lunes, 12 de octubre de 2015

Punto de vista. La prensa, agente de “tanto odio y tanta intolerancia”

Imagen tomada de remapvalle.blogspot.com

La paz y los medios de comunicación en Colombia

Por Alfonso Monsalve Ramírez
Diario El Telégrafo
QUITO. Aumenta el optimismo acerca de la paz en Colombia y esto no puede traernos más que alegría, no solo a los colombianos, sino al continente y al mundo. La mejor actitud ahora es mirar al futuro antes que al pasado.

Sin embargo, es necesario poner sobre la mesa un tema que se ha esquivado. La responsabilidad de los medios de comunicación privados en todo lo sucedido. Si se profundiza este asunto, se llegará a una conclusión: esos medios son tan culpables de esta tragedia como los propios combatientes, por su condición de agentes principales de tanto odio y tanta intolerancia. La manera insidiosa y deformante como han presentado las cosas durante todos estos años, es la causante de las actitudes irracionales que hoy levantan el muro más difícil de derribar para llegar a la paz.


No se trata de simples errores de percepción o equivocaciones de tales medios. Son estrategias claramente definidas para atizar un odio ciego contra uno de los contendientes: contra las Farc.

No es el caso de hacer apología alguna de esa organización armada. Han cometido graves errores, deben purgarlos. Pero la función de los medios de comunicación no puede ni debe ser la de envenenar los espíritus con falsedades y montajes calculados para profundizar el abismo e imposibilitar la reconciliación. Todo lo contrario, deberían ser los primeros en tender puentes y propiciar la recomposición del tejido social, hoy severamente averiado. Entonces estarían cumpliendo la función propia de la comunicación social.

Las estrategias de comunicación seguidas por estos medios son bien identificables. En primer lugar, mantener en primera línea de medios escritos y audiovisuales cualquier mención diaria de las FARC, haya motivo o no para hacerlo. En segundo lugar, desfigurar la imagen del guerrillero, un luchador social que, acertada o equivocadamente, considera agotadas las vías pacíficas para alcanzar transformaciones sociales profundas, pero no un monstruo delincuente.

Tercera estrategia, apuntalar esta imagen atribuyendo a los insurgentes los peores delitos aunque los cometan otros actores, sin ninguna prueba ni intención de obtenerla ni de presentarla. Por último, desacreditar, desautorizar o caricaturizar todo intento de análisis serio de la situación, tachando de cómplices a quienes exploren el camino de la reflexión y el entendimiento.

¿Podrán desdecirse ahora esos medios y reconocer la culpabilidad que les corresponde? Si hoy existe una férrea resistencia y hostilidad contra los diálogos de parte importante de la población, los responsables son estos medios de comunicación: es lo que han sembrado. Le apostaron imprudentemente a la derrota militar de los rebeldes, nunca al diálogo.

En lo acordado hasta aquí se menciona como culpables, aparte de los contendientes armados, a los civiles que hayan contribuido directa o indirectamente a avivar el conflicto. Esa lista la encabezan los medios de comunicación colombianos. Merecen sanción equivalente.

(*) Artículo Publicado en El Telégrafo, de Quito, Ecuador, el 1 de octubre de 2015.
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