la juventud asume
realmente su papel generacional, se podrá decir alguna vez del golpe el refrán
español “no hay mal que por bien no venga”. Porque, abiertos los ojos a la
necesidad de luchar por la justicia, la juventud percibirá la imperiosa
urgencia de la reforma agraria y el desarrollo equitativo del país, así como la
necesidad de depurar el Congreso y la Corte Suprema de Justicia.
También
puede ser una consecuencia positiva el cambio del concepto y la práctica de la
política. Tendremos así en el Paraguay no más una política pragmática de
intereses y resultados, que genera injusticia, exclusión, corrupción y pérdida
de soberanía y dignidad, sino una política de principios, al servicio al
pueblo.
Servicio de la
Agencia Latinoamericana de Información, Alai, América Latina, 3 de julio de
2012.
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